Sandra Cuevas dice adiós a la política
El último escándalo sobre su gestión ha abocado a la alcaldesa de Cuauhtémoc a anunciar su despedida para 2024, entre acusaciones a Claudia Sheinbaum de forzar su caída
Sandra Cuevas dice adiós a su manera: con una huida hacia adelante. Acorralada por el enésimo escándalo sobre su gestión, la número uno de la Cuauhtémoc, la alcaldía más céntrica y con mayor peso político de la Ciudad de México, ha anunciado este martes que dará un paso atrás cuando acabe su legislatura: “Yo no le tengo amor al dinero ni al poder, le tengo amor a mi país, a mis padres, a Dios. Por eso en el 2024 nos retiramos de la política, porque yo no soy una política tradicional. Pero antes voy a hacer todo lo que esté en mis manos para que Claudia Sheinbaum Pardo no sea presidenta [del Gobierno] y para que se gane la Ciudad de México con la alianza [la coalición Va por México, formada por PRI, PRD y PAN, con la que Cuevas se aupó al poder]”.
La política ha aprovechado una conferencia de prensa para cargar contra Sheinbaum, jefa de Gobierno de la capital, a la que Cuevas declaró la guerra hace tiempo. En su relato, la alcaldesa de la Cuauhtémoc se ha presentado como víctima de un “hostigamiento político” y de la prensa por su oposición a Morena, el partido de Sheinbaum y el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. “Atreverse a señalar al presidente y a la jefa de Gobierno tiene consecuencias: tener una persecución política cada día de mi administración”.
El enésimo escándalo protagonizado por Cuevas llegó hace dos semanas envuelto en bailes y música festiva. El quiosco Morisco, lugar emblemático en el centro de Santa María de la Ribera, es desde hace años el escenario al que cada domingo acuden decenas de bailarines para disfrutar de la danza al aire libre. Pero la práctica, que muchos vecinos ven como un elemento que ya forma parte de la identidad de la colonia, comenzó a ser perseguida por Cuevas, que la acusaba de generar demasiado ruido. El conflicto escaló: la alcaldesa mandó cortar la luz para que no pudieran reproducir sus melodías y los afectados se congregaron a las puertas de la casa de Cuevas —en la misma plaza en la que se encuentra el quiosco—. La protesta, con momentos de tensión entre manifestantes y policías, se saldó con la destitución de los directores generales de Gobierno e Imagen Urbana de la alcaldía.
La tensión no llegó a mayores, pero Cuevas salió rauda a capitalizar la protesta y acusó a Sheinbaum, blanco habitual de sus críticas, de haber organizado la manifestación en su contra. “Les voy a demostrar la persecución política, que la ‘manifestación pacífica’ en contra de Sandra Cuevas en su casa fue orquestada por la jefa de Gobierno, que envió servidores públicos de ella. No era una manifestación vecinal, era gente de Claudia Sheinbaum Pardo”, ha sentenciado la alcaldesa en la conferencia de prensa.
Acto seguido ha comenzado a mostrar videos de la protesta del domingo, señalando a manifestantes e identificándolos, sin aportar pruebas más allá de fotografías descontextualizadas, como “servidores de Sheinbaum”. “Los cantantes, que además son afines a Morena, están aquí”; “esta provocadora que manda Claudia Sheinbaum sale en primera plana de La Jornada porque a la pobrecita le pegaron, pero la pobrecita se pasó todo el video provocando” o “mandan a pura mujer precisamente para que se vea que estamos atacando mujeres”, son algunos de los comentarios irónicos que ha hecho.
La alcaldesa ha aprovechado también para defender la actuación de la policía, llegando a justificar agresiones violentas a los manifestantes, documentadas en video, con un deje de burla en el tono. Uno de los comentarios más habituales de los vecinos que han criticado la retirada del sonidero es que los afectados eran ancianos que acudían a bailar al quiosco. “Ahí no hay adultos mayores, hay puro joven provocador”, ha respondido Cuevas. “Trabajan para Morena, vinieron a provocar a mi domicilio, son empleados de Claudia Sheinbaum que les paga para provocar y reventar eventos”.
La polémica con los bailarines solo ha sido la última en una larga lista de salidas de tono que le han granjeado cada vez más enemistades políticas. Procedente de familia humilde y criada en el barrio bravo de Tepito, llegó a afirmar que no le gustaban los pobres. Meses después agredió a dos policías con los que tuvo que cerrar un acuerdo reparatorio, pedir perdón, compensar con 30.000 pesos a cada agente y acudir a un tratamiento psicológico para “manejar la ira y las emociones”. Para desviar la atención del caso, convocó un acto con sus seguidores en los que lanzó balones con billetes de 500 pesos desde un balcón. En mayo del año pasado, en una de sus decisiones más controvertidas y criticadas por los vecinos, ordenó eliminar los rótulos de los puestos callejeros —considerados expresiones de arte popular—y uniformarlos con pintura blanca con el logo de la alcaldía.
El lenguaje directo y el estilo agresivo han sido su marca personal para hacer política. “Mi temperamento, mi carácter, a veces no me permiten ser hipócrita, no me permiten tener muchas máscaras como acostumbran muchos políticos. No soy una política tradicional y estoy muy orgullosa de eso”, ha declarado este martes. “[Sheinbaum y yo] no somos iguales. ¿Por qué tengo este hostigamiento diario? ¿Por qué se meten con mi familia? Porque no somos iguales, porque al no poder encontrar desvíos de dineros, compra de obras con precios elevados, al no poderme encontrar ningún tema de corrupción, su segunda opción es estar hostigando y provocando hasta que caigamos, eso fue lo que ocurrió”, ha continuado Cuevas.
El último año de la alcaldesa al frente de la Cuauhtémoc se intuyen caliente. Una última gran arremetida en una carrera marcada por el conflicto para una mujer que ha forjado su identidad política a fuerza de confrontación. Ya lo ha dejado claro: Cuevas quiere morir con las botas puestas.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.