La subida de los salarios y ¿las maquilas a Bangladesh?
El cierre en México de cuatro plantas de Wrangler, la ropa de los ‘cowboys’, ilustra las paradojas de la guerra comercial de Trump y las políticas de trabajo de Morena


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La guerra es la continuación de la economía por otros medios. En esta frase solo cambia una palabra respecto a la cita original de un militar prusiano de hace un par de siglos, que hablaba más de política que de economía. También cambia apenas una palabra entre el “Hacer grande a Alemania”, de Hitler, y el “Hacer América grande otra vez”, de Trump. La guerra comercial del empresario y presidente de Estados Unidos busca, en teoría, cumplir el segundo eslogan. La promesa es que a golpe de arancel, el mercado se irá reordenando, las fábricas regresarán a casa y las chimeneas del “cinturón del óxido” echarán humo otra vez.
Uno de los caladeros de voto del republicano son los trabajadores mayoritariamente blancos de esa zona del medio este del país, que un día fue el corazón de la industria pesada. Algunas de esas fábricas cruzaron hace décadas la frontera al calor del tratado de libre comercio de 1994. En México le esperaban salarios mucho más bajos, la ventaja logística de estar muy cerca y, hasta Trump, la ausencia de barreras para el movimiento del dinero.
Mi compañera Sonia Corona, corresponsal económica, estuvo la semana pasada en una de las zonas donde se asentaron esas fábricas. Las cuatro naves industriales de la marca textil Wrangler llevaban 25 años instaladas en el Estado norteño de Coahuila y daban trabajo a 3.000 personas. Este verano la empresa, controlada por el conglomerado Kontoor, que también es dueño de otras marcas muy americanas como Lee, decidió echar el cierre. Sonia habló con un funcionario del Estado, que le dijo que la decisión de la empresa tiene que ver con “sus temas financieros”, que no deja de ser un eufemismo para decir que ya no es rentable producir en la maquila mexicana. Sonia buscó también a la empresa, que no respondió y no ha confirmado todavía cuál será su nuevo destino.
Según los planes de Trump, las fábricas que vistieron a los cowboys deberían volver a los prados de los bisontes estadounidenses. Pero algunos medios económicos ya están apuntando que el posible destino puede ser Bangladesh, el paraíso de las maquilas textiles. Es decir, los salarios bajos y la desregulación laboral. Hace ocho años el sueldo medio de un trabajador mexicano en su país era seis veces menor que en EE UU. De 2018 a 2025, el Gobierno mexicano aumentó el salario mínimo un 135%. En parte, por la voluntad política de los gobiernos de Morena. Y parte también, por las presiones que provienen paradójicamente de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Con las guerras, ya se sabe, uno puede decidir cómo empiezan pero nadie se atreve a adivinar cómo terminarán. Y la lógica del comercio es como la del agua: siempre busca los agujeros en los muros de la política para abrirse paso. Más todavía, tras décadas de abrir todos los candados y dejar que se desborde. Hacer un iPhone al 100% en Estados Unidos obligaría a venderlo en 3.500 dólares por unidad, tres veces su precio actual. Unas cuentas parecidas habrán hecho los directivos de la ropa de vaqueros para estar pensado en llevarse los bártulos a Asia.
La primera guerra comercial del primer Trump, en 2018, tampoco tuvo en realidad los resultados deseados. General Motors anunció el cierre de plantas en Maryland, Michigan, Ohio y Ontario, y el despido de más de 14.000 trabajadores, alegando los aranceles sobre el acero como una de las explicaciones. Varios informes económicos concluyeron que aquella primera guerra comercial de Trump tuvo un efecto negativo sobre el empleo, pero positivo sobre su apoyo electoral. Entre las posibles explicaciones a esa paradoja sobre la popularidad de los aranceles está el hecho de que los votantes no estuvieran suficientemente informados de los efectos y se dejasen llevar por la retórica triunfalista de Trump, que vinculaba cualquier inversión o creación de empleo a los aranceles aunque no tuviera nada que ver con ellos.
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