Eloísa Hernández, investigadora: “Nuestro mundo de hoy es escribir; todo a nuestro alrededor nos hace hacerlo”
La experta en arte contemporáneo publica ‘La palabra como lenguaje artístico’, libro en el que explora la relación del vocablo en las artes visuales de México
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Cuenta Eloísa Hernández Viramontes (Ciudad de México, 1978) que mientras realizaba la investigación para su libro La palabra como lenguaje artístico (Saenger Editores) llamó su atención el trabajo de la artista brasileña Marilá Dardot, cuya obra está conectada con la literatura y el lenguaje. Dardot realizó una residencia en la Casa Wabi, en Oaxaca, y entre los proyectos que desarrolló está Diario, una bitácora que recogía los titulares de la prensa local. La artista escribió durante casi un mes, el de enero de 2015, los encabezados periodísticos en los altos muros de la casa, pero lo hacía con agua, “con la intención de crear una escritura efímera, analogía de la vida de las noticias”. A Hernández Viramontes aquella obra la impactó, dice, porque era una muestra “de que las palabras son efímeras, pero también huellas. Las palabras son contradictorias, tienen un carácter ambiguo”.
El trabajo de Dardot forma parte del libro que ha publicado Hernández Viramontes y que explora la relación del lenguaje con las artes visuales de México. La también curadora y experta en arte moderno y contemporáneo se sumerge en la producción artística del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI para entender cómo los creadores mexicanos han jugado con las palabras para potenciar el mensaje de sus obras, desde los grandes muralistas y artistas del pasado siglo como Diego Rivera o Frida Kahlo, hasta los jóvenes autores contemporáneos.
“Desde que estaba estudiando la maestría empecé a conocer todo el movimiento de arte conceptual en Europa y Estados Unidos, el trabajo de Joseph Kosuth, Lawrence Weiner, Robert Barry, que me llamó mucho la atención, porque estaban expresados con lenguaje y me inquietaba. Me preguntaba si esas obras se ven o se leen, qué pasa con ese tipo de trabajos que están en un punto medio entre lo legible y lo visual. Me surgió la duda de si existen esos tipos de trabajos en México y así inicié la investigación, dándome cuenta de que hay muchos artistas que trabajan con la palabra desde el siglo XX, pero había poca bibliografía al respecto”, explica la investigadora.
Hernández Viramontes se sumergió durante años en un incisivo trabajo de investigación cuyo resultado es La palabra como lenguaje artístico. Prácticas textuales en México, una obra que es un precioso viaje sobre la creación artística de este país y cómo los artistas mexicanos han vinculado su trabajo con la potencia del lenguaje. El libro, hermosamente editado, incluye una serie de obras a colores de artistas modernos y contemporáneos que han trabajado con las palabras, un catálogo hecho con esmero que demuestra la importancia que estas obras dan al lenguaje o como este las potencia.
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Un ejemplo es el trabajo de Kahlo, quien usaba su pintura como una forma de catarsis de sus tormentos. En gran parte de los cuadros de la artista mexicana aparecen textos que ayudan a remover las sensaciones y sentimientos de quien los ve. En el libro de Hernández está incluida la obra El suicidio de Dorothy Hale, de 1939, en el que Kahlo presenta, con letras rojas color sangre, un pequeño relato de cómo se suicidó aquella joven. Con su obra Kahlo rescata lo que se conoce como exvoto o retablo, una técnica que relaciona las imágenes con lo verbal. “La genealogía de estas prácticas surgen con la poesía. En el caso de Frida Kahlo con el exvoto, esta estética que en la contemporaneidad también es muy recurrida. Tanto la poesía como la estética del exvoto son temas que se han vinculado desde el arte moderno y sobre todo con la parte de denuncia sociopolítica. Desde los muralistas hasta el día de hoy, los artistas están trabajando con el texto para enviar mensajes más directos y cuestionarse sobre el entorno”, explica la investigadora.
Los artistas de la revolución o la postrevolución mexicana usaron el lenguaje en sus obras, como los grandes murales de Diego Rivera, pero la palabra también fue una forma de denuncia a través del arte en otros momentos críticos de México, como los movimientos estudiantiles y campesinos de 1968, cuyo hecho más trágico fue la masacre de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Hernández explora el trabajo de los artistas de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, cuya producción colectiva intentaba expresar las preocupaciones populares, pero también enviaba un fuerte mensaje ideológico. Estos artistas tenían que luchar contra la censura y mantenían una continua búsqueda de la libertad, que quedaba plasmada en su obra. El libro presenta, por ejemplo, una serigrafía de la Colección Gráfica del 68, que muestra a un joven tirado en el suelo, con militares armados con bayonetas apuntándolo. Sobre la imagen la siguiente leyenda: No más agresión! “Dejaron la poesía a un lado y encaminaron toda la parte textual hacia las necesidades del momento. En el movimiento del 68 hay una parte interesante de la que habla George Roque sobre el conflicto de la imagen y el texto en este tipo de gráfica, porque el texto va a negar lo que se está presentando en la imagen. Por ejemplo: se representa a un estudiante en el piso, con militares o policías con armas, pero la imagen es la que dice no más agresión“, explica la autora. Es decir, que es la imagen la que llama la atención sobre lo que la palabra indica repeler.
Hernández pone también su mirada en las inquietudes de algunos artistas contemporáneos sobre el uso del lenguaje en los discursos políticos, los medios de comunicación y de la publicidad. Estos mensajes, lenguaje e imágenes, pueden crear estereotipos, impulsar ideas extremas o crear prejuicios. La autora analiza, por ejemplo, la obra de la artista Lorena Wolffer, quien hace una fuerte crítica del mensaje publicitario de la tienda por departamentos Palacio de Hierro. La artista se presenta rodeada de coronas y con un castillo detrás, mientras destaca la leyenda “Cada vez hay más palacios. Por fortuna, no todas queremos ser princesas”. “Muchas veces el texto, y la palabra que tiene una fuerza impresionante, puede guiar a crear ciertas ideologías. Los artistas revierten todo esto para hacer una crítica y encaminarse hacia otro lado”, explica la autora.
El lenguaje también puede poner en aprietos a los artistas. Es lo que ocurrió el pasado otoño con una obra sobre la prostitución de la artista argentina radicada en México Ana Gallardo. El texto de una de sus piezas levantó ampollas y movilizó críticas desde las redes sociales, que terminaron con una protesta en el MUAC, el museo que albergó la obra, que más tarde decidió retirarla. “Es muy importante el contexto. Si una frase se descontextualiza o no se entiende de dónde proviene, esta selección de palabras puede generar mucha polémica, puede malinterpretarse”, dice Hernández.
La exploración del uso del lenguaje en el arte parece más prudente en momentos cuando se cuestiona su transformación gracias a las redes sociales, las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial. Un reciente informe del Instituto Reuters revela que los jóvenes leen menos, pero Hernández acota que están constantemente expuestos al lenguaje y que lo transforman. “Los jóvenes sí leen, pero a través de otros medios. Nuestro mundo de hoy es de escribir, todo a nuestro alrededor nos hace escribir, ya sean mensajes, correos electrónicos, redes sociales. Puede haber modificaciones en la gramática que a lo mejor pueden no ser bien recibidas por todos, pero todo nuestro entorno nos está orillando a estar relacionados con la escritura, siempre”, expresa la autora. “El lenguaje es una construcción cultural, nos hace, pero nosotros también hacemos el lenguaje”, agrega y explica, por ejemplo, la relación de artistas muy jóvenes con las palabras, cómo usan un lenguaje más inclusivo en sus piezas “con la intención de ir cambiando la impresión que tenemos de nuestro entorno”. La palabra y el arte visual estrechamente unidos, como ha ocurrido “desde hace siglos”, advierte Hernández. “Esta relación entre lenguaje escrito y la plástica y va a continuar. Ya no hay límites, al contrario, creo que se van a seguir abriendo posibilidades, explorando distintos medios“, afirma la autora.
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