Clase de paleontología con Juan Luis Arsuaga en la FIL de Guadalajara
El paleoantropólogo español convirtió la feria del libro en un enorme salón para alentar el interés y la curiosidad de los más jóvenes. “Sigo siendo el niño que en un viaje se sorprende al ver por la ventana”, dice
A sus 15 años Jaime Pulido se muestra sorprendido tras conocer a Juan Luis Arsuaga (Madrid, 70 años). El chico, moreno, alto y delgado como espárrago, salía sonriente el martes de una charla que el paleoantropólogo español concedió en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara (FIL), en México, a un auditorio lleno a reventar de adolescentes, jóvenes estudiantes de preparatoria que llegaron obligados por sus maestros. Para Pulido, sin embargo, lejos de ser una tortura más impuesta por los tutores, el encuentro se le hizo “bien interesante”, porque, afirmaba asombrado, “nos vino a hablar de nuestros antepasados”.
Arsuaga, célebre por su capacidad como divulgador de ciencia, convirtió el enorme auditorio Juan Rulfo de la feria en una sesión de clases para alentar el interés y la curiosidad de una generación atada a la pantalla del móvil, pero que se instalaba en ese momento escuchando las historias de un cráneo de 300.000 años de antigüedad, Miguelón, o la pelvis Elvis, hallada en la Sima de los Huesos de Atapuerca, en España, uno de los yacimientos de restos de seres humanos más antiguos de Europa. Arsuaga logró lo que buscaba: que los jóvenes se sorprendieran con la ciencia, la historia y la naturaleza como él lo ha hecho desde niño.
Ricardo Villanueva Lomelí, rector saliente de la Universidad de Guadalajara, dijo durante la inauguración de la feria más grande en español que “la FIL es libertad, es catedral de pensamiento”, y el martes Arsuaga se convirtió en su arzobispo oficiando misa. Comenzó con un guiño a su público mozalbete que minutos antes hurgaba en sus móviles, con las jovencísimas parejas que se besaban y toqueteaban, las madres intentando mantener tranquilos a sus hijos más chicos y los maestros con los ojos puestos para que ninguno se les escapara. “Esta es la incubadora de nuevos lectores”, dijo la presentadora del evento. Y Arsuaga tomó el guiño y se lo regresó en forma de broma a su auditorio: “Soy el viejo de la tribu, lo que es un honor”, dijo el científico al tomar la palabra.
Este hijo de padre de futbolista y madre que estudió arte comenzó recordando aquel lejano día cuando se escapó de la escuela —”no lo hagan”, advirtió a su auditorio— en el País Vasco, donde su familia se había mudado, para visitar una excavación con yacimientos arqueológicos, un asiento de neandertales. En el camino había un puente de piedras antiquísimo donde para él se concentraban seres míticos y le parecía maravilloso esa “conversación” entre lo mítico y la evidencia científica. Es decir: se abría para él el mundo que le apasionaría toda la vida, el de la Historia, con mayúscula, y el de la antropología que le ayudaría a responder las preguntas filosóficas que los humanos nos hemos hecho desde que la razón se nos metió en la cabeza: quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Aunque él en la charla hizo un pequeño cambio a la vasca: quiénes somos, de dónde venimos y cuándo cenamos. “Es el futuro más cercano”, dijo sonriente sobre la cena.
Tras visitar aquellas cuevas con excavaciones el joven Arsuaga se imaginaba que era un aborigen australiano, el único de su especie en toda España. Un libro de literatura etnográfica le mostró rostros bronceados, arenas rojas, la vida de aquellos aborígenes, una obra de expedición antropológica que aún le marca y sueña con cruzarse con esos campos áridos para encontrarse con pueblos que llevan una “vida paleolítica”, una región que “es el último lugar de la tierra donde los viejos espíritus han vivido”. En ese territorio olvidado por lo moderno, asegura Arsuaga, hay una riqueza de seres humanos “que no han perdido la humanidad”, como sucede con quienes habitamos en ciudades, siempre ensimismados, egoístas, aislados en nuestros pequeños mundos. Eso lo animó a conocer la historia de nuestros antepasados y sus formas de relación. A lo largo de su aprendizaje, primero en Madrid con una beca en 1976 —”aprovechen las becas”, aconsejó a su joven auditorio—, y luego con el estudio de otras disciplinas, ciencias de la tierra, Arsuaga fue convirtiéndose en una de las voces más respetadas del mundo científico.
El paleoantropólogo le dijo a sus jóvenes estudiantes que estuvieran atentos, porque todos “caminamos sobre fósiles”. Las piedras que se extraen para hacer pisos, pilares, paredes, están llenas de historia, porque contienen fósiles marinos de cuando estos territorios estaban cubiertos por mar, explicó. “Nada se descubre por azar”, afirmó Arsuaga. “Hay que estar atentos a las señales, ver lo que otros no ven”, acotó. Como sucedió con el famoso sitio arqueológico de Atapuerca, que reúne yacimientos con algunos de los restos de seres humanos más antiguos de Europa, con al menos de 800.000 años de antigüedad. Fue hallado mientras se construían vías de tren en pleno auge industrial en la España del siglo XIX.
Es un lugar que fascina al científico. Allí fue encontrada la pelvis Elvis, que junto a la de la australopithecus Lucy, es de las mejor conservadas. “Es muy ligera, no pesa nada”, dijo Arsuaga sobre la pelvis. “La gente piensa que la pelvis es algo que pesa mucho, pero no, porque debe hacernos eficientes en el movimiento, es un hueso esponjoso, con mucho aire, que se conserva poco”, explicó. Por eso es raro para los expertos encontrar un ejemplar y el hallazgo de una tan antigua es un acontecimiento mundial. En su momento, recuerda el experto, la prensa estadounidense la llegó a llamar “la pelvis más importante de Elvis”, en referencia al músico. “El que conoce la pelvis lo sabe todo, porque tiene que ver con el parto, el movimiento, determina el desarrollo del recién nacido y tiene mucho que ver con el sexo”, dijo para arrancar risitas pícaras de los adolescentes.
Arsuaga quiso dejar claro en su intervención de más de una hora que lo importante es siempre la curiosidad. Recordó un viaje que hizo junto con otros escritores e intelectuales en un “tren cultural” de Madrid a Zaragoza. Cuando los periodistas preguntaron a varias personalidades qué hicieron durante el viaje, Arsuaga escuchó que uno explicaba que terminaba una novela, otro leía o finalizaba algún trabajo pendiente. Él pasó el viaje viendo por la ventana. “A nadie le interesaba la naturaleza, ese lugar donde todo te maravilla, donde ocurren las cosas”, dijo. “Sigo siendo el niño que en los viajes ve por la ventana”, afirmó el hombre que ha hecho de la ciencia su lugar en el mundo. Por eso, recomendó a su joven audiencia: “El mensaje para los jóvenes es que nada se consigue por azar. Es importante estar atento a las oportunidades que nos da la vida y hay que verlas, entenderlas y aferrarse a ellas. Las cosas no pasan encerrándose en casa”. Lo dice el viejo de la tribu, el hombre de 70 años que logró asombrar a un salón lleno de estudiantes, como el muchacho de 15 años Jaime Pulido. Y logró por más de una hora apartar sus miradas de homo sapiens del móvil.
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