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Intereses políticos, acusaciones de corrupción y renuncias masivas: el deslucido camino de la CNDH en la era López Obrador

El organismo garante de los derechos humanos, en manos de Rosario Piedra Ibarra, atraviesa una época de desprestigio y denuncias tanto internas como externas

Rosario Piedra Ibarra
Rosario Piedra Ibarra, presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en Ciudad de México. En febrero de 2024.Mario Jasso (Cuartoscuro)
Georgina Zerega

Aquellos que fundaron la Comisión Nacional de Derechos Humanos, a principios de los noventa, recuerdan aquel nacimiento como el cóctel de muchas circunstancias. El país no terminaba de tragarse las acusaciones de fraude electoral de 1988 y el mundo transitaba hacia el final de la Guerra Fría. Bajo la lupa de sus vecinos, México se encaminaba a firmar un tratado comercial con Canadá y Estados Unidos. “Tenía que pasar la prueba de que era un país que atendía sus derechos humanos, urgía una oficina de ómbudsman”, recuerda uno de los fundadores, el diplomático Luis Ortiz Monasterio, que entonces era director general de Derechos Humanos en el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. El presidente le autorizó abrir una oficina autónoma y le propuso un edificio cerca de Los Pinos, donde operaba el Ejecutivo. Ortiz Monasterio y Jorge Carpizo, a quien eligieron como primer titular de la comisión, se negaron. Optaron por tomar distancia y asentarse en un sitio frente al Parque México. Al llegar a la oficina, lo primero que hicieron fue quitar el retrato presidencial que les habían dejado colgado. Estaban abriendo camino y sabían que iban a tener que explicar eso de los derechos humanos y la autonomía tanto a funcionarios como a ciudadanos. “No fueron fáciles los primeros pasos, fue un trabajo de artesanía”, cuenta.

Más de tres décadas después, y con un largo recorrido en el que la CNDH parecía haberse consolidado, el organismo atraviesa ahora el final de una etapa marcada por los intereses políticos del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, acusaciones de corrupción y omisión, amenazas internas a sus miembros y renuncias masivas. Su actual presidenta, Rosario Piedra Ibarra, finaliza su mandato el próximo 15 de noviembre. Aunque podría ser reelegida para el cargo, múltiples voces de la sociedad civil pusieron el grito en el cielo y reclamaron a la futura presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que cambiara de rumbo. Le han solicitado que elija a una persona imparcial e independiente del poder. La crisis se profundizó este viernes, cuando un grupo de trabajadores de la institución se sumó a la petición a la virtual mandataria con una carta que denunciaba que la actual dirigencia ha llevado la comisión a “un estado deplorable”. En la misiva, acusaron desvío de fondos y negligencia. Este periódico se ha contactado con el organismo para pedir una versión a la titular, que hasta el momento no ha dado una respuesta.

Cuando Piedra Ibarra fue elegida en noviembre de 2019 para presidir la CNDH, los miedos de muchos estaban sobre la mesa. La oposición fue la primera en mostrar su disgusto, aunque no la única. A los senadores que no pertenecían al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), le secundaron activistas, organizaciones de la sociedad civil, expertos en derechos humanos y los propios consejeros del organismo. En aquel momento, la mitad de los miembros del Consejo Consultivo —una especie de contrapeso al titular de turno— renunció en señal de protesta. Temían que la comisión perdiera legitimidad al poner a la cabeza a una activista con gran simpatía hacia López Obrador y que había intentado sin éxito ser diputada por el partido del presidente. Reclamaban además que el proceso de selección no había sido transparente y había estado rodeado de polémica.

Las dimisiones estuvieron encabezadas por el antiguo sacerdote Alberto Athié, reconocido por su activismo en derechos humanos durante más de cuatro décadas. Al salirse, declaró lo que acabaría siendo el prólogo de la crisis: “La autonomía constitucional ha terminado”. Los sucesores que ocuparon esos cargos tuvieron un destino similar. El órgano completo acabó renunciando en octubre del año pasado, después de apuntar directamente contra su presidenta por “obstaculizar” su trabajo. Le reprocharon que en su gestión se les había ignorado, amenazado y calumniado. Al marcharse, dijeron en una carta que no se les había permitido hacer su trabajo. “No hemos podido mediar ni razonar con la presidenta de la CNDH, prácticamente en ninguna de las actuaciones que ha llevado a cabo”, declararon después de pasar dos años bajo el mando de Piedra Ibarra. “Era un circo y tratamos de aguantar el mayor tiempo posible”, dice telefónicamente Adalberto Méndez, uno de los consejeros que dimitió.

La CNDH tiene una Presidencia y un Consejo Consultivo. Uno es el ómbudsman y el otro está ahí para establecer los lineamientos de trabajo de la institución, hacer recomendaciones y aprobar el reglamento interno. Esta compuesto de 10 ciudadanos elegidos por el Senado, misma Cámara que selecciona al titular. En la era de Piedra Ibarra, la tensión entre los dos órganos comenzó a construirse sobre pequeños gestos. Quienes presenciaron esos días enumeran las riñas que precedieron a la salida masiva. El consejero Bernardo Romero habló públicamente sobre algunas inconsistencias en el trabajo de la presidenta, que le respondió con una solicitud para su destitución al Poder Legislativo. El consejero Jorge Saavedra publicó un meme en redes sociales que se burlaba de una piedra y recibió como castigo un extenso reproche en forma de comunicado. Las reuniones eran tensas y las partes parecían coincidir en muy poco. La dirigencia llegó a aprobar un presupuesto anual sin el aval del consejo, que no quiso dar su visto bueno entre presiones y premuras.

Méndez relata que la decisión de marcharse en bloque sucedió cuando Piedra Ibarra dejó de escucharlos por completo. Sumamente crítico no solo de la gestión actual sino también de sus dos antecesores —Luis González Pérez y Raúl Plascencia Villanueva—, el consultor en derechos humanos asegura que los últimos tres mandatos marcaron “una degradación sistémica” del organismo que fue heredando malas condiciones de una administración a otra. “Cada nuevo titular que llega es peor que el anterior”, comenta. El motivo reside, según el abogado, en que el diseño de la CNDH es un modelo anacrónico nacido en un sistema presidencialista, que permite que la comisión sea tomada por el grupo político con más poder.

El mayor problema que tiene la CNDH actualmente, apunta Méndez, es que dejó de tomar postura en aquellos temas coyunturales para no molestar al Gobierno federal. “Antes solían meterse, suavecito, pero se pronunciaban”, dice y asegura que los anteriores presidentes no hacían un buen trabajo, pero disimulaban mejor que la actual presidenta. El abogado recuerda una reunión en la que le dijo a Piedra Ibarra: “No tenemos que estar siempre de acuerdo con el presidente, eh”. Las omisiones que más le reprochan a la comisión los activistas y las organizaciones civiles en los últimos años son el aval a la reforma electoral propuesta por el Ejecutivo, la validación de la militarización del país, el silencio frente a las múltiples violaciones de derechos humanos a los migrantes y el reciente apoyo a la reforma judicial de Morena, sobre la que informó que no interpondrían una acción de inconstitucionalidad por tratarse de “un triunfo del pueblo”.

Un recuento hecho por una veintena de organizaciones civiles que reclamaron esta semana una nueva dirigencia apunta que de 164 recomendaciones lanzadas en el periodo de Piedra Ibarra, unas 110 pertenecen a acciones cometidas en Administraciones anteriores. “La CNDH claudicó en ejercer su mandato de protección y de contrapeso, para plegarse al proyecto político de la Administración actual”, acusó Humberto Guerrero, del centro de investigación Fundar, en una conferencia de prensa a la que convocaron las asociaciones. Las recomendaciones a los antiguos Gobiernos estaban enfocadas principalmente a seguridad y justicia, mientras que las 54 sobre el actual periodo estaban centradas en falta de acceso a la salud y acceso a la información. Y muchas estaban destinadas a los Ejecutivos municipales o estatales. “Reflejan una tendencia a no revisar violaciones a los derechos humanos ejercidas por cuerpos de seguridad en esta Administración”, señaló Isaías Pablo, de Elementa DD HH.

La polémica que rodea a Piedra Ibarra se agravó en enero pasado, cuando ella misma propuso disolver la CNDH porque, según dijo, ya “no responde a las necesidades del pueblo” y planteó crear en su lugar una Defensoría Nacional de los Derechos. Adrián Alcalá, el comisionado presidente del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), un organismo autónomo actualmente bajo ataque por parte de López Obrador, califica las declaraciones como lamentables. “En México se da un estancamiento en la garantía de los derechos humanos, están las madres de personas desaparecidas, grandes colectivos, feministas y demás que no son atendidos. Las violaciones están y no ha habido una resolución por parte de la comisión”, afirma. “Vimos muy pocas actuaciones efectivas y quedan muchos pendientes. ¿Por qué? Porque hay una dependencia evidente, un interés político evidente por parte de la titular”.

Un grupo de trabajadores y extrabajadores de la CNDH fueron los últimos en sumarse a la bruma de quejas. Lo hicieron este viernes a través de un documento dirigido a Sheinbaum. Sin dar nombres pero sí sus firmas, los empleados reclamaron comportamientos negligentes e incapacidad por parte de Piedra Ibarra, la pérdida de credibilidad en el trabajo que realizan, un despilfarro de dinero y corrupción ejercida por los principales funcionarios, entre quienes nombran puntualmente al secretario técnico del organismo. “Con una presidencia abandonada y caracterizada por la ausencia y falta de compromiso de Rosario Piedra, la CNDH ha quedado en manos de Francisco Estrada para su uso, abuso, venganza, aspiraciones políticas e intereses personales, todo ello en detrimento de la propia comisión”, señala el mensaje.

El malestar de los trabajadores es un síntoma más de la crisis que atraviesa el organismo. “[A] quienes buscamos una CNDH que en verdad vea por los intereses de la sociedad, nos queda claro que en la Administración de Rosario Piedra, donde se privilegia la mediocridad y la simulación, ser o parecer inteligentes es motivo de despido, ser o parecer honrado es motivo de despido”, finalizan en su carta. El pedido que lanzaron va en la misma línea que el que hicieron todos los actores anteriores. El fin del mandato de Piedra Ibarra abre una oportunidad para renovar la dirigencia y optar por un perfil más imparcial, y los empleados quieren que Sheinbaum se despegue de la elección de López Obrador y presente una nueva candidatura para la comisión.

Desde la dimisión masiva del último Consejo Consultivo, el organismo funciona sin este órgano porque el Senado, en medio de una guerra contra los organismos autónomos, no ha querido nombrar a los nuevos miembros. Dentro de la CNDH parece replicarse lo que el escenario nacional ha comenzando a dibujar desde el pasado 2 de junio, cuando Morena arrasó en las urnas y se quedó con dos de los tres poderes del Estado, el Ejecutivo y el Legislativo: operar casi sin contrapesos a la dirigencia. Ortiz Monasterio, que en otra época abogó duramente para que esta institución vea la luz, admite que quizá es tiempo de revisar el modelo sobre el que la fundaron. Muchas cosas pasaron desde aquellas primeras veces en que el grupo de defensores de los derechos humanos, a quienes les habían dado autonomía del todopoderoso PRI, se sentaron frente a secretarios de Estado a cuestionarles, con costura muy fina, su accionar. Todo sin que nadie entendiera en aquel momento la importancia de ese trabajo. El diplomático aún recuerda la pregunta que le hizo el reportero en la primera entrevista que dio como secretario técnico de la comisión: “A ver, explíqueme, ¿qué carajos quiere decir CNDH?”.

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Sobre la firma

Georgina Zerega
Es reportera en la redacción de México y cubre actualmente la cartera de política. También colabora en la cobertura de Argentina, de donde es originariamente. Antes de entrar al periódico, trabajó en radio y televisión en su país natal.
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