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TRIBUNA

Chile, ante el fantasma del revisionismo

Las presidenciales de noviembre serán clave para el futuro de unas políticas de memoria amenazadas por la nueva extrema derecha pinochetista

Cuando las personas entraban a Villa Grimaldi, la visión se reducía a lo que podían distinguir por debajo de la venda que les cubría los ojos. La venda los acompañaba en la celda, en la sala de tortura, en el camino hacia el baño. Les impedía ver el rostro de sus verdugos, pero también a las otras personas detenidas. Lo único que distinguían bajo el trozo de tela amarillenta y ensangrentada eran sus pies,...

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Cuando las personas entraban a Villa Grimaldi, la visión se reducía a lo que podían distinguir por debajo de la venda que les cubría los ojos. La venda los acompañaba en la celda, en la sala de tortura, en el camino hacia el baño. Les impedía ver el rostro de sus verdugos, pero también a las otras personas detenidas. Lo único que distinguían bajo el trozo de tela amarillenta y ensangrentada eran sus pies, las baldosas, la gravilla del jardín.

La venda estaba pensada como un elemento más de tortura y se convirtió en un símbolo del cautiverio en los centros de detención y tortura de la policía secreta de la dictadura chilena, la DINA, donde las personas permanecían vendadas días, semanas o meses. Diana Arón estuvo siete semanas. Tenía 24 años y militaba en el MIR. Cuando fue detenida y trasladada a Villa Grimaldi en noviembre de 1974, estaba herida y embarazada. Esto no impidió que fuera torturada y posteriormente asesinada por el oficial del Ejército Miguel Krassnoff, quien, según el testimonio de otro de los torturadores que participó, se ensañó especialmente con ella porque era judía.

Hoy, una placa la recuerda en el Parque por la Paz Villa Grimaldi, el primer centro de detención y tortura del Cono Sur recuperado para la memoria. Muchas preguntas que se plantearon en 1994, cuando fue expropiado, siguen hoy abiertas. ¿Cómo se convierte un lugar de exterminio en un sitio de memoria? ¿Qué hay que decir y qué no? ¿De qué manera se articula la relación entre el pasado y el presente? ¿La impunidad dialoga con la memoria?

La geografía chilena está salpicada por 1.168 de estos lugares. Hay estadios, clínicas, barcos, puentes, incluso islas, como la isla Dawson, en Magallanes, que fue convertida en un campo de concentración que sirvió para recluir a los ministros y colaboradores directos de Salvador Allende. También la sede del Partido Socialista de Chile, Londres 38, se utilizó para estos fines. El camino para resignificarlos es lento y espinoso.

Aunque existen informes oficiales de Estado que describen extensamente lo que ocurrió durante los 17 años de dictadura, ha surgido, de la mano de la nueva extrema derecha pinochetista, un revisionismo que a veces niega y otras justifica lo que sucedió. Repiten que era necesario, inevitable, con una insistencia que intenta resucitar el relato impuesto por Pinochet que le presentaba como un hombre de Estado que salvó al país de una revolución.

En las elecciones del próximo 16 de noviembre, dos de estas formaciones se encuentran entre las cuatro preferidas y acumulan alrededor del 35% de la intención de voto. La tercera la encabeza Evelyn Matthei, representante de la derecha tradicional que en 2017 decía que ni ella ni su padre —quien fuera comandante en jefe de las Fuerzas Armadas durante la dictadura, Fernando Matthei— eran pinochetistas, pero que ahora también afirma que el golpe y las violaciones de los derechos humanos eran necesarias. La única opción que representa el Chile que no olvida es la candidata de la coalición de centroizquierda gobernante, la comunista Jeannette Jara.

Según todas las encuestas publicadas desde que fue elegida, Jara disputará la presidencia en segunda vuelta a José Antonio Kast, representante del Partido Republicano, que defiende desacomplejadamente el legado de Pinochet y afirma que, si estuviera vivo, le votaría. Kast, hijo de un miembro del partido nazi que llegó a Chile en 1946, ha visitado varias veces a Miguel Krassnoff en el penal de Punta Peuco y ha pedido su indulto a pesar de que acumula condenas por más de mil años de cárcel.

El actual Gobierno de Gabriel Boric puso en marcha en 2023 el Plan Nacional de Búsqueda, que quiere precisar el destino de 1.469 personas que la DINA hizo desaparecer, entre ellas Diana Arón, cuyo cuerpo nunca ha sido encontrado. El trabajo es lento, pero avanza, así como la resignificación de los espacios, al que se ha sumado recientemente Colonia Dignidad, expropiada en julio para convertirse en un centro de memoria. La continuidad de estas políticas depende de la voluntad del próximo Gobierno, y cuesta pensar que los que reivindican la dictadura destinarán recursos o no intentarán desbaratar los avances de una memoria que sigue a medio construir.

En su libro Calle Londres 38, Philippe Sands desvela algo que en Chile algunos ya sabían, pero que la justicia no ha investigado y nadie había puesto aún en papel: muchas personas detenidas desaparecidas terminaron convertidas en harina de pescado, un producto para alimentar pollos. El horror que ha provocado la revelación deja patente el largo camino que queda aún por recorrer en Chile en relación con la memoria histórica. Un camino, que como Sands insiste, está íntimamente ligado al binomio inmunidad/impunidad.

La verdad de lo que sucedió en Chile no concierne solo a la ciudadanía de este país; apela a nuestro futuro colectivo como pueblos. Uno que no puede ser escrito basándonos en eventos silenciados de la historia, en vacíos e interrogantes que siguen ocultos bajo la venda sucia y amarillenta que cubría los ojos de las víctimas.

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