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Georgia vive unas elecciones históricas: “Ha venido gente que no votaba desde hace 20 años”

La masiva participación en el Estado sureño marca una jornada electoral que definirá el poder de maniobra del Gobierno de Joe Biden

Una doctora vota en la segunda vuelta de la carrera al Senado de EE UU, este martes en Atlanta. FOTO: CHRIS ALUKA BE / EFE/EPA VIDEO: EFE, AP
Antonia Laborde

Antes de que abrieran los colegios electorales este martes en el Estado de Georgia, ya habían votado de manera anticipada o por correo más de tres millones de ciudadanos (de los alrededor de 7,7 millones registrados). Una cifra sin precedentes en una segunda vuelta para asignar escaños en el Senado, que muestra el gran tirón de una cita en la que los demócratas de Joe Biden se jugaban obtener los dos puestos en liza y la mayoría del Senado, que desde hace seis años está en manos de los republicanos. La carrera contra los candidatos republicanos, como en las presidenciales, se augura muy ajustada, por lo que los resultados definitivos podían retrasarse.

Los demócratas llegaron a los centros de votación inundados de ilusión. En el centro recreativo C. T. Martin, en el sureste de Atlanta, los electores, casi todos afroamericanos, confiaban en que el reverendo Raphael Warnock y el realizador de documentales Jon Ossoff se impondrían sobre sus contrincantes, los senadores republicanos Kelly Loeffler y David Perdue, respectivamente.

En el recinto, Clenetta, de 33 años, remitía a lo sucedido en Georgia en las elecciones presidenciales del pasado noviembre, cuando el Estado sureño votó por primera vez desde 1992 por un presidente demócrata, convirtiéndose en el único oasis azul en el llamado “cinturón bíblico” del sur. “Creo que estos candidatos pueden velar por los problemas que afrontamos en la comunidad negra”, afirmó. Jerald Hogan, de 46 años, también confía en un vuelco: “Por primera vez en mi vida creo que las cosas van a cambiar”.

Georgia es el segundo Estado con mayor población afroamericana del país (33,5%), según las estimaciones del censo de 2019. En un año marcado por las protestas raciales más multitudinarias desde el asesinato a Martin Luther King en 1968, la tierra del líder activista alcanzó cifras históricas de participación electoral. Una movilización de la comunidad negra y de los jóvenes dio el triunfo a Biden en noviembre por menos de 12.000 votos frente a Donald Trump. El trabajador social Ayslee Hook, de 49 años, que siempre ha votado, explica que los jóvenes de su familia nunca habían votado porque no sabían “la importancia y el poder” de su voz. Sin embargo, para esta segunda vuelta al Senado, todos acudieran a las urnas.

Las colas ante los colegios electorales avanzaban con fluidez al mediodía, una imagen muy diferente de la de las primarias de junio pasado para elegir candidatos a senadores, la Cámara de representantes y cargos estatales. En aquella ocasión se vio a electores esperando más de ocho horas. Susan Caolo, voluntaria de 67 años, colaboró en esas primarias y este martes ha repetido el plato. “Quiero ver con mis propios ojos cómo se da vuelta el Estado. Ha venido gente que no votaba desde hace 20 años”, afirma.

La mayoría de los barrios en los que ha habido problemas en la máquinas y largas filas en ocasiones anteriores son los de las minorías étnicas, donde las restrictivas leyes electorales suelen perjudicarles para ejercer su derecho. Miles Centrella, voluntario de 21 años, se ha encargado durante la última semana de tocar a las puertas en estos vecindarios para asegurarse de que la gente votara con antelación o participe este martes. “El 80% de las casas a las que fui me dijeron que ya habían votado por correo”, afirma en el centro de Atlanta. Centrella ha sido parte del ejército movilizador que fundó la activista demócrata y abogada Stacey Abrams para incentivar el voto de las minorías.

Los demócratas atribuyen a Abrams la movilización de 800.000 votantes en las presidenciales, casi el 50% afroamericanos de entre 30 y 45 años. Por eso, el lunes, cuando el presidente electo Biden arrancó su mitin de cierre de campaña en Atlanta, lo primero que hizo fue darle las gracias. “Stacey cambió Georgia. Stacey cambió Estados Unidos”, exclamó Biden. En el acto de apoyo a los dos candidatos a senadores, El demócrata no mencionó las presiones que ejerció Trump sobre el secretario de Estado de Georgia, el republicano Brad Raffensperger, el pasado fin de semana, cuando le instó a que “encontrase” los votos suficientes para revertir la victoria del demócrata. Aunque sí ironizó: “No sé para qué quiere el puesto, si no quiere hacer el trabajo”.

Trump, por su parte, acudió la misma jornada a la ciudad de Dalton, donde volvió a criticar a Raffensperger y amenazó con volver al Estado en un año y medio para hacer campaña contra el gobernador, ambos miembros de su partido que niegan las acusaciones de fraude en noviembre. “No se van a llevar esta Casa Blanca. Vamos a luchar hasta el final”, arengó.

Los primeros datos de participación en la segunda vuelta al Senado sugerían una alta participación entre los votantes negros, la base del electorado demócrata de Georgia. Más de 100.000 ciudadanos que no participaron en las elecciones de noviembre solicitaron su papeleta por correo, un sistema impulsado principalmente por las autoridades demócratas para dar seguridad en tiempos de pandemia. Por su parte, los republicanos se concentraron en dinamizar su base de hombres blancos y votantes de las zonas rurales, que tienden a votar el mismo día de las elecciones. Sobre las urnas planeaba la incógnita de la posible influencia de las acusaciones infundadas de Trump y las presiones para revertir los resultados en Georgia en los resultados de los candidatos republicanos, que se han mantenido fieles al mandatario.

Feudo conservador

Los republicanos nunca han perdido una segunda vuelta electoral en la historia moderna de Georgia, ya que la participación demócrata tradicionalmente es inferior en comparación a las presidenciales. Pero el feudo conservador ha experimentado un cambio demográfico en la última década que puede cambiar las cosas. La inmigración a la capital y las áreas residenciales de minorías étnicas y profesionales de la industria cinematográfica favorecen al Partido Demócrata. El núcleo del área metropolitana de Atlanta no ha dejado de extenderse y ya representa casi la mitad del electorado del Estado.

De ganar los demócratas los dos escaños en liza, el Senado estaría dividido en 50 escaños para ellos y 50 para los republicanos. Por ley, cuando esto sucede, es el vicepresidente el que desempata. En este caso, la vicepresidenta electa, Kamala Harris. Este escenario no sería garantía de que Biden pueda sacar adelante todo su programa, ya que las leyes más importantes deben contar con 60 votos en el Senado, pero sí le daría holgura para otras sacar adelante otras normas. Un Senado aún en manos republicanas les daría la capacidad de bloquear gran parte de la agenda presidencial. Con tanto en juego, los partidos han gastado casi 500 millones de dólares (406,5 millones de euros) en la campaña.

Los candidatos

La senadora republicana Kelly Loeffler, de 50 años, fue designada hace un año para el cargo tras retirarse otro legislador problemas de salud. La acaudalada exempresaria dice ser un ejemplo del “sueño americano”. Es copropietaria del equipo de baloncesto femenino Atlanta Dream. Una realidad muy distinta de la de su contrincante, el reverendo Raphael Warnock, de 51 años, que predica desde hace más de 15 en la Iglesia Bautista Ebenezer. El republicano David Perdue, de 71 años, también es uno de los miembros más ricos del Senado. Fiel seguidor de Trump, la recta final de campaña la ha pasado en cuarentena por un contacto con un contagiado por coronavirus. Su oponente, Jon Ossoff, de 33 años, es realizador de documentales y una cara nueva del partido demócrata.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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