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El Gobierno mexicano resiste los embates populistas de Trump en campaña electoral

López Obrador y Claudia Sheinbaum muestran cautela ante las polémicas declaraciones del republicano contra México

Claudia Sheinbaum y Andres Manuel Lopez Obrador
Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador, el 14 de junio.Daniel Becerril (Reuters)
Carmen Morán Breña

Las declaraciones altisonantes contra México son ya parte del paisaje electoral del partido Republicano estadounidense, porque son del gusto de millones de votantes que comulgan con la radicalidad del candidato Donald Trump, y ahora que se presenta de nuevo a la presidencia está reeditando su antigua estrategia: los migrantes son gente malvada, los carteles de la droga gobiernan el país, la frontera se cerrará a cal y canto, se impondrán aranceles a los productos mexicanos. Son algunas de las lindezas que el político expresa con menos suavidad. Pero al otro lado de esa frontera, tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador como quien lo sucederá en el cargo el próximo 1 de octubre, Claudia Sheinbaum, se muestran cautelosos. Saben, y así lo han expresado, que las notas agudas de las campañas electorales bajan el tono una vez que se está en el gobierno y en esta ocasión tampoco está claro quién será el próximo presidente en Estados Unidos. El “amigo” Trump, como le declara López Obrador, podría alzarse vencedor.

El muro dialéctico que despliega el polémico candidato contra México en sus mítines raya más de una vez en la descalificación, el clasismo y el racismo. Lo que con otras naciones podría convertirse en un conflicto diplomático (de estar en el poder) o agriar sobremanera las relaciones bilaterales de dos países obligados a entenderse, en este caso no pasa a mayores. Estados Unidos es el principal socio comercial de México y tanto sus economías como sus problemas se entrelazan en una relación de dependencia absoluta aunque desigual. Si a Estados Unidos le va bien, a México le va bien, suele decirse. Pero también los males son de ida y vuelta, léanse tráfico de armas o de fentanilo. Son razones poderosas que impelen a mantener la calma, al menos en el lado mexicano. Ni siquiera las últimas declaraciones de Trump, en las que señalaba que “los carteles son quienes administran México y pueden quitar al presidente en dos minutos”, han hecho mella en la paciencia de López Obrador. Cosas de campaña, despacha el mexicano.

También Sheinbaum se maneja con prudencia. Hace unos días publicó el tuit más audaz contra Trump hasta la fecha: “Lamento el lenguaje soez del expresidente Trump y desde luego discrepo de su opinión sobre Marcelo Ebrard. Para mí es uno de los mejores servidores públicos de México y será un gran secretario de economía de nuestro país, que nadie debe olvidar, es libre y soberano”. Contestaba así a unas declaraciones del ultra estadounidense que en un primer momento se interpretaron como una mofa contra el excanciller Ebrard, ahora nombrado secretario de Economía. “Yo creo que Sheinbaum reacciona, pero no contesta. Ambos hablan a su propio público, él desde su campaña electoral y ella desde su tiempo de transición al poder”, opina el analista Carlos Bravo Regidor, experto en Relaciones Internacionales. Aunque esa reacción ante unas palabras confusas que en parte parecían ir dirigidas a Biden, demuestran, a juicio del experto de Centro de Investigaciones y Docencia Económica (CIDE) “que Sheinbaum está muy atentan a lo que se dice en aquel país”.

No es para menos. Las exigencias de respeto a la soberanía mexicana y la defensa de los millones de paisanos migrantes en Estados Unidos son dos mandamientos repetidos en el credo de la actual Administración mexicana que una y otra vez vulnera el populista Trump, pero los dirigentes mexicanos confían en que las políticas compartidas van a seguir siendo las mismas. “No creo que Sheinbaum vaya a heredar la buena sintonía de López Obrador con Trump, pero el hecho de caerse mal o bien no es trascendente, al cabo son políticos y conocen el valor civilizatorio de la hipocresía”, define Bravo Regidor. “Las antipatías no van a crear problemas innecesarios”, añade.

En analista del CIDE sostiene que López Obrador entregó la posición con algunas concesiones cuando gobernó Trump, por ejemplo dando un volantazo a la política migratoria, “México se convirtió en el muro”, dice. De todos modos, Obrador encontró que Trump no tenía una verdadera agenda mexicana y buscaron los espacios para estar cómodos. El Tratado de Libre Comercio también contribuyó a ello, con concesiones aquí y allá, explica este experto. Con Biden, sostiene, no ha habido tan buena relación, pero la continuidad de las cosas ha quedado garantizada. Y así seguirá, probablemente.

La migración, “que ahora ocupa un lugar muy tóxico en la política estadounidense”, será uno de los problemas que persistirá en la Administración de Sheinbaum, es de difícil solución. En México piden a Estados Unidos que colabore económicamente con los países de origen de los migrantes para contener los éxodos que se están produciendo. “No daría ni 10 centavos”, ha contestado Trump, en su línea. Las armas que entran a México desde Estados Unidos, y la droga que hace el camino a la inversa son otras dos materias que en ocasiones hacen saltar chispas en las relaciones bilaterales. Bravo Regidor piensa que en el sexenio venidero, además de las políticas energéticas, que han tensado la cuerda entre ambos países y que las políticas nacionalistas en esta materia seguirán siendo fuente de conflicto, será el maíz el que se alce como punto de fricción.

Aunque México es el socio débil, también exhibe sus fortalezas. Poner trabas a la producción de vehículos o de piezas de automóvil u otras necesarias en las cadenas industriales encarecería el precio de muchos productos, como recuerda en más de una ocasión López Obrador. Un coche importado de México puede suponer al consumidor un ahorro entre 10.000 y 15.000 dólares, pone como ejemplo el mandatario mexicano. Difícil resistirse a los más bajos costes de producción que se alcanzan con el traslado de las empresas a países más pobres y de mano de obra más barata.

Ya en el ejercicio del poder, las relaciones con México de cualquier mandatario estadounidense, sea republicano o demócrata, no tienen tantas diferencias, debido a las dependencias entre ambos antes citadas. Pero en campaña las cosas son distintas. De Kamala Harris, la probable candidata demócrata una vez que Biden se ha bajado de la carrera, no se esperan los mismos ataques contra sus vecinos del sur en los meses venideros, porque su electorado es muy otro: ella está en la orilla opuesta del supremacismo, cualquier que tenga la piel más oscura que Trump es parte de su negociado. También las mujeres serán parte de su agenda política, en campaña y si logra la presidencia. En ese caso, serán dos mujeres por primera vez en la historia las encargadas de llevar las relaciones a un lado y otro de la extensa frontera. Es posible, dice Bravo Regidor, que en ese sentido Harris pudiera sacarle mucho más partido, llevar la bandera del feminismo a cotas más alta que Sheinbaum. El partido, que ya se ha jugado en México, empieza sus meses cruciales en Estados Unidos con un marcador muy incierto.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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