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Elecciones México
Tribuna
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Generaciones y elecciones

A una buena franja de jóvenes de hasta 35 años el PRIAN no es algo que les parezca atractivo. Quizá parte de esto radica en los voceros. Hay cierto sabor a que una generación se va y otra viene

Elecciones en México
Habitantes de Xochimilco (Ciudad de México) se forman para votar en la elección del 2 de junio.Victoria Razo

Las elecciones pueden ser momentos de grandes cambios. Lo que hemos visto en diversos países nos ha mostrado giros sorprendentes este año. Y falta la elección estadounidense. En México, para asombro de todos —incluido el oficialismo—, las elecciones de hace unas semanas dieron un triunfo aplastante, abrumador, a la coalición encabezada por Claudia Sheinbaum, que será no solamente la primera mujer presidenta de México sino la más votada de la historia.

Sin lugar a dudas, la victoria de Sheinbaum y los suyos serán tema de conversación por meses. No solo por lo significativo del triunfo, sino también por las implicaciones de la derrota. A saber, la casi desaparición del PRI, que pasó al cuarto lugar en votos para la presidencia. Es la quinta fuerza legislativa en la Cámara de Diputados y la tercera en el Senado. El PRD desapareció. Y el PAN enfrenta una crisis que comenzó hace varios años pero de la que no se ve que tenga muchas ganas y capacidad de salir. Hay ganones claro: Movimiento Ciudadano enfrenta, por lo pronto, lo que se conoce como happy problems, y el Verde y el PT afinan las cotizaciones de sus votos y apartan lugar ante la caja registradora.

El fracaso de los partidos tradicionales llamados “grandes” —que ya no lo son— no es lo único que ha quedado del naufragio. Los medios de comunicación fueron el escenario de pleitos generacionales, lo mismo que actos de campaña. ¿A qué obedeció esto? Atínele usted, haga sus conjeturas. Podemos suponer que a una buena franja de jóvenes hasta 35 años el PRIAN no es algo que les parezca muy atractivo. Quizá parte de esto radica en los voceros que cada fuerza asignó a los medios y a las campañas. Hay cierto sabor a que una generación se va y otra viene. A continuación algunas escenas generacionales en la elección.

I. En la colonia Roma de la Ciudad de México —llena de bares y lugares de esparcimiento juvenil— un establecimiento organizó un debate con representantes de las candidaturas presidenciales. La idea era atraer a los jóvenes. Se vendieron boletos, que se agotaron, y se regalaban un par de cervezas: una al inicio y otra al final del evento. Antes de llegar se daba una boleta para marcar por quién se pensaba votar. Al término del debate, se volvía a pasar la boleta para saber si el votante había cambiado de opinión. Antes de empezar el evento los resultados eran estos: Claudia Sheinbaum 9%, Xóchitl Gálvez 53% y Jorge Máynez 10%. El programa comenzó. Por parte de Morena fue una mujer de treinta y tantos, ágil, combativa. Por parte de MC un hombre en sus treinta y bajos, articulado y enterado. Por la alianza xochilista fue una mujer de 70 años que lo más relevante que dijo fue que ella no era del PRI. La votación final dio una voltereta y terminó así: Máynez subió 28%, Sheinbaum subió 3% y Gálvez perdió 14%.

II. En varios programas, la señora Denise Dresser (que según ella liberó al pueblo de México de “las cadenas” que lo ataban) debate con la joven Vanessa Romero. Muy probablemente la señora Dresser lleva en los medios la edad de Romero (treinta y algo). Romero es una lopezobradorista entusiasta y elocuente. Las discusiones sacan de quicio a doña Denise. El gesto amargo, la mirada de desprecio, la evidencia de que su interlocutora le irrita profundamente, hacen que la sexagenaria se muestre desesperada. En un intercambio en el que Romero habla del clarísimo mandato que recibió Sheinbaum, y sus propuestas, en las urnas, doña Denise recurre al edadismo y con un tono en el que apenas controla la rabia procede a explicarle a la treintañera: “Tú, Vanessa, pudiste salir a votar y hubo una casilla con una cortinita y tinta indeleble, y un padrón numerado y una credencial de elector por las muchas de miles de personas que en los ochentas empezaron a exigir esto”. Es claro: Romero pudo votar por Sheinbaum gracias a Dresser, que le “quitó las cadenas” desde antes de que naciera su debatiente. No tienes derecho al futuro porque yo sigo en el pasado. El país de tus millones de votos no es tan bonito como mi país de los ochenta en transición. Malagradecida juventud.

III. Hablarle a los jóvenes siempre es una tentación. Ser el maestro, el guía, el faro para la juventud que se pregunta qué pasará en el incierto futuro. Esto suponiendo que esa juventud se lo pregunte. La generación de la transición tiene sus obsesiones: los malvados partidos políticos, la santidad de la sociedad civil y el primer voto de los jóvenes. Piensan cada elección que, si los nuevos votantes salen a los comicios, su favorito va a ganar por una lógica que ellos inventan, estimulan y que se creen de manera fervorosa. Claro, no son tontos. Saben que a los jóvenes hay que hablarles en su idioma, son los nuevos tiempos. Así pues, en la época del Tik Tok, del esfuerzo para comunicar algo en videos de un minuto, uno de nuestros historiadores más connotados, Enrique Krauze, se echa a la espalda la ruda e ingrata tarea de convencer a los jóvenes para lo cual hace, but of course, un video ¡de seis minutos! El video tiene mucho éxito en la generación de Krauze, que lo circula afanosamente en sus redes sociales.

IV. Sarah Aguilar Flaschka es una mujer en sus treintas. Además de ser una profesional competente en temas como la agrobiodiversidad, es la pareja de Jorge Álvarez Máynez, que fue candidato a la presidencia por Movimiento Ciudadano. Sarah tiene otro vínculo político: su padre Rubén Aguilar, que fue vocero de Vicente Fox. Rubén forma parte de un grupo muy activo en los desplegados, la denigración de los actores públicos que no son ellos, el frenesí por el like y rt, y la idea de que como los partidos no sirven ellos los deben dirigir a distancia. En el —ahora sabemos— microclima que se creó por parte de ese grupo y otros más, con el triunfo de Xóchitl, Rubén consideró muy importante su participación en un desplegado que afirmaba que Gálvez era la única opción de triunfo en ese momento de definiciones cruciales. Rubén supuso que también sería muy importante y de gran impacto en el electorado indeciso dar unas entrevistas en las que decía que no votaría por el papá de sus nietos, pues su familia era muy plural.

Quizá sorprendida por el gratuito balconeo familiar, Sarah dio, en una entrevista con El Financiero, una precisa descripción sobre lo que pasa con esa generación que se vistió de rosa en la pasada elección: “En lo que está instalado mi papá es que somos una familia plural y entonces se vale todo, pero eso tiene un límite. Creo que hay escalas y que un problema de esa generación es que le está costando, a niveles ruines, pasar la estafeta. En la generación de mi papá nunca hubo una reflexión profunda sobre el privilegio. Creen que se merecen todo. Son soberbios. Piensan que les toca ese lugar para siempre. Es increíble que aún quieran sostener la centralidad y el protagonismo. En este ejemplo concreto, mi papá no pudo dimensionar que al que ahora teníamos que acuerpar era al que tenía la encomienda mayor y ese es Jorge. No entendió que él no podía protagonizar en este momento. Al margen de que, por supuesto que podía votar por Xóchitl, nadie le iba a pedir foto de su boleta (...) A todos esos señores que están ahí aferrados, las tecnologías les están haciendo mucho daño. Están dejando en las redes un registro de una decadencia que va en contra del legado que construyeron”.

Pues eso.

@juanizavala

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