Un auto baleado y más de una semana de silencio: la desaparición en Sonora de dos jornaleros indígenas de Oaxaca
Jacobo López y Leobardo López Moreno, de 31 y 26 años de edad, originarios de Santo Domingo Tepuxtepec, viajaban para trabajar en campos agrícolas. Son familiares de otros tres jornaleros asesinados en 2022 en Phoenix, Arizona
La comunidad de Santo Domingo Tepuxtepec, una pequeña población indígena de la sierra mixe, en el Estado de Oaxaca, se ha vuelto a cimbrar por la desaparición de dos de sus habitantes, dos años después del asesinato de otros tres jóvenes originarios de ese poblado —y miembros de la misma familia—, en la ciudad fronteriza estadounidense de Phoenix, Arizona. Jacobo López y Leobardo López Moreno, de 31 y 26 años de edad, viajaban el pasado 7 de marzo hacia el norte de México para trabajar como jornaleros agrícolas cuando fueron interceptados en una carretera que cruza el municipio de Caborca, en el Estado de Sonora, presuntamente por un grupo delictivo que les disparó en varias ocasiones y después se los llevó, sin que nadie tenga el rastro ni información sobre su localización. Sus familiares y allegados aseguran que los dos hombres, que son el único sustento de sus familias, realizaban ese trayecto por primera vez, expectantes por un trabajo mejor remunerado, al que no pudieron llegar.
Fueron alentados por un familiar que les consiguió trabajo como jornaleros agrícolas en la pisca de tomate en Sonora, una región a la que viajaban por primera vez en sus vidas, y donde estarían durante una temporada para sostener económicamente a su familia. La tarde del pasado jueves 7 de marzo, el coche en el que se transportaban Jacobo López y Leobardo López Moreno apareció abandonado en un camino de terracería en Caborca, con al menos cuatro impactos de bala en el parabrisas.
Las primeras versiones que se manejaron tras el ataque armado son desalentadoras, según ha explicado el activista y defensor de derechos humanos, Joaquín Galván: “La herida estaba muy reciente, la muerte de tres jóvenes de una forma terrible, fatal y violenta, y de pronto pareciera que las cosas van sanando, se va reconstruyendo el tejido comunitario después de ese proceso tan doloroso, y otra vez, dos jóvenes más de la misma comunidad (...) Se manejaron dos versiones: una, que al ser alcanzados por un comando armado, habían sido asesinados y sus cuerpos levantados por el mismo grupo criminal, y la otra era que habían sobrevivido y que podrían haber estado en algún hospital”, cuenta.
Galván, que se dice profundamente increpado por este caso, fue también quien acompañó el de los jóvenes Herminio, Isauro y Abimael —de 16, 21 y 28 años— asesinados en un descampado de Phoenix, en febrero de 2022, presuntamente por dos hombres de su mismo pueblo, en Oaxaca. El activista asegura que, algunas de las primeras cosas que cruzaron por su cabeza al enterarse, a través de las familias de Jacobo y Leobardo, fue la posibilidad de que los dos hechos hayan estado relacionados, sin embargo, no tiene todavía la forma de comprobarlo y tampoco cuenta con información suficiente para establecer un vínculo. Lo único relevante para Galván, es trasladarse a Sonora cuanto antes para buscar a los dos hombres: “Sus familias tienen mucho miedo de ir a Sonora, sobre todo por la situación tan violenta que hay por allá”.
El activista ha servido de vínculo con la Fiscalía de Sonora y con la Comisión Estatal de Búsqueda de esa entidad. Asegura que ya está hecha la denuncia por desaparición forzada y que con su Gobierno no puede contar: “Con el Gobierno de Oaxaca nunca cuento, siempre son irresponsables e indiferentes con lo que sucede con los paisanos fuera del Estado, sin embargo, la principal atención que se tiene es que el Gobierno de Sonora, que me podrían garantizar mi seguridad con algún acompañamiento en la búsqueda que quiero llevar a cabo allá”.
Galván asegura que han recibido nueva información y está haciendo lo posible por trasladarse a ese Estado para buscar a los hombres.“Queremos encontrarlos, no nos importan las condiciones, solo queremos llevarlos de regreso a casa, darle tranquilidad a sus familias, usando un poco la consigna de las madres buscadoras: no voy a buscar responsables, no voy a buscar procesos judiciales, solo queremos que nos digan dónde los podemos encontrar, que nos los dejen por ahí”, dice.
La realidad de jóvenes como Jacobo y Leobardo es más común de lo que se quisiera aceptar: abandonan sus hogares, llenos de carencias de todo tipo —un contexto propio de las comunidades indígenas en México que sobreviven pese al abandono histórico del Estado—, para buscar mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias. Además, al migrar se convierten también en un blanco fácil de explotación, de marginación y de violencia, sobre todo en regiones como Sonora, un Estado azotado por la violencia de grupos del narcotráfico que se disputan territorios.
El pasado domingo, 4 de febrero, un grupo de jornaleros sufrieron una agresión armada, también en Caborca, la camioneta en la que viajaban para trasladarse de un campo a otro, fue atacada a balazos. Los medios locales y las versiones iniciales apuntaron a que los trabajadores —originarios de Michoacán, y de Oaxaca— fueron “confundidos” con un posible grupo delictivo. La región donde han ocurrido estos últimos hechos ha tenido enfrentamientos armados, robo de vehículos y la presencia de gente armada.
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