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XÓCHITL GÁLVEZ
Columna
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Xóchitl: entre propuestas de Obrador y de Bukele. Në'ëjpy

A falta de brillo propio, Gálvez y la oposición tratan de iluminarse electoralmente con la luz de la popularidad de las ideas de otros personajes, aunque se trate de sus adversarios políticos

Xóchitl Gálvez en un evento de campaña en Guadalupe, Nuevo León, el 9 de marzo 2024.
Xóchitl Gálvez en un evento de campaña en Guadalupe, Nuevo León, el 9 de marzo 2024.Gabriela Pérez Montiel (Claroscuro)
Yásnaya Elena A. Gil

Ya ha pasado tiempo desde que columnistas y miembros destacados de la ahora oposición escribían y opinaban sobre el peligro que entrañan los programas sociales que otorgan apoyos económicos directos a diferentes sectores de la población, nos repetían que lo correcto era enseñar a pescar y no regalar el pescado, que los programas sociales sólo servían para crear redes clientelares y sacar dividendos electorales que tanto le hacen daño a nuestra joven democracia. Lo que había que hacer, decían, es impulsar el emprendedurismo al estilo Vicente Fox y su idealización de los “changarros”, fomentar la creación de empresas y de empleos; esto último era tan fundamental que constituía uno de los tópicos de propaganda electoral más socorridos por quienes ahora son oposición; el número de empleos creados durante un periodo de gobierno constituía también una de las medidas de éxito más importante en este tipo de narrativa, independientemente de si esos empleos estaban bien pagados o no, si eran temporales o si respetaban derechos laborales básicos. Poca autocrítica hubo y, en muchos casos, la tan glorificada creación de empleos, fomentaba en realidad la explotación de mano de obra barata. Todo esto fue creando un gran descontento social que decantó en la elección como presidente de la República a Andrés Manuel López Obrador quien ya en la Ciudad de México había apostado por modelos de transferencia económica directa y que hablaba de este tipo de programas abiertamente durante sus tres campañas electorales.

Lejos ya de usar la creación de empleos como protagonista discursiva de su campaña electoral, la oposición dio un asombroso, y muy conveniente, viraje discursivo en el tema. Lejos de satanizar los programas de transferencia directa como hacían con anterioridad, la candidata presidencial de la oposición, Xóchitl Gálvez, ahora jura, una y otra vez, que los programas sociales impulsados por el ahora presidente de la República no serán eliminados, la insistencia es tanta que prometer lo que no hará se ha vuelto más protagónico que las promesas de lo que sí hará en caso de convertirse en presidenta. La obsesión ha llegado a tal grado que, en un extraño acto, firmó con su propia sangre y ante notario un documento que asegura aquello que no hará: eliminar los programas sociales creados durante el sexenio de López Obrador. La candidata de la oposición no define su postura por oposición, como habría de esperar, si no lo hace insistentemente por afinidad con los programas sociales más importantes del gobierno al que, irónicamente, aspira a desterrar del poder. Cuando el expresidente Vicente Fox ha expresado su desprecio por los programas sociales como el apoyo económico directo a jóvenes o a adultos mayores, personajes como Santiago Creel han salido inmediatamente a desmentirlo y a prometer, una vez más, que, si la oposición gana la presidencia, estos programas no van a desaparecer.

Por otro lado, Xóchitl Gálvez se ha centrado en poner de relieve la inseguridad y la violencia en el país, tan es así, que comenzó su campaña presidencial en Fresnillo Zacatecas, la ciudad con la percepción de inseguridad más alta en México. En el discurso trató de marcar contraste haciendo referencia a la famosa frase de “abrazos, no balazos” que popularizó el actual presidente de la república, dijo que “se acabaron los abrazos a criminales” orbitando de nuevo en el universo discursivo de López Obrador. Las propuestas para hacer frente a la violencia y a la inseguridad tampoco parecen ser muy novedosas del lado de la oposición. Los 15 puntos del plan de seguridad presentados por Xóchitl Gálvez no se alejan del ya conocido discurso de sexenios panistas de actuar con toda la fuerza y capacidad del Estado en contra de la delincuencia y quitarle a las Fuerzas Armadas labores civiles para que recuperen su “vocación” por el combate a las organizaciones criminales. Esto último me parece lamentable, porque normaliza que las Fuerzas Armadas deben combatir la delincuencia cuando no era su atributo constitucional, normaliza pues la militarización de las funciones civiles de la policía. En esto, tampoco es que se diferencie mucho de la militarización de la Guardia Nacional en este sexenio.

Otra de las propuestas en las que más ha insistido últimamente Xóchitl Gálvez es en la creación de una gran prisión de máxima seguridad dotada con la tecnología más avanzada. Esto remite inevitablemente al Centro de Confinamiento del Terrorismo creado por el muy popular presidente salvadoreño Nayib Bukele, una megacárcel en donde los derechos humanos parecen estar suspendidos y en dónde, con muchas dudas sobre el respeto al debido proceso, han sido confinados decenas de miles de reclusos.

Pareciera que las propuestas de Xóchitl Gálvez que más destacan informativamente son ideas relacionadas con personajes de alta popularidad como López Obrador o Nayib Bukele. A falta de brillo propio, Xóchitl Gálvez y la oposición tratan de iluminarse electoralmente con la luz de la popularidad de las ideas de otros personajes, aunque se trate de sus adversarios políticos. En cuanto a otros temas, la oposición ha hecho del lugar común una constante; por los números, estos lugares comunes poco parecen apelar al gran electorado.

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