La dictadura militar de Brasil les encerró en un reformatorio: ahora la vida de los indígenas Krenak se abre paso entre sus ruinas

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La dictadura militar de Brasil les encerró en un reformatorio: la vida de los indígenas krenak se abre paso entre sus ruinas

El fotoperiodista Leonardo Carrato reivindica la memoria histórica al revisitar el lugar donde cientos de indígenas fueron encarcelados por los militares a partir de finales de los sesenta

La existencia del llamado Reformatorio Krenak es uno de los episodios más desconocidos y a la vez más espeluznantes de la dictadura militar brasileña (1964-1985). Cientos de indígenas considerados demasiado rebeldes o peligrosos fueron encarcelados en este campo de reeducación, donde eran sometidos a trabajos forzados y torturas con objetivos de asimilación cultural. Las ruinas, tanto físicas como psicológicas de esa especie de campo de concentración levantado en Resplendor (Minas Gerais), son las protagonistas en un trabajo del fotoperiodista Leonardo Carrato, que este 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, reivindica la historia escondida tras la historia oficial.

Hace casi seis años, Jair Bolsonaro acababa de ganar las elecciones y Carrato buscaba alguna historia concreta para indagar en la memoria de los brasileños, que estaban a punto de abrir las puertas del Gobierno a un capitán militar nostálgico de la dictadura. Cuando en una conferencia escuchó hablar del campo de internamiento, lo tuvo claro: “Allí estaba Douglas Krenak. Su padre pasó por todo eso. Sus palabras me impresionaron profundamente, sobre todo porque muchas personas aún viven en el lugar donde sufrieron todo ese trauma”, explica por teléfono. Fue así como nació Reformatorio Krenak. Fragmentos de una memoria subterránea. El pasado abril, en el 60º aniversario del golpe de Estado, el Estado brasileño pidió perdón a los indígenas por las atrocidades cometidas contra ellos.

En las casas alrededor de este internado ahora abandonado viven indígenas de la etnia local, los krenak (que la dictadura casi lleva a la extinción). Carrato estuvo visitando a sus vecinos durante cuatro años, entre 2019 y 2022, para ganarse su confianza y poder abordar desde el respeto un asunto que toca fibras muy sensibles, sobre todo entre los más mayores de la aldea. “A los que pasaron por eso les retraté de noche, en un entorno más oscuro, para no centrarme tanto en la persona en sí, sino en el sentimiento que podría proporcionar”. No se trataba tanto de hacer retratos como de captar el alma del lugar, las heridas que aún no han cicatrizado del todo.

La dictadura militar brasileña acabó con la vida de al menos 8.300 indígenas, según el informe de la Comisión Nacional de la Verdad, publicado en 2014. Por el Reformatorio Krenak pasaron indígenas de todo el país, una parte de los que los militares expulsaban de sus territorios ancestrales para imponer su programa desarrollista y facilitar las cosas a los grandes terratenientes. Ante la dificultad de entenderse con ellos por la enorme diversidad lingüística, los militares crearon la Guardia Rural Indígena, reclutando a jóvenes indígenas para reprimir a sus propias etnias.

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En contraste con ese doblemente cruel proceso de asimilación cultural, la Hacienda Guaraní, el campo de reeducación que sucedió al Reformatorio Krenak, es a día de hoy un vibrante polo de cultura indígena, donde jóvenes de la etnia pataxó aprenden sus lengua nativa y retoman la identidad robada. La vida se abre paso entre las ruinas, y las imágenes de Carrato combinan la densidad del recuerdo histórico con la ligereza de lo cotidiano. En su versión original, el proyecto de Carrato, con Gabriel Cabral como comisario, quiso provocar una confrontación entre la historia y la memoria, por eso también incluye fotos de la época y hasta las fichas con los que los militares identificaban a los indígenas, donde describían con todo lujo de detalles los rasgos de su carácter. Fue uno de los ganadores del Premio Nacional de Fotografía Pierre Verger y recientemente se expuso en el Museo de Arte de Bahía.

Créditos:

Textos: Joan Royo Gual
Fotografía: Leonardo Carrato
Edición visual: Héctor Guerrero
Diseño y programación: Mónica Juárez Martín

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