Miedo y rabia entre los supervivientes del accidente en Atlacomulco: “Pensé que el camión iba a explotar”
La mayoría de los pasajeros del autobús arrollado por un tren en el Estado de México, que ha dejado 10 muertos y 45 heridos, son empleadas domésticas o albañiles que trabajan en Ciudad de México

En el Hospital General de Atlacomulco solo se escuchan los murmullos de los familiares que contienen el aliento y los gritos de la policía que anuncia nombres por megáfono. José Ramírez no quita ojo de la puerta, esperando a que digan el nombre de su hija, Azucena. La mañana de este lunes fue a llevarla a la estación de autobús de San Felipe del Progreso, en el Estado de México, para que la joven de 22 años tomara el camión de las 06.00 de la mañana y pudiera llegar a su trabajo de empleada doméstica en la Ciudad de México. Alrededor de una hora después, su hija consiguió llamarle y decirle que el bus de dos pisos había tenido un accidente sobre las vías del tren. Cuando Ramírez llegó, vio los cuerpos tendidos al lado del tren detenido, junto al autobús en el que viajaba su hija partido en tres.
El accidente ha dejado al menos 10 pasajeros muertos y a otros 45 heridos. El camión de la línea Herradura de Plata había salido esta mañana de San Felipe del Progreso, a primera hora de la jornada. Dentro viajaban más de 55 personas, en su mayoría albañiles y empleadas domésticas que trabajan y viven en la capital entre semana. La mayoría habían ido a visitar a sus familias el fin de semana y se despidieron el domingo antes de irse a dormir.
Esta mañana, el conductor del vehículo llevaba recorridos apenas 15 kilómetros cuando llegó a un cruce de ferrocarril de mercancías en la Zona Industrial de Atlacomulco. El tráfico, denso a esa hora, le obligó a frenar antes de cruzar. En un intento de pasar al otro lado antes de que llegara el tren, decidió adelantarse. La intersección solo cuenta con una señal de Alto, no hay pluma ni semáforo para regular el paso. El único aviso que tenía el conductor de que se aproximaba el tren es el ruido ensordecedor que hacen los vagones al aproximarse por su derecha, al abrirse paso por un ángulo de visión entorpecida por un espectacular y unos árboles que cubren parte del camino.

Un error de cálculo, una imprudencia o una combinación de las dos sumadas a la deficiente señalización del cruce provocó la tragedia. La locomotora alcanzó al autobús, que había conseguido pasar hasta la mitad de las vías. El impacto hizo que el vehículo se plegara, abrazando la parte frontal del tren. El metal fue arrastrado por varios metros sobre los raíles, hasta que el autobús se partió. La mitad posterior quedó del lado sur de la carretera Maravatio - Atlacomulco. La parte frontal, del lado norte. El trozo central, un esqueleto metálico totalmente deformado, quedó aplastado en la cara de la locomotora.
Yoana Segundo, de 17 años, viajaba en el piso superior del autobús. Había madrugado mucho para llegar a tiempo a su trabajo como asistente doméstica en Ciudad de México. El cansancio la venció y estaba dormida cuando sintió el golpe. Cuando abrió los ojos, se vio al borde de caer por uno de los laterales del autobús, que perdió el techo y parte de las paredes del segundo nivel en el impacto. Unos pasajeros la sujetaban para que no se cayera. Su tía espera en el hospital de Atlacomulco a que terminen de operarla del traumatismo que sufrió en el abdomen. El nombre de Yoana es uno de los 21 que figuran en una lista escrita a mano con lápiz en la puerta de urgencias, a la que se acercan varios familiares buscando a sus seres queridos que salieron a trabajar en ese autobús.
A pocos metros está la familia de Rubén Ascensión Rodríguez, de 52 años. Este albañil toma el autobús de Herradura Plateada cada lunes para ir a la obra, y regresa con su mujer y tres hijas los sábados. Ellas vieron las fotos del accidente en Facebook, y no tardaron en reconocer en las imágenes el abrigo marrón de su papá, que estaba tirado a un lado de las vías. Con el impacto, salió despedido desde el segundo piso y aterrizó a un lado del autobús. Recuerda que otros pasajeros pudieron levantarlo y llevarlo al hospital, donde le han dado puntos en la cabeza, según cuenta su mujer, Florencia Ascencio, acompañada de toda la familia.

El presidente municipal de San José del Rincón, un municipio vecino del que proceden gran parte de los heridos, se ha acercado al hospital a tranquilizar a los familiares. Asegura que la empresa del autobús se hará “cargo de todo” y que se les brindará un equipo jurídico para que puedan gestionar el seguro y los gastos de traslado y hospital. “Hay que implementar banderillas”, ha reconocido Javier Mercado, y ha añadido que se implementará un programa para formar a los conductores sobre los riesgos en los cruces de ferrocarril. “Hay todavía gente que iba en el autobús a la que no han localizado y otros a los que no han identificado”, señala el representante.
En la parte superior del autobús viajaban los cuatro hijos de María Elena Francisco Cruz, todos albañiles que trabajan juntos en una obra en la capital. El mayor, René Campos, de 31 años, está en el hospital de Atlacomulco con heridas en la cabeza y en la boca. A sus hermanos los trasladaron a una clínica privada, con cortes en las piernas y contusiones en el cuerpo. “Le quieren dar el alta y llevarlo a otro hospital pero a mí me da miedo que le pase algo en el camino”, dice su madre con la voz rota del llanto.

Esperanza Santiago Bacilio es una de las supervivientes que han recibido el alta y que espera en la Fiscalía a que le den información sobre cómo proceder legalmente. Tiene 43 años e iba a trabajar a la residencia de la capital donde es empleada doméstica. Venía dormida en el piso de abajo cuando sintió el golpe, que la desplazó al asiento de delante. Cuando abrió los ojos tenía el cuerpo sin vida de un muchacho joven a sus pies, y narra que desde el nivel superior se caían los pasajeros encima de ella. Estaba aturdida, entre los alaridos de ayuda, los vidrios que se le clavaron en la cabeza y el dolor de espalda que le atravesaba el cuerpo. “Me daba miedo que el camión fuera a explotar y me apresuré a salir con otras personas”, recuerda. Había hecho ese viaje cientos de veces antes, y subraya que sí es un cruce muy peligroso.
A su lado, María del Carmen Sánchez Reyes contienen el llanto tras haber perdido a su hija Carolina, de 35 años. También trabajadora de la limpieza y cocina en un hogar de la capital, había ido a pasar el fin de semana con sus tres hijos, que cuida la abuela mientras ella ahorra dinero para enviarles. La abuela recuerda que su hija se despidió de ella anoche, mientras hacía tortillas. “Me dijo que me sentará a descansar y que ya las hacía ella”, recuerda angustiada. Supo que algo le había pasado cuando no llamó a las 7.30 como de costumbre. Mientras toda la familia espera a que le entreguen su cuerpo, sus seres queridos se preguntan dónde está el chófer del autobús y si recibirá justicia. “Nos dicen que se fue caminando con una herida en la cabeza, lo dejaron escapar. Tienen que encontrarlo para que pague. Toda esta gente que ha muerto estaban bajo su responsabilidad”, sentencia en un tono cargado de rabia mezclado con dolor.

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