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Cuatro niños mueren ahogados en el Egeo ante las cámaras de la Guardia Costera griega

Los guardacostas grabaron el naufragio de una balsa hinchable, pero acudieron tarde al rescate porque el suceso ocurrió en aguas territoriales de Turquía y esperaban que este país se hiciese cargo

Los supervivientes de uno de los naufragios ocurridos en el mar Egeo el pasado lunes salen del barco de la Guardia Costera griega al llegar a Mitilene, en la isla de Lesbos. Elias Marcou (Reuters)
Lola Hierro

Una balsa hinchable de pequeñas dimensiones se hunde, lentamente, con todo su pasaje a bordo. Al cabo de 40 segundos, solo la proa sobresale entre las olas. Los pasajeros acaban sumergidos. Algunos intentan aferrarse a lo que queda del plástico; otros, simplemente, desaparecen. Al cabo de 10 segundos, no queda más que una mancha en la inmensidad del mar. Esta es la descripción de uno de los últimos naufragios ocurridos en el mar Egeo. Es uno como tantos otros que suceden casi a diario, pero hay algo que marca una diferencia: que ha sido grabado en vídeo y difundido en redes sociales. Filmado en algún punto entre Turquía y Grecia, se trata de un testimonio visual de cómo el mar se traga las vidas de algunas de las personas que intentan alcanzar Europa. Lo ha publicado la Guardia Costera griega, que presenció la tragedia antes de acudir a recoger a los supervivientes y a los muertos. Porque los hubo: 18 personas lograron sobrevivir, pero cuatro niños se ahogaron ante la cámara en el apenas minuto y medio que dura la grabación.

El texto con el que los guardacostas griegos acompañan el macabro documento en su cuenta de X es informativo y escueto: “Vídeo del momento en que el barco con 22 migrantes se hunde y provoca la muerte de cuatro niños a las 6:15 del 28/8/2023, NE de Lesbos, 2,5 millas náuticas, dentro de aguas territoriales turcas”. También han publicado una nota de prensa en la que explican que el bote hinchable fue avistado por uno de sus buques y que, tras recibir la orden de su Cuartel General, acudieron al auxilio de los náufragos.

Defienden que previamente realizaron “repetidas llamadas” a sus homólogos de Turquía para avisar de este naufragio en su zona de jurisdicción, pero sin obtener respuesta. Que las autoridades turcas no socorrieron a los migrantes ni posteriormente quisieron hacerse cargo de ellos. “Un barco de la Guardia Costera turca apareció en dicha zona marítima y se acercó a gran velocidad, mientras se recogían los restos del naufragio, y luego se negó a aceptar a los extranjeros rescatados”, aseguran.

De los 22 tripulantes, 18 fueron transportados al puerto de Mitilene, la capital de la isla de Lesbos. Dos de ellos recibieron atención sanitaria en el hospital general, y los 16 restantes fueron trasladados al área de cuarentena del campamento de refugiados de Kara Tepe, en la misma isla, gestionado por las autoridades helenas. Los cuatro fallecidos eran menores de edad: un niño de ocho años, dos niñas de 14 y ocho años y una bebé de 11 meses, según confirmó el portavoz del Gobierno, Pavlos Marinakis. La embarcación, presuntamente, había zarpado de Turquía días atrás y sus ocupantes provenían de Yemen, Palestina y Somalia, según medios locales.

Una vez hecho público el vídeo, la Guardia Costera de Turquía también ha ofrecido su versión del incidente. El organismo sostiene que fue informado y que se envió “inmediatamente” un barco a la zona. Cuando llegó, todos los migrantes habían sido llevados a dos botes pertenecientes a sus homólogos griegos. “No había migrantes en el mar y no se estaban llevando a cabo operaciones de búsqueda y rescate por la Guardia Costera griega”, aseguran.

La Autoridad Portuaria Central de Mitilene está llevando a cabo una investigación y continúan las búsquedas de personas desaparecidas. Pero lo que ni este ni el vídeo publicado en X responden es la pregunta que cualquiera se hace al ver las imágenes: ¿Por qué se limitaron a grabar en vez de acudir desde un principio a socorrer a estos náufragos?

Una posible razón detrás de la inactividad por parte de los guardacostas griegos es el conflicto territorial que Grecia y Turquía arrastran desde los años setenta y que tiene que ver, entre otros aspectos, con la delimitación de las aguas que pertenecen a cada país: Grecia quiere ampliarlas por el Jónico, y Ankara advierte que si se les ocurriera la misma idea en el Egeo, que comparten, será tomada como un casus belli. “Los protocolos de búsqueda y rescate son complicados. Turquía y Grecia son países vecinos, pero las relaciones son tensas y eso al final genera que nadie cuide de la gente”, lamenta Lefteris Papaginiakis, director del Instituto Griego para los Refugiados. Ni él ni Vassilis Kerasiotis, director de HIAS Grecia, una ONG de ayuda a refugiados, entienden las circunstancias por las que se efectúa finalmente un rescate que en principio no podía llevarse a cabo por la cuestión de las aguas. “El comunicado griego sostiene que lanzaron la alerta a los turcos y como nadie actuaba, pidieron permiso para rescatar. Esa autorización llegó demasiado tarde”, cavila Papaginiakis.

Sin embargo, Vittorio Alessandro, almirante retirado de la Guardia Costera italiana, recuerda que el derecho marítimo internacional contempla que, cuando se produce un naufragio y una embarcación lo detecta, debe comunicarlo a todas las naves que haya alrededor. “Si el Estado competente no interviene, asume la responsabilidad el que está en condiciones de prestar asistencia”, afirma. Por ello, una disputa política por la territorialidad de unas aguas en ningún caso sirve para justificar que no se asista en un naufragio. “Pueden. Y, de hecho, deben, en virtud de los convenios internacionales de Hamburgo y el de la Seguridad de la Vida Humana en el Mar, al que ambos Estados se han adherido”, sostiene Alessandro. Este periódico ha intentado ponerse en contacto por distintos medios con la Guardia Costera helena, hasta el momento sin éxito.

2.322 muertes este año

Más de 17.000 personas han llegado a Grecia por vía terrestre y marítima en 2023, de las que 5.300 lo han hecho durante agosto, según cifras de Naciones Unidas. Se han registrado al menos 2.322 muertes en lo que va de año, la mayoría en el Mediterráneo central. Kerasiotis insiste en que la solución a estas muertes es habilitar vías legales y seguras para emigrar. “Mientras migrar sea considerado un acto ilegal, la población seguirá recurriendo a vías peligrosas y seguiremos lamentando muertes”, ha denunciado.

Durante los dos últimos meses se ha producido un aumento en el número de migrantes que han intentado cruzar el Mediterráneo hasta Grecia. Solo el fin de semana pasado, fueron auxiliadas docenas de personas, incluidas niños, a la deriva en el Egeo, entre las islas de Lesbos, Kos y Samos, según demuestran los vídeos que ellos mismos han difundido en sus redes sociales. De hecho, también el pasado lunes, a la una de la madrugada, otra embarcación con 37 personas fue asistida frente a Samos después de que los pasajeros cayeran al agua al ver la patrullera, según la versión de las autoridades. Una mujer y un niño fueron sacados del agua sin conocimiento, pero ella murió. El mismo día, por la tarde, otros 75 migrantes que navegaban en lanchas neumáticas fueron rescatados en tres incidentes distintos en Lesbos.

Lefteris Papaginiakis advierte que los datos recabados por el Instituto Griego de los Refugiados indican que este aumento de llegadas coincide con un descenso de las devoluciones en caliente. Del 31 de julio al 7 de agosto, 159 personas fueron expulsadas en caliente de Lesbos después de ser encontradas en aguas turcas cercanas a la isla, mientras que 378 más llegaron a la isla y fueron registradas, según los datos más recientes de la Guardia Costera de Turquía.

Para el director del Instituto Griego de los Refugiados, el descenso de devoluciones en caliente obedece a un intento de lavado de imagen de los guardacostas después de que protagonizaran el peor naufragio de la historia de Grecia, el pasado mes de junio frente a las costas de Pylos. Solamente sobrevivieron 104 personas y se recuperaron 86 cadáveres, mientras otras 510 desaparecieron, muy posiblemente ahogadas. El desastre puso el foco en la labor de la Guardia Costera griega, cuyos patrulleros presenciaron el hundimiento, pero no actuaron hasta pasadas dos horas. El caso fue un escándalo y eso les granjeó fuertes críticas dentro y fuera de sus fronteras.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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