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Del códice al laboratorio, el misterio del ‘Mapa de Popotla’ requiere mayor investigación: “El enigma lo podemos resolver”

Tras haber datado el documento como una copia de 1950 y no uno prehispánico, como se creía, la antropóloga Isabel Bueno y su equipo recomendaron analizar una muestra de calidad del mapa para corroborar los resultados del primer estudio

Andrés Rodríguez

Desde que comenzó hace casi 20 años, la relación de la antropóloga española Isabel Bueno con el Mapa de Popotla ha sido una montaña rusa. Rodeada de cinco de sus colaboradores de la UNAM, denominado como el Popotla Team, no ha dudado en reafirmar sus sensaciones por la reciente revelación de que el documento podría tratarse de un mapa moderno manufacturado hacia 1950 y no un códice prehispánico, como ella misma y otros especialistas habían considerado durante años, según dio a conocer la datación por carbono-14. “Ha sido una explosión de sorpresas divertidas y decepcionantes”, ha manifestado a los asistentes durante un conversatorio en una sala del Museo de Antropología, en Ciudad de México, evento en el que las autoridades del Instituto Nacional de Antropología (INAH) no estuvieron presentes.

Lejos de rendirse y bajar los brazos, la académica ha salido al paso para acallar a todas esas voces que especulan y cuestionan la existencia de este códice, posiblemente del siglo XVI. Asimismo, ha apelado a las autoridades a cargo del patrimonio del país a la necesidad de que se les facilite más elementos de investigación que les permitan corroborar los resultados de este primer estudio multidisciplinario.

La investigadora apunta que el Mapa de Popotla original forma parte de un corpus de cartografía de tradición indígena novohispana del centro de México. Con un valor simbólico y territorial, dice, fue posiblemente utilizado como documento legal y genealógico en el contexto de las transformaciones sociales y políticas de las primeras etapas del contacto entre las sociedades indígenas y los españoles.

“El mapa existió al menos desde 1655. La concepción espacial y la forma de plasmar el tiempo es muy mesoamericana. El color del traje de los guerreros, según su rango. La presencia de dos pirámides y un tzompantli. Claro que ha existido [el códice]. Ese enigma lo podemos resolver”, afirmó Bueno.

El trabajo de investigación incluyó a un equipo interdisciplinario de especialistas mexicanos, que incorporó técnicas como el uso de luces forenses, determinación de los elementos químicos de pigmentos, análisis microscópico de las estructuras fibrosas y estudios codicológicos comparativos.

Uno de los principales reclamos de su equipo fue que solo se les proveyó de una muestra de 7 miligramos. “No logramos convencerlos de tomar más”, contó Miguel Ángel Martínez, contó Miguel Ángel Martínez, miembro del equipo de especialistas en datación con radiocarbono y espectrometría de masas con aceleradores de la UNAM que forman parte del equipo de Bueno. Para el estudio de la autenticidad del Códice Maya, por ejemplo, les permitieron trabajar con una muestra de 20 miligramos, dijo el especialista.

En ese aspecto, el carbono-14, un elemento radioactivo para medir la edad de los objetos, “una herramienta que ha transformado nuestra comprensión del pasado y del presente” —afirma Martínez—, permitió establecer que la muestra analizada del Mapa de Popotla se sitúa dentro de la curva de calibración del Pico de la Bomba, es decir, entre 1950 y 2000. Esta señal es consecuencia del aumento de carbono-14 derivado de las pruebas de armas nucleares realizadas en la atmósfera entre 1950 y 1963.

Sin embargo, aclara Martínez, estos resultados podrían no ser concluyentes debido al riesgo de que el procedimiento de preparación de la muestra no haya logrado eliminar eficientemente el carbono moderno exógeno. “Es necesario un muestreo de calidad para verificar si se reproducen los resultados. Vale la pena repetir los análisis para determinar si es moderno o no. Los resultados obtenidos no son un punto final, sino un acicate para continuar, dijo el químico de la UNAM, lo cual Bueno secundó.

La antropóloga madrileña explicó que no se conoce dónde está el original del Mapa de Popotla, pero sí que se hicieron dos copias que están en la ciudad de México y otras dos en Viena. Sus investigaciones han permitido documentar la existencia de una copia más en México: una en piel animal, otra en papel semitransparente elaborada en 1720 —conocida como calco de Gómez de Orozco— y una tercera, no documentada hasta ahora, sobre papel albanene del siglo XX, posiblemente realizada por encargo del arqueólogo Alfonso Caso, hacia finales de la década de 1940.

El resultado ha suscitado una serie de dudas que los responsables del resguardo de este códice podrían ayudar a resolver. Por ejemplo, en caso de confirmarse que se trata de una copia moderna, ¿cómo llegó hasta ahí? Además, queda por averiguar la antigüedad de las copias vienesas.

Las investigaciones de Bueno indican que, cuando el emperador Maximiliano ordenó crear el Museo Nacional en 1866, el códice original debía de estar allí, pues en esa fecha ya se habían realizado las copias que llegaron a Europa. Según la ficha de la Biblioteca Nacional de Viena, ambas copias están datadas en 1720 y su lugar de origen es México. “Todo parece indicar que fue Dominik Bilimek quien, después de la muerte de Maximiliano y siendo director del Museo Nacional, sacó las copias del país”, explica.

El otro país involucrado en este enigma es Austria, por lo que una representante de su embajada estuvo presente en el conversatorio. Bueno subrayó la conveniencia de que ese país europeo se sume a los esfuerzos por resolverlo y facilite el acceso a las copias del códice que resguarda. Para continuar y concluir este proyecto, es imprescindible obtener los permisos necesarios para realizar pruebas en las copias en Viena. Es un proyecto precioso. Tenemos un equipo extraordinario. Contágiense de la magia que es el estudio de este documento olvidado, el Mapa de Popotla”, sentenció la arqueóloga. El enigma del códice sigue vivo y las autoridades del INAH tienen la capacidad de allanar el camino hacia su resolución.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México
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