El panorama económico de América Latina según el FMI
La región enfrenta un panorama relativamente complejo, con muchos retos por delante y con perspectivas poco favorables en comparación con países emergentes y en desarrollo de otras regiones
En una columna reciente me referí a la creciente heterogeneidad económica de América Latina. El informe más actual del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre las Perspectivas Económicas para el Hemisferio Occidental parece confirmar dicha tendencia. El informe comienza identificando las tendencias generales recientes en la región: resiliencia frente a la pandemia, una cierta moderación en el crecimiento económico de 2023, un entorno externo menos dinámico (incluyendo una fuerte desaceleración en el comercio exterior), un claro proceso desinflacionario y mercados laborales fuertes con relativamente bajas tasas de desempleo.
Hacia adelante, el informe identifica un cierto deterioro en las perspectivas económicas de mediano plazo y la incapacidad para converger o acercarse a los niveles de ingreso per cápita de países desarrollados (en contraste con lo que se espera para economías emergentes y en desarrollo de Europa y Asia). Se estima que en los próximos cinco años el crecimiento para las economías latinoamericanas rondará un promedio de 2% por año, lo que es considerablemente inferior a lo que se prevé para economías similares de Europa (más de 3%) y Asia (alrededor de 5%).
Para el FMI, en un contexto de envejecimiento de la población y de un menor dinamismo demográfico, las oportunidades de mejora para la región dependen de una mayor participación de la fuerza laboral y del cierre de las brechas de género tanto en participación laboral como en ingresos. Por otra parte, el Fondo considera que el entorno para la acumulación de capital en la región no es del todo favorable, ya que el ambiente de negocios es débil, con indicadores poco favorables en materia de gobernanza, capacidad logística e infraestructura para el comercio; además de que la inversión pública en general es baja y de poca efectividad.
Finalmente, el FMI señala que la productividad en la región sigue siendo baja y que, hacia adelante, varios países de la región tienen todavía el reto de un importante ajuste fiscal (una consolidación necesaria debido a los aumentos en los niveles de gasto y deuda públicos ocasionados por la pandemia), de destinar mayores recursos para hacer frente al cambio climático y de avanzar en el proceso de reformas estructurales.
En suma, la región en su conjunto enfrenta un panorama relativamente complejo, con muchos retos por delante y con perspectivas poco favorables en comparación con las que enfrentan los países emergentes y en desarrollo de otras regiones. Llama la atención que en este balance prácticamente no se menciona el tema de la relocalización de actividades provenientes del continente asiático, lo que quizá se debe a que los beneficios de este proceso no serán generalizados para la región.
Más allá de estas tendencias generales, llama la atención la gran heterogeneidad que se manifiesta en el reporte sobre las perspectivas de los países de la región. Veamos, por ejemplo, lo que se espera en el corto plazo en materia de crecimiento económico (2023-2025). De entrada, el reporte divide a la región en seis subgrupos (cuatro para América Latina y dos para el Caribe), lo que ya es una muestra en sí de la complejidad de la región. Para la región en su conjunto se espera que esta crezca al 2% en 2024 y al 2,5% en 2025, después de haber crecido 2,3% en 2023.
El primer subgrupo de América Latina se compone de México y Brasil, los dos países más grandes del subcontinente. Para estos dos países en su conjunto se anticipa una desaceleración, ya que crecieron al 3,1% en 2023 y se espera que crezcan en 2,2% en 2024 y en 1,8% en 2025. La desaceleración más fuerte se prevé para México, ya que se estima un crecimiento de solo 1.4% para 2025 como resultado de la consolidación fiscal prevista para ese año.
El segundo subgrupo se compone de cinco países sudamericanos: Chile, Colombia, Perú, Paraguay y Uruguay. A diferencia del primer subgrupo, se estima que el crecimiento en estos países se va a acelerar, ya que pasaría de 0,4% en 2023 a 1,9% en 2024 y a 2,6% en 2025. El tercer subgrupo se compone de otros cuatro países sudamericanos: Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador. Este subgrupo se espera que pase de una contracción en 2023 y 2024 (-0,1% en 2023 y -1,2% en 2024) a un rápido crecimiento en 2025 (4%). La dinámica de este subgrupo estaría respondiendo básicamente a la evolución esperada en Argentina. El cuarto subgrupo corresponde a los seis países de Centro América más República Dominicana. Este grupo se prevé que mantenga un sólido crecimiento de 4.2% en 2023, 3.9% en 2024 y 3.8% en 2025.
En cuanto a los países del Caribe, estos se aglutinan en dos grandes grupos, los que dependen del turismo y los más diversificados. Del primer grupo se anticipa una cierta desaceleración, ya que su crecimiento se estima que pase de 3,5% en 2023, a 2,5% en 2024 y a 2,1% en 2025. Finalmente, el otro grupo caribeño incluye a los países exportadores de materias primas como Surinam, Guyana y Trinidad y Tobago, además de a Haití. Este grupo, en contraste con el resto de la región, se prevé que siga creciendo a tasas muy elevadas: 11,2% en 2023, 13,6% en 2024 y 9,3% en 2025.
Así, como se puede ver en las cifras antes descritas, la heterogeneidad de la región es más que evidente. Es cierto que se siguen compartiendo algunas tendencias generales, pero las diferencias entre los subgrupos son muy evidentes. Cada vez tendremos que ser más cuidadosos cuando hablemos de América Latina en su conjunto. Es cierto que hay patrones y tendencias generales, pero no debemos olvidarnos de las especificidades de los diferentes países.
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