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María José Cuevas: “Juan Gabriel era más poderoso que el mismo poder”

La directora de la serie documental de Netflix ‘Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero’ conversa con EL PAÍS sobre el concierto del artista en Bellas Artes, un evento que se convirtió en un parteaguas para la cultura popular mexicana

Fotograma del documental de Netflix Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero.Foto: Netflix | Vídeo: Netflix
Paulina Flores Ramírez

Era el 9 de mayo de 1990. Juan Gabriel sale a escena ataviado con un resplandeciente traje blanco, entre aplausos y gritos del público y con la Orquesta Sinfónica Nacional de fondo. El lugar era el Palacio de Bellas Artes, entonces un emblema de la alta cultura en México. “Era el último escenario que le faltaba conquistar”, afirma María José Cuevas (Ciudad de México, 53 años), directora de la serie documental Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero, que Netflix estrena este jueves a nivel mundial. Aquella fecha pasaría a la historia como el día en el que, al ritmo de temas como No tengo dinero y Amor eterno, se evaporó la línea entre la cultura popular y la elitista. Pero no fue fácil.

La llegada del Divo de Juárez al icónico recinto cayó como un balde de agua fría en algunos sectores de la sociedad mexicana. Cuando se hizo público el anuncio, los periódicos calificaron el concierto como un “sacrilegio” y un evento “anticultural”. Para Cuevas, hija del pintor mexicano José Luis Cuevas, el rechazo del mundo intelectual de esos años a Juan Gabriel se debía a que lo consideraban una figura creada por la televisión. “Como salía en Siempre en domingo, muchos creían que era un producto de Televisa”, explica. Según la cineasta, la “alta cultura” era incapaz de catalogarlo: “Juan Gabriel, como era un cantante de baladas, te cantaba Querida con su suéter rojo y sus jeans blancos, pero también de pronto se arrancaba cantando ranchera como Se me olvidó otra vez”.

Al final, la solución para hacer frente a la polémica vino de la misma persona que propuso la idea de los conciertos en Bellas Artes: María de la Paz Arcaraz, mánager de Juan Gabriel y a su vez hija del compositor Luis Arcaraz. “Hizo todas las gestiones pertinentes con las personas correctas”, se escucha decir en el documental a María Luisa, hija de María de la Paz. Las “personas correctas” tienen nombre y apellido y apuntan a las más altas esferas del poder político de México en aquellos tiempos. La mánager del intérprete de Caray tenía una estrecha relación con Cecilia Occelli, la entonces esposa del presidente Carlos Salinas de Gortari, y, de acuerdo al documental, fanática de Juan Gabriel. A Cuevas no le sorprende esta cercanía. “Juan Gabriel era más poderoso que el mismo poder”, afirma la documentalista.

La directora habla del contexto del México de finales del siglo XX, el del PRI, el partido hegemónico en el que sus presidentes elegían a sus sucesores. Aunque la intervención de Salinas de Gortari fue determinante para la consumación del concierto de Juan Gabriel en Bellas Artes, Cuevas considera que el talento del artista originario de Michoacán habló por sí mismo. “Más allá del dedazo, de que [la decisión] venía de Los Pinos, Juan Gabriel logra demostrar que pudo. Que pudo contestar y que no importaba de dónde viniera ese dedazo”, sostiene. A pesar de la resistencia de muchos, incluido el entonces director de la Orquesta Sinfónica, quien se negó a formar parte de la presentación, y de los trabajadores del recinto, que habían amenazado con una huelga, el ahora mítico concierto en Bellas Artes se realizó.

A lo largo de cuatro capítulos, el documental se adentra en la vida privada de Alberto Aguilera Valadez, el nombre real del compositor. La obra muestra una faceta nunca vista del hombre que encarna al ídolo mexicano. “Para entender la grandeza de Juan Gabriel había que voltear la cámara al personaje privado”, comenta Cuevas. La investigación detrás de la serie se basa en un archivo entregado por la familia del intérprete y que está compuesto por más de 30.000 fotografías, 2.268 cintas y casi medio millón de archivos de audio. Se trata de 390 TB de material digital acumulado, un espacio que ocuparían en un móvil unas 130 millones de imágenes o 100.000 películas en alta definición, por ejemplo. La cineasta asegura que este archivo íntimo es lo que hace único a este proyecto y lo que permite mirar con otros ojos a un personaje del que muchos creen saberlo todo. “Tuvimos acceso a esta bodega de miles de todo tipo de cintas, porque resulta que Juan Gabriel, desde muy temprana edad, siendo un jovencito de 21 años, con el primer dinero que gana se compra una camarita Super 8 y empieza a registrar su cotidianidad”, cuenta.

Las imágenes de la vida ordinaria de Alberto Aguilera, como si de cualquier persona se tratara, abundan en la serie: fiestas de cumpleaños de sus hijos, vacaciones, comidas con amigos y momentos de ocio en casa con su familia. Una mirada tan profunda que Cuevas confiesa que ella y su equipo llegaron a sentirse “un poco espías de esta intimidad”, pero que, al final, es esa dualidad entre la persona, Aguilera, y el personaje, Juan Gabriel, lo que hace diferente la historia que cuentan. “Alberto Aguilera creó a Juan Gabriel para echarle la bolita. Alberto Aguilera es el niño abandonado, el adolescente con su cuadernito escribiendo todos sus sentimientos, pero él prefería de alguna manera quedarse tras bambalinas y pasarle esa batuta a Juan Gabriel”, reflexiona.

Para María José Cuevas, el mejor retrato de ese juego entre dos personalidades está en una grabación del 13 de mayo de 1990. Un día después del último de los cuatro conciertos que el Divo de Juárez ofreció en Bellas Artes, tras su histórico triunfo, Juan Gabriel pasa a segundo plano. “De pronto viene el 13 de mayo y es el momento más cotidiano de Alberto Aguilera en sus shorts con sus hijos jugando a los cojinazos. ¿Qué hizo Juan Gabriel? ¿Qué hizo Alberto al día siguiente? Siguió con su cotidianidad”, narra con asombro.

Como cualquier personaje público, los escándalos no faltaron a lo largo de toda una vida frente a los reflectores. Al respecto, la cineasta afirma que el documental no esconde nada y que se pueden apreciar los claroscuros de un personaje que también tenía “mal humor o la miradita impaciente”. Agrega que su intención era mostrar que “un personaje no es negro y blanco” y que “hay muchos matices como cualquier ser humano”. Sobre las últimas decisiones editoriales en el montaje del documental, la directora asegura que la familia del cantante no intervino: “Ellos vieron un corte final y les encantó. En ningún momento censuraron nada. Incluso tuvieron esta confianza de compartir con producción esta bodega llena de materiales que ni siquiera ellos sabían lo que contenía”.

El nombre de la serie de Netflix Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero, disponible en la plataforma a partir de este 30 de octubre, no es coincidencia. Cuevas narra que el origen es un “encabezado de periódico que salió el día que le dieron luz verde a Juan Gabriel para presentarse en Bellas Artes”. Para ella, es el reflejo de lo que era el ícono mexicano. “Ése es Juan Gabriel. Se metía algo en la cabeza y lo lograba”, sostiene. “Yo lo llamo el gran conquistador. Juan Gabriel conquistaba en el palenque hasta al más macho. Termina conquistando todos los escenarios, todo el tipo de público, todas las clases sociales”, afirma.

Y así, 35 años después de su célebre presentación en Bellas Artes, y nueve años desde su muerte, Juan Gabriel seguirá sorprendiendo y enamorando al público. “No hay manera de que no veas ese concierto y se te ponga la piel chinita. Ahora, si sabes toda la historia que hay detrás, todavía lo valoras muchísimo más”, concluye.

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Sobre la firma

Paulina Flores Ramírez
Es originaria de Querétaro. Es licenciada en Relaciones Internacionales y Derecho y maestra en Estudios Islámicos y de Medio Oriente. Actualmente es becaria del Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS en la edición de México.
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