‘Alito’ Moreno anuncia una “reforma profunda” y tantea un cambio de nombre, colores y logo del PRI
Pese a las promesas de renovación, el dirigente priista abre la puerta a mantenerse en el cargo: “Estaré donde el partido me necesite”
“Tendremos una profunda reforma, grandísima”. Esa es la última promesa que ha hecho Alejandro Alito Moreno a los militantes y simpatizantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI). El dirigente priista adelantó este viernes que convocará a reuniones en todo el país para analizar los próximos pasos de la formación tricolor y refrendar la confianza de 6,6 millones de votantes. Incluso, planteó que se discutan cambios en “el nombre del partido, sus colores y su logo”, al asegurar que es una propuesta que se ha puesto sobre la mesa. Con todo, el líder partidista, que concluye su mandato en octubre próximo, dejó abierta la posibilidad de mantenerse en el cargo. “Estaré donde el partido me necesite”, afirmó.
Las declaraciones de Moreno son una respuesta a la ola de críticas contra su dirigencia y sus aliados del frente opositor, Marko Cortés del Partido Acción Nacional (PAN) y Jesús Zambrano del Partido de la Revolución Democrática (PRD), tras la derrota en las elecciones del pasado 2 de junio. El dirigente ha privilegiado enviar mensajes de “unidad” y fortaleza interna frente a los cuestionamientos, aunque ha reconocido de forma esporádica que se han cometido “errores”. El anuncio ha sido vago y aún deja muchas dudas sobre cómo será la renovación, si la promesa es creíble y si irá más allá de cambios cosméticos. “Lo que queremos es impulsar un partido más tecnológico, más digital, que esté cerca de la ciudadanía, discutir todos los temas, no sólo nuestra ideología, nuestro programa de acción”, declaró en entrevista con la periodista Azucena Uresti.
La insistencia de Moreno en quedarse ha provocado burlas de sus adversarios políticos. “Tenemos que apoyar a Alito, le hemos ganado en todo, entonces que siga”, dijo Mario Delgado, el líder de Morena, el partido gobernante a Radio Fórmula. “Aquellos cuadros del PAN y del PRI que andan pidiendo la salida de Alito y Marko Cortés, nosotros rechazamos eso. Queremos que se queden ahí hasta que acaben con esos partidos”, declaró esta semana Benjamín Robles, diputado del Partido del Trabajo, aliado del oficialismo. El priista amarró una curul como cabeza de lista de las candidaturas plurinominales de su partido al Senado y tomará posesión de su escaño el próximo 1 de septiembre.
Las promesas de Alito serán puestas a prueba en la próxima asamblea nacional, “el órgano supremo” del PRI según sus estatutos, aunque todavía no se ha anunciado cuándo se convocará. Los lineamientos internos establecen que debe reunirse al menos cada tres años. Esa asamblea está integrada por el Consejo Político Nacional, el Comité Ejecutivo Nacional, los líderes estatales y municipales, los legisladores federales priistas, así como las cabezas de las organizaciones sectoriales del partido, entre otros. El Consejo Político está pensado como un órgano deliberativo y está encabezado por el presidente del partido, Alejandro Moreno. El Comité Ejecutivo tiene a su cargo la operación política de su formación y es presidido por Moreno. La convocatoria de la asamblea corresponde también a Moreno, así como la coordinación de sus trabajos. Pese a la discrecionalidad que le dan los estatutos, el dirigente aseguró que “al final del camino, la decisión la van a tener las y los delegados”.
“Únicamente la asamblea nacional podrá autorizar cambios al emblema, colores o lema del partido”, se señala en los documentos internos. Esos lineamientos plantean tres opciones para la elección de un nuevo jefe partidista: elección directa entre la base militante, una asamblea de consejeros políticos o una asamblea nacional, con una mayor cantidad de delegados que la anterior. “Por caso fortuito, fuerza mayor o pertinencia electoral, el Consejo Político Nacional podrá acordar ampliar el plazo para su celebración a un término no mayor de dieciocho meses”, se dicta.
Todo hace indicar que Moreno tendrá las riendas de su propia sucesión, en un territorio que se asemeja más a un feudo que a un partido. La crítica interna y la disidencia se ha diluido entre llamados a la lealtad y fugas masivas de liderazgos a Morena y otras fuerzas políticas. La exdirigente Beatriz Paredes dijo en entrevista con este diario antes de las elecciones que ella promovió una reforma interna para prohibir la reelección de la cabeza del partido. Pero todo puede cambiar en la reglamentación interna del partido, si así lo determina la asamblea. El año pasado, el Tribunal Electoral concedió una prórroga a Moreno para que pudiera extender su mandato. “Son atribuciones de la asamblea nacional emitir, reformar, adicionar o derogar los documentos básicos del partido, así como el código de ética partidaria”, establecen los estatutos.
“Nuestra asamblea nacional habrá de discutir todos los mecanismos para la sucesión de la dirigencia nacional del PRI, aquí no va a haber albazos, sorpresas”, prometió Moreno. El partido presentó sus impugnaciones ante el Tribunal Electoral, que validará los resultados de las votaciones a más tardar en agosto, lo que supone un cierre formal de un capítulo traumático para la oposición tras el fracaso. “Si el momento llegó de la reforma profunda, los priistas no tendremos temor ni miedo”, aseguró. Se mantiene en el aire si habrá una refundación real del partido, conducida por la mesa directiva de la asamblea nacional, guiada por Alito Moreno y su secretaria general, como sentencian los estatutos.
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