De fábrica abandonada a rincón de culto de las expresiones urbanas: la metamorfosis de Exfábricamx
La rehabilitación del espacio, localizado en el norte de Ciudad de México, ha traído un nuevo aire fresco a los alrededores y ha creado interés en miles de personas
Hasta hace unos años, Sergio Collins veía a través de su ventana cómo la violencia absorbía a su barrio de toda la vida, en Tacuba, al norte de Ciudad de México. La fábrica de harina abandonada frente a su casa era la mejor metáfora de la dejación del lugar, donde los robos y atracos estaban al orden del día. La rehabilitación de la antigua factoría de harina —convertida ahora en Exfábricamx, un rincón de culto de la cultura urbana— ha ayudado a promover un cambio. “Estoy muy agradecido, la zona ha cambiado mucho y parece que hay más seguridad. Como viene más gente, también hay más policías”, comenta Collins relajadamente desde su ventana, con el ladrido de sus perros de fondo. Los escombros que se amontonaban por el interior del terreno se han convertido en materiales reutilizados; y las pintadas clandestinas se han cambiado por coloridos murales y grafitis.
La gran fábrica —que cuenta con cerca de 13.000 metros cuadrados— inició sus actividades a principios del siglo XX. Tras caer en el abandono hace solo unos años, el despacho de arquitectos Slvk comenzó un proyecto de recuperación. “Pensamos desde tirarlo a reutilizarlo. Llegamos a la conclusión de no había suficiente oferta cultural en el norte de Ciudad de México, y que no había nada que le diera un espacio al arte urbano”, explica Gustavo Slovik, uno de los arquitectos. Los vivos colores que cubren las paredes de la fábrica se extiende hasta las paredes de su exterior, tapando las pintadas antiestéticas que mostraban el turbio pasado de un barrio que comienza a mirar con buenos ojos el paso del tiempo.
Grafitis en los rincones
Edgardo Slovik, otro de los socios del despacho, recorre las instalaciones de Exfábricamx mirando los grafitis que decoran hasta los rincones interiores de los comercios y bares del lugar. “Queremos que en el espacio mantenga un estilo urbano. Aquí no podría haber un Starbucks”, defiende. Es temprano, y en el lugar apenas transcurren algunas personas que preparan la apertura de sus negocios para la llegada de cientos de personas. Slovik asegura que algunos días llegan a cruzar las puertas de la antigua fábrica hasta 1.500 visitantes, “unos 20.000 al mes”.
Los arquitectos tratan de llevar el lugar más allá del mero sentido estético de la cultura urbana, sin forzar ninguna corriente artística. “Intentamos que hayan actuaciones en directo los viernes y algunos sábados [...] Algunas veces hay grupos de jazz, otras veces djs,...”, cuenta señalando el pequeño escenario montado junto a la entrada. En el interior, los arquitectos también montaron una pista de skate, profundizando aún más en la cultura urbana, que se desarrolla desde el estudio de tatuajes hasta una tienda de ropa de calle.
Piezas temporales y un mural en blanco y negro
Las piezas que visten las paredes son obra de artistas principiantes y consolidados a nivel internacional. Slovik defiende que uno de los encantos es que las piezas del lugar se va renovando con el tiempo. “Queremos dar un espacio a todo el que quiera pintar [...] Intentamos que los grafitis cambien cada seis meses, para no aburrir a los visitantes, para que se encuentren algo nuevo cada vez que vengan”, defiende. Una vez al año organizan una exhibición que permite cambiar una gran parte de los dibujos, que durante el resto del tiempo se mantienen pulcros y sin pintadas sobreexpuestas. “Es curioso. Los artistas se respetan mucho entre sí”, reflexiona el arquitecto.
Sobre uno de los depósitos de la antigua fábrica de harina se despliega el Xilo, un enorme mural en blanco y negro con dibujos animados retro. El ilustrador Marco González, conocido artísticamente como Mother Monkey, tardó tres días en realizar la obra con la ayuda de una grúa. “Culturalmente hablando está súper chido que existan este tipo de espacios dentro de la ciudad. Permiten que demos a conocer nuestras piezas, a experimentar en un espacio en el que al día siguiente la obra no va a estar, donde puede mutar y convivir con otros artistas”, considera.
Con más de 20 años de trayectoria, el muralista cree que Exfábrica logra adaptarse a los distintos tipos de artista. “Algunos buscan el espacio para poder plasmar un gran formato; y otros buscan algo más efímero: llegar, plasmar un tag [una firma] o una placa e irse. Lo que me gusta es que se presta para los dos sentidos”, resume. Mother Monkey asegura que el espacio le recordó a los lugares de exposición que se desarrollan en Brooklyn (Nueva York). “Allí se plasman las obras en espacios con esencia de grafiti, lugares que parecen estar abandonados pero no”, explica.
La recuperación de la fábrica de harina continúa. Slovik asegura que la restauración ha ido por etapas, y que algunas de las zonas que aún no están restauradas le recuerdan a las instalaciones con las que se toparon al principio. Tras una puerta metálica, obstruida con un cierre casero de madera, se observan unos pisos abandonados, estructuras rotas y cúmulos de escombros. Los arquitectos descartaron crear viviendas en el lugar en un principio, consideraban que ya habían muchas en la ciudad. Ahora, no descartan la idea de crear algun pequeño departamento para Airbnb. “Hay gente que viene a la ciudad solo para ver el lugar”, defiende Slovik.
La influencia de Exfábricamx llega a la vivienda de Sergio Collins, el vecino que desde hace 64 años vive en el barrio y que ahora mira a la calle con tranquilidad desde su ventana, abierta de par en par. Sobre la fachada de su casa, una pintura blanquiazul del grafitero francés EPIS mantiene el ritmo urbano que se comienza en la antigua fábrica. No parece molestarle. Sale de su casa para pasear a uno de sus perros. El golden retriever se sienta, previendo lo que va a suceder. De repente, Collins comienza a explayarse en los cambios que ha vivido el barrio: cerró la fábrica de harina, el tren cercano a su casa dejó de llegar, se construyeron dos carriles de alta velocidad, se inauguró el Parque Bicentenario... El perro se levanta, y Collins regresa a su casa. Desde su ventana, se despide. A la antigua fábrica de harina comienzan a entrar los primeros visitantes del día.
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