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Niño de Elche: “Rosalía es una artista liberada de disciplinas y etiquetas”

El cantaor recibe a EL PAÍS en medio de una exitosa gira de festivales junto a C. Tangana en México y habla de la capacidad experimental del flamenco y del documental sobre su vida que se estrenará este año en el país

Francisco Contreras Molina 'Niño de Elche. | En video, Niño Elche habla sobre su relación con la música.
Elena Reina

Francisco Contreras, Niño de Elche, cuenta que él no es de grandes escenarios, que si lo saludan y lo paran ahora por la calle es gracias a Antón (Antón Álvarez), C. Tangana, y que algún día tanto él como otros artistas deberán reconocerle la labor que está haciendo El Madrileño por eso. Que subirse —como se subió unas horas después— a las tablas del macrofestival Vive Latino en México y que el espectáculo de los españoles pusiera a cantar por bulerías y a dar palmas a miles de almas supone un reto de experimentación más, sin prejuicios ni militancias, como debe ser el arte. El cantaor, exflamenco y ex de casi cualquier convicción, de Elche (Alicante, España), de 37 años, ha recibido a EL PAÍS en su aterrizaje mexicano que ha exprimido al máximo: ha sido jurado del Festival Internacional de Cine de la UNAM (Ficunam), ha actuado por primera vez solo en un escenario más modesto y cerró con el broche de oro: entonar el estribillo de Tú me dejaste de querer ante un público entregado.

El hombre que ha roto las costuras del flamenco, que ha estirado los hilos hasta que lo ha dinamitado desde dentro, siendo un niño prodigio de los tablaos y las peñas, pero que ha acabado ligando más su arte a Francis Bacon que a cualquier estrella consagrada del género español por excelencia; ese mismo que suelta un quejío de un cantaor de otra época con la misma naturalidad con la que se cuelga una sábana y lo cargan en un acto performativo radical de un paso de Semana Santa, habla en esta entrevista de la capacidad experimental del flamenco, de la época dorada que vive estos días, de la película sobre su forma de entender el arte —Canto Cósmico, que se estrenará en salas mexicanas este año—y de Rosalía como un ejemplo de una artista “liberada de disciplinas y etiquetas”.

Pregunta. En España, todavía... ¿Pero en México cómo explica a la gente eso de ser exflamenco?

Respuesta. Siempre utilizo alguna metáfora. Es como si yo fuese fontanero. Asumes todas las cuestiones de la fontanería, pero después no lo ejerces. Pero, claro, en mí queda lo elemental, los saberes esenciales de esa profesión o de esa labor. Ya no estoy en esa industria o en esas concepciones filosóficas o militantes incluso. Pero sí es verdad que en mí ha quedado todo ese residuo de tantos años trabajando y elaborando un discurso a partir de él.

P. Algunos hablan ahora de que el flamenco está de moda, ¿qué opina de esto?

R. Es verdad que el flamenco ha tenido varios momentos de acercamiento mediático. Creo que es verdad que estamos viviendo ahora uno de ellos. En los años 70 se vivió otro, o en los noventa. Y ahora es verdad que tenemos que aprovechar el acercamiento de un público que entiende el flamenco, algunos como algo español-latino, otros como música de raíz, músicas del mundo… Dependiendo del fenómeno que se dé en ese momento y el artista que sea cabeza en lo mediático, encontraremos acercamientos más próximos o más banales o superficiales. Pero en cualquier caso, todo acercamiento es positivo, sin duda alguna.

P. ¿A usted le parece bien cualquier propuesta inspirada en el flamenco, aunque sea superficial, aunque solo siga la tendencia?

R. Siempre que consigamos que el flamenco o que una música con algún credo se pueda comercializar, dar a conocer, siempre es positivo. Recuerdo que en los años noventa se tenía muchísimo escepticismo sobre propuestas que daban a entender que eran flamencas y que podían ser equívocas o no podían ser honorables en lo que el discurso oficial del flamenco se podía dar. Recuerdo en el extranjero gente como Gipsy Kings, u otras propuestas que podían ser incómodas. Pero es que siempre hay algo positivo ahí. Que el Entre dos aguas de Paco de Lucía ha sido mucho más positivo para el flamenco que negativo. También porque no sé qué puede ser negativo, por muy superficial que sea algo que se dé, en esa masa de gente siempre habrá un pequeño porcentaje que profundice. Y si no lo hacen, no pasa nada, no es importante profundizar tanto.

P. En una entrevista para este diario a otro artista, su compañero y colaborador Pedro G. Romero, decía que hay un empeño noble pero absurdo de sacar el flamenco de las tabernas. ¿Pero ya ha salido?, ¿qué son ahora las tabernas?

R. El flamenco está en las tabernas, sí. Y en las cavernas [ríe]. Pero también ha estado desde sus principios en otros espacios: como los puertos, la calle, es un arte urbano 100%. O sea, que esta idea de que el flamenco estaba en una cueva y se salió en los años 30 no es real. Es un arte que se ha comercializado mucho, las compañías ya venían a América en el siglo XX a hacer sus giras, se grababan discos… Ya es una idea un poco romántica que no se cumple como tal. De todas formas esa idea nos debe alentar a pensar de dónde queremos seguir sacando al flamenco. A mí me gusta pensar en que hay que sacarlo de otros sitios, como ayuda, como urgencia. Y yo sigo pensando que hay que sacarlo de las peñas flamencas, de los festivales flamencos, creo que el flamenco ahí no tiene un espacio de confort, es negativo para su desarrollo. Sigo pensando que son espacios ultra conservadores que no siguen haciendo bien al flamenco en su desarrollo social. Eso perteneció a una etapa, a un momento, que ya se ha terminado. Reconocer su muerte y a partir de ahí entender que tiene que ocupar otro tipo de espacios, porque la realidad lo pide.

P. ¿Ha escuchado el nuevo disco de Rosalía?, ¿qué le ha parecido? —el disco había salido hacía solo unas horas—.

R. La verdad es que aún no, no me ha dado tiempo, ¿salió anoche? He escuchado los adelantos…

P. ¿Qué le parece que muchos le pidan que vuelva al flamenco, que no haga tanto reguetón?

R. Es una paradoja: cuando hacía lo que hacía, los más cercanos al flamenco decían que eso no era flamenco. Y ahora que no lo hace, que por qué no hace lo que hacía. Rosalía es una artista muy liberada de las etiquetas, lo demuestra. Y si ahora le apetece hacer un disco más reguetonero, ella se ha concebido esa dicha que es la de una artista liberada de las disciplinas, etiquetas. Y a esos artistas hay que alentarlos, porque son muy necesarios. Porque no trabajan en pro de su público, Rosalía trabaja realmente en lo que a ella le apetece, según el discurso que quiera desarrollar. Eso lo que te dice es que un artista está vivo. Como dice el compositor Morton Feldman: “Un artista que es capaz de suspender sus convicciones”. Y Rosalía es capaz de eso, porque es una gran artista.

P. Hace solo unos años, para muchos artistas de flamenco clásicos conjugar el género con la electrónica, el trap o el reguetón suponía una locura. Algo impensable, que comentó Diego El Cigala en una entrevista para este diario. No era el único que opinaba igual. ¿Qué estarán pensando ahora después de escucharlo a usted, a Rosalía, a C. Tangana...?

R. Si es que todo es sensible a ser mezclado. Y es que es el sentido que ha tenido siempre el flamenco, nace de eso, de esa actitud heterodoxa de esos artistas, desprejuiciada. El flamenco ha sido siempre de artistas que no han intentado reafirmarse una identidad, todo lo contrario: lo más queer que tiene el flamenco es que no ha buscado nunca reafirmarse en un origen claro, porque no lo tiene, y por supuesto no hay un objetivo. Que se mezcle con otra música es lo más natural que los flamencos pueden hacer. Yo soy un artista experimental porque vengo del flamenco. Si viniera de la música clásica o del jazz, seguramente no sería un artista experimental o no tanto. Y el panorama lo dice, ¿no? No hay artistas tan radicales en otras disciplinas como se han dado en el flamenco y se da por eso, porque es un arte desprejuiciado, bastardo, de la falsificación. Y eso nos da un valor, nos libera, no tenemos que defender una tradición, una historia, porque es muy corta. Todo artista flamenco que trate de hacer eso entra en contradicciones y puede implosionar, incluso. Pero los demás tenemos esa liberación, por suerte.

P. En Canto Cósmico, la película sobre su vida y su relación con el arte y la de otros artistas, que se estrenará en salas mexicanas este año, se habla de la huida de la coherencia, de la idea de la libertad, de lo revolucionario, del anarquismo. ¿Cómo se come con estos principios?, ¿siente en algún momento que se corrompe?

R. No, yo creo que siempre será más positivo que la gente tenga dinero en su mano a que no lo tenga. Claro, yo vengo de movimientos así más izquierdistas clásicos y siempre nos han enseñado a sospechar del que tiene dinero o del que quiere tenerlo. Y por suerte he podido evolucionar a que no. A que hay otro tipo de complejidad y de relación con la economía. Claro, ser artista es ser una persona directamente con concepciones anarcocapitalistas, el valor que relacionamos con el mundo del arte no tiene nada que ver con las horas de trabajo, a partir de ahí entramos en contradicciones, y nuestras relaciones con la industria son paradógicas. Pero también debemos despojarnos de esta idea de que el dinero no es pro a una cultura crítica, para mí es todo lo contrario. Es lo que nos da posibilidades para ser críticos.

P. Y sobre la huida de la coherencia, que repite casi como un mantra, ¿cómo lo mantiene siendo jurado de un festival de cine?

R. Yo vengo de movimientos donde la coherencia se premiaba. Una persona coherente, en España es algo muy premiado, alguien que no cambia de opinión. Yo pienso todo lo contrario, cuando alguien cambia de estética, de formas de pensar, es una persona móvil, que se cuestiona, lo otro es una persona estancada en pensamientos únicos, estáticos, y no soy nada partidario de esa forma de estar y de ser. Y cuando uno es jurado intento analizar desde ahí. Toda persona que muestre su vulnerabilidad es una persona para mí cercana a lo divino.

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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