Cuba, la piedra en el zapato de las relaciones entre México y Estados Unidos
La reprimenda del subsecretario de Estado estadounidense al embajador mexicano en la ONU por el respaldo a La Habana reaviva las fricciones en plena embestida de Trump en el continente


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está en plena embestida en el continente. México, el alumno aventajado, ha sorteado hasta ahora las políticas más agresivas del republicano, que tiene la mira puesta en Venezuela y Colombia, pero el equilibrio es, como siempre, frágil y temporal. El subsecretario de Estado de Trump, Christopher Landau, reprendió esta semana a México por respaldar a Cuba en la Asamblea General de la ONU, que cada año desde 1992 ha pedido el fin del embargo estadounidense al país caribeño. La votación de este año arrojó el apoyo más bajo al Gobierno cubano en lo que va de siglo, pero contó, como cada vez, con el respaldo de México, un aliado histórico en la región. La postura mexicana no es ninguna sorpresa, pero la reacción al norte de la frontera ha sido más dura de lo habitual. “Como amigo de México, me entristece”, expresó Landau, que también fue embajador en el país.
El Gobierno latino, en realidad, no se ha movido de su lugar. Sus relaciones con Cuba han sido relativamente estables desde hace más de 65 años, con independencia de quién encabezara el Ejecutivo. Hoy la presidenta, Claudia Sheinbaum, envía petróleo y recibe médicos, como antes lo hizo su predecesor, el también morenista Andrés Manuel López Obrador. Antes de ellos, sin embargo, el priista Enrique Peña Nieto condonó gran parte de la deuda que Cuba había adquirido con México en un acercamiento en las relaciones que solo se han enfriado durante los Gobiernos conservadores del PAN.
“La Revolución Mexicana sirvió de ejemplo para la Revolución Cubana y fue un proceso legitimador de la política exterior de México en la región”, apunta Pía Taracena, experta en asuntos internacionales de la Universidad Iberoamericana. En el tablero internacional que quedó configurado entonces, con la Guerra Fría de fondo, “México ejerció como un puente o un canal” entre Cuba y Estados Unidos, apuntala el historiador David Jorge. “Necesario, en el fondo, para ambas partes”, añade. Eso permitió a México “reforzar su condición de vecino de confianza a la par que de actor de liderazgo regional”.
Hoy, el escenario es otro y las palabras del embajador mexicano en la ONU, Héctor Vasconcelos, no han sentado bien al otro lado del río Bravo. El representante del país latino acusó a Estados Unidos de estar en “continuo desacato” de “la voluntad mayoritaria de la comunidad internacional”. “Pareciera que aún no podemos escapar de los prejuicios y las intolerancias que caracterizaron la política de la Guerra Fría, que han demostrado su indiscutible fracaso”, manifestó en un discurso en el que habló ―como suele hacerlo Sheinbaum― de “bloqueo”, un término que irrita especialmente al norte de la frontera, que opta por la palabra “embargo”. “Si vamos a hablar de la política estadounidense hacia Cuba, hagámoslo al menos basándonos en la realidad y no en fantasías”, le reconvino Landau, que amenaza con retirar visas a sus opositores a golpe de tuit.
Las quejas de Estados Unidos auguran un cambio de época. “[Landau] está marcando el regreso de la Administración Trump 2.0, en el que no hay aceptación a ningún tipo de perspectiva contraria a sus postulados, venga de donde venga. Algo que está fuera de su retórica lo enmarcan como inaceptable, a pesar de la amistad, como dice él”, señala Abelardo Rodríguez, internacionalista de la Universidad Iberoamericana: “Estamos en el final de un ciclo y en el inicio de otro, en el que Estados Unidos está buscando recuperar los espacios perdidos en todo el hemisferio, considerando la doctrina Monroe [América para los americanos]”.
La pregunta entonces, plantea Rodríguez, es hasta cuándo se va a poder mantener esa relación triangular en la que México actúa de bisagra entre las dos naciones, un elemento “trascendental en la política exterior de México”, e incluso de Sheinbaum, que tiene “una afinidad personal con la revolución cubana desde niña”, dice el experto. De momento, México ha salido indemne de una relación que a otros países les ha comenzado a pasar factura tras el nombramiento de Marco Rubio al frente del Departamento de Estado, cuyo origen cubano ha funcionado como una declaración de intenciones del Gobierno de Trump.
México envía cientos de miles de barriles de petróleo y de diésel a Cuba, que a su vez destina a cientos de médicos al país norteamericano, cuya falta de especialistas se agravó durante la pandemia de covid. Sheinbaum ha defendido en numerosas ocasiones ambas políticas, que reafirman las relaciones entre los dos países más allá de cualquier presión de Estados Unidos. “La ayuda humanitaria, en cualquier caso, México siempre la va a dar, siempre, a Cuba y a otros países que lo necesiten”, dijo este octubre la mandataria sobre el envío de combustible. “Colaboración, coordinación, pero no subordinación. México define su política exterior”, había dicho también en junio, a cuenta de las contrataciones de médicos cubanos, una cuestión sobre la que Rubio está apretando a otros países, en un intento por acabar con una fuente de financiación que contribuye a mantener a flote al Gobierno de Miguel Díaz-Canel en la isla.
El secretario anunció en febrero una política de restricción de visas para aquellos que alimentaran el programa cubano de exportación de mano de obra, especialmente las misiones médicas, que Estados Unidos califica como “trabajo forzoso”. En junio, el aviso fue para los Gobiernos centroamericanos que “explotaran” a los profesionales cubanos, y en agosto dos funcionarios brasileños, Mozart Julio Tabosa Sales y Alberto Kleiman, perdieron su visa por su rol en la implementación del programa Mais Médicos en su país, que contaba con doctores cubanos.
El Gobierno de Trump está cerrando el cerco sobre Cuba acorralando cualquier relación con los países del continente. Por el lado mexicano, que ha marcado una distancia clara aunque prudente con su vecino del norte, hasta ahora ha hecho la vista gorda. El expresidente morenista hizo un despliegue especialmente notorio de cercanía con La Habana. Visitó el país en varias ocasiones y otorgó a Díaz-Canel la orden del Águila Azteca, la distinción más alta a un jefe de Estado extranjero, en 2023, cuando el demócrata Joe Biden ocupaba la Casa Blanca. “Al defender a Cuba se defiende también a México”, ha sido la filosofía del Ejecutivo desde los tiempos del PRI. López Obrador la recuperó y la expandió. Sheinbaum trata de continuarla ahora, pero Abelardo Rodríguez advierte: “Apenas estamos entrando en este nuevo contexto. Va a ser muy difícil mantener esa continuidad para la presidenta”.
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