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CULIACÁN, SINALOA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Culiacán: prensa, sociedad y poder…

La falta de explicaciones oficiales sobre lo ocurrido en Sinaloa ponen a la sociedad, incluida a la prensa, en una posición paradójica y riesgosa

Policías Estatales de Culiacán, durante un operativo en la colonia Villa Universidad.
Policías Estatales de Culiacán, durante un operativo en la colonia Villa Universidad.Juan Carlos Cruz (CUARTOSCURO)
Salvador Camarena

Tras el rapto de 66 personas en Culiacán la semana pasada, fueron los criminales, y no los gobiernos, quienes tomaron la iniciativa y el control para informar desde las supuestas causas del masivo delito hasta el alcance del mismo; en ese mundo al revés vivimos hace rato.

El presidente López Obrador y el gobernador Rocha fueron displicentes frente al inédito —palabra que cuesta trabajo en estos años de locura criminal— hecho.

Inédito por lo descarado del modus operandi, el volumen de las personas privadas de su libertad, la caída del mito de “aquí no se meten con nadie, porque aquí viven” y, por supuesto, la flagrante omisión de la autoridad que en todo momento minimizó el hecho.

Donde para nada hubo novedad fue en la explicación del suceso. La más clara, y que de una retorcida forma algunos encontraron tranquilizante, la dieron los delincuentes, primero con rumores de oficiosos voceros, y luego con mantas al público en general.

Situaciones así ponen a la sociedad, incluida a la prensa, en una posición paradójica y riesgosa, democráticamente hablando. Los criminales se vuelven fuente creíble, con lo que ganan legitimidad, dada la renuncia de gobernantes a investigar, denunciar e informar.

En tal escenario, la prensa vive a contra reloj el dilema de si han de insistir primero en verificar y luego contextualizar, y solo entonces publicar lo que podría ser cierto —lo expuesto vía narcomantas—, mientras en las redes sociales esos mensajes corren a toda velocidad.

El librito dice que una prensa responsable detecta el mensaje y habla con fuentes, incluidas del gobierno, para verificarlo. Mas los gobernantes de Morena son los más refractarios de cuantos ha habido en la alternancia al asumir su rol como eje de la información pública.

El librito dice que una prensa democrática no contribuye acríticamente a dar voz a un grupo que detenta poder por medio de la violencia. El librito manda que no sean los periodistas los difusores de proclamas criminales, ni los afianzadores de una agenda delincuencial.

Del librito se desprende, finalmente, que precisamente cuanto más lejos se quede el gobierno de su obligación, y máxime en situaciones extremas, la prensa ha de ser aún más rigurosa en su autocontrol y en solo publicar información verificada y que abone a la gobernabilidad.

Porque la veracidad no es el único criterio a la hora de decidir publicar. Eso se debe a que la prensa claro que tiene una agenda, una que cuida en todo momento los derechos de las personas y que a final de cuentas la sociedad salga beneficiada con la información.

A quién le sirve que los medios solo reproduzcan veraces amenazas crudamente expuestas en mantas o en cartulinas dejadas, en no pocas ocasiones, al lado de mutilados cadáveres de civiles o policías. A los criminales, por supuesto, que usan la propaganda como uno más de sus recursos para imponer su ley, para diseminar terror.

Para evitar que eso ocurra en situaciones donde distintas regiones del país son dominadas por cárteles se requiere un entendimiento, público y productivo, entre gobiernos y medios de comunicación, donde sin confundir cada cual su rol, sí se reconozcan complementarios.

No es el caso en el sexenio de Andrés Manuel, que vive en su discurso de victimización permanente para anular toda crítica, toda denuncia de negligencia, error, corrupción o siquiera insuficiencia gubernamental. Para denegar incluso información básica que legítimamente se le solicite, como en el megasecuestro en Culiacán.

Y por lo mismo el presidente se queja de la cobertura de la violencia, de que se reporte lo que pasa en Sinaloa, donde no sobra decir que el paradero de ocho de los plagiados es aún incierto, cosa que, de nuevo, parece importarle nada a los gobiernos estatal y federal de Morena.

En ese marco, esta semana AMLO de nuevo lamentó la supuesta ausencia de medios a su favor. En un intercambio con la periodista Reyna Haydeé Ramírez, digno de leerse porque el mandatario es exhibido en mentiras y contradicciones, volvió a decirse acosado.

Ese debate se dio el martes, cuando el presidente retomó el acuerdo del 2011 para la cobertura de la violencia, firmado por medios —con excepciones— en uno de los momentos más álgidos de la criminalidad en el sexenio de Felipe Calderón.

“Es hasta ridículo, porque cuando estaba la violencia desatada, cuando la guerra del narcotráfico con Calderón, llamó a todos los medios, a los dueños y a los conductores de la radio y de la televisión. ¿No tienes esa foto? Es que esto ayuda mucho”, dijo López Obrador.

Reyna Haydeé Ramírez repuso: “Pero ya había dicho usted también que era bueno que hoy no se contenga ni se diga lo que está pasando. ¿O no es bueno eso, que no haya…?

AMLO: No, que se diga todo, no, no, no.

— Porque son hechos, finalmente, que están ocurriendo, las matanzas, masacres.

AMLO: No, no, prohibido prohibir. Pero miren (muestra la foto del acuerdo) cómo los tenían ahí, a todos ahí. Esta fue una reunión —nada más para refrescar la memoria— cuando les pidieron que no hablaran sobre la violencia. Así fue, ¿verdad?

Reyna Haydeé Ramírez: Sí, así fue.

AMLO: Ahí están todos. Bueno, y luego, hace poco —¿no tienes ahí el manifiesto?—, estos mismos, o sus voceros, hace poco dan a conocer un desplegado —es algo increíble, kafkiano— en donde sostienen que no hay equidad y que la mayoría de los medios nos apoyan a nosotros. Increíble. Menciónenme tres conductores, analistas, comentaristas de televisión que estén a favor de nosotros, tres.

Reyna Haydeé Ramírez: Pero ¿por qué tienen que estar de un lado o de otro, presidente?

AMLO: Por eso. Pero el, el… (Y se pone a hablar del desplegado sobre supuesta falta de equidad —en detrimento de la oposición— en la cobertura).

Hablando del acuerdo cuya firma Andrés Manuel resiente, cabe preguntar si en este caso no aplica la conseja popular de que lo que “te choca te checa”, de que lo que él quisiera es uno igualito, que su reclamo es no tener “ni” tres medios a su favor. ¿Envidia a Calderón?

En estos tiempos de narcomantas que son tomadas como fuente fidedigna, cabe preguntar si AMLO no desea un acuerdo como ese que se firmó en 2011.

Estos son los enunciados iniciales de ese decálogo:

1. Tomar postura en contra. 2. No convertirse en vocero involuntario de la delincuencia organizada. 3. Dimensionar adecuadamente la información. 4. Atribuir responsabilidades explícitamente. 5. No prejuzgar culpables. 6. Cuidar a las víctimas y a los menores de edad. 7. Alentar la participación y la denuncia ciudadana. 8. Proteger a los periodistas. 9. Solidarizarse ante cualquier amenaza o acción contra reporteros y medios. 10. No interferir en el combate a la delincuencia. Texto íntegro aquí.

El presidente (y otros) dice que el acuerdo fue para callar a los medios. El texto está ahí y cada quien puede sacar sus conclusiones. Lo cierto es que hay que cuestionar si sirvió de algo al gobierno de entonces y a los medios, es decir, a la sociedad que estos se deben, aquella intención; como también hay que cuestionar las repercusiones de la ausencia hoy de política de comunicación con respecto a hechos de los cárteles criminales, que estos aprovechan en tantos sentidos. Ver hilo de Adrián López en X: @AdrianLopezMx

En todo caso, AMLO presume que cada quien hoy dice lo que quiera, no como en el pasado cuando según declara hubo censura. Ante ello, el martes la reportera Reyna Haydeé Ramírez repuso en la citada mañanera:

—¿Y se debe de agradecerle, presidente, porque no es como Calderón o Peña Nieto en la cuestión de la censura?

AMLO: No, no, no, el gobernante tiene que escuchar y respetar a todos. Me gusta más la palabra ‘respeto’ que ‘tolerancia’, porque la tolerancia es como ‘a ver, te concedo de que hables cosas’ y el respeto es más profundo, es una obligación que tiene un gobernante de respetar a los ciudadanos.

Reyna Haydeé Ramírez: Y no a las calumnias también, presidente. O sea, lo que tenga que decir usted de un periodista, pues que se lo documenten muy bien… porque no…

AMLO: Eso sí te puedo decir, que cuando hablo es porque tengo pruebas.

— Bueno, a mí me ha calumniado tres veces.

AMLO: ¿Quién?

— Usted.

AMLO: ¿Yo de qué? ¿Cuándo?…

Y así siguió el diálogo ese martes, uno que vuelve a poner en el centro del debate la relación de la prensa y el gobierno en medio de circunstancias en donde los criminales secuestran a medio centenar de personas sin que el presidente o el gobernador de Sinaloa, o la de Guerrero cuando es el caso, o el de Veracruz, etcétera, perciban la violencia como una crisis.

Hechos de violencia donde al día de hoy hay ocho víctimas —eso son independientemente de qué hayan o no “hayan hecho”— sin aparecer en Culiacán, hechos que pronto serán rebasados o al menos desplazados por otros similares a manos de delincuentes que saben que el gobierno es un tigre de papel de china que se victimiza frente a los periodistas, y que la prensa se la pasa más lidiando con un presidente y unas y unos gobernadores que gustosos lo emulan en la rutina de despreciar la obligación de informar.

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