Las ofrendas minimalistas se vuelven tendencia ante la tradición de México: “Un altar de día de muertos sin color va contra natura”
El ‘clean look’ se cuela en la festividad mexicana con el color beige, mientras el ‘meximalismo’ opone resistencia desde el color y lo kitsch

El celular enfoca una mesa impecable, cubierta con un mantel de lino beige, velas blancas perfectamente alineadas, flores secas en lugar de cempasúchil, no hay papel picado multicolor, ni comida en abundancia: es una ofrenda minimalista de Día de Muertos. Es una representación más de la tendencia estética de lo beige, del clean look y el “buen gusto”. Frente a ese borrado del color, existe una respuesta igual de poderosa: el meximalismo, un movimiento que reivindica el exceso, el caos y el brillo como parte de la identidad de los territorios en México.
Del altar al producto
“Las ofrendas dedicadas a las ánimas son un homenaje a la memoria. Más allá de los sabores o las decoraciones coloridas, es el lenguaje del paisaje y del habla cotidiana, de los saberes más profundos”, escribe la periodista y antropóloga Mariana Castillo en el prólogo de su libro Día de Muertos: recetas y tradiciones (Larousse, 2023). Durante más de una década, Castillo ha recorrido México, acompañando a familias y comunidades en sus rituales del Día de Muertos, una tradición diversa y única para cada comunidad, territorio e incluso familia. Un altar, dice en entrevista con EL PAÍS, condensa la cosmovisión de una comunidad. Cada elemento tiene raíces profundas. Las flores, los alimentos y los aromas provienen de la tierra y responden a un momento del año, son “una consecuencia de la cosecha”, explica.
En Guaquechula, Puebla, por ejemplo, los altares se elevan como monumentos verticales de color blanco y azul cielo; en lugar del cempasúchil, se adornan con flores de nube y figuras de angelitos que simbolizan las almas. En Pomuch, Campeche, las familias exhuman los restos de sus seres queridos para limpiar cuidadosamente sus cráneos y huesos, un gesto sumamente íntimo. En Miahuatlán, Oaxaca, se celebra con la creación de tapetes monumentales de flores de hasta 12 metros. Y en San Pablito Pahuatlán, Puebla, los altares se decoran con panes de figuras antropomorfas. Cada altar y festejo es una declaración de identidad, que incluso hasta tiene otros nombres, como Xantolo (en la huasteca Hidalguense) o Hanal Pixán (en la Península de Yucatán).

“El color y el aroma no son elementos ornamentales. Despojarlos de ese sentido equivale a cortar la raíz que une el altar con el territorio y la comunidad”, dice Castillo. Para ella, las ofrendas beige se explican como parte de “la tendencia a pensar que todo puede transformarse en mercancía, sin detenernos a reflexionar qué valores o mensajes se pierden en el proceso”. Pero aclara que no se trata de moralizar ni dictar lo que está bien o mal, ni tampoco dejar de reconocer que las tradiciones se transforman, pero sí reflexionar en las implicaciones culturales y simbólicas de estos cambios y a qué responden.
El meximalismo, la revolución del color como resistencia
El meximalismo es un término compuesto por la mezcla de México y maximalismo, una apuesta estética que conecta la moda con la identidad mexicana desde la extravagancia y el color. Uno de los orígenes de esta tendencia puede rastrearse hasta la estilista de moda Dixy Rodríguez, radicada en Toronto (Canadá) pero originaria de Ciudad de México, para quien esta corriente, más que una moda, es una identidad, cultura y memoria, dice a EL PAÍS en videollamada.
“Yo crecí en el mercado Juárez, junto a metro Cuauhtémoc, rodeada de lo kitsch, de lo que le llaman ‘mal gusto’”, cuenta. La nostalgia de extrañar “hasta lo más cotidiano, como el olor de las tortillas” y la necesidad de “hacer algo que me hiciera sentir orgullosa de mis raíces”, la llevó a fundar Meximalismo Official, un proyecto de moda de accesorios exagerados, trenzas, rebozos, bordados, estampados coloridos, elementos de la vida cotidiana de diversas regiones de México utilizados con un sentido político en la ropa.
Un ejemplo es usar una playera de un club de fútbol, como Necaxa, América o Cruz Azul, colocar un reboso sobre la cabeza y encima de este una gorra de la virgen de Guadalupe. El meximalismo “tiene que ver con cómo entendemos nosotros el mundo y la realidad”, dice en entrevista Gustavo Prado, director de TrendoMx, agencia que investiga las tendencias de consumo en México, y añade que lo kitsch es un elemento inherente del meximalismo. “Probablemente, México sea el único país en el mundo donde la gente usa un cuello de cisne para colocar el papel de baño”. Ambos coinciden en que es desafiar la noción hegemónica del “mal gusto”.
“El color es una forma de resistencia”, dice a EL PAÍS Valeria Angola, cofundadora del proyecto Afrochingonas. Para ella, el racismo y el sistema capitalista funcionan con la homogeneización. “Contar solamente una historia, la del norte global con ciertos privilegios de raza y clase. Y borrar las diferencias culturales o esas formas de ser que están muy ancladas a los territorios, a las geografías, a otras formas de entender el mundo”, explica.
El meximalismo surge como respuesta al intento de uniformar lo diverso bajo una misma paleta neutra. Frente a la estética beige, el color y el exceso reclaman su lugar como lenguajes de memoria, y de ahí surgen los cuestionamientos hacia las ofrendas minimalistas. “Con los altares de Día de Muertos no estamos hablando de una cuestión estética, sino de una práctica cultural ancestral”, agrega Angola. “Una ofrenda sin color va contra natura”, concluye Castillo.
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