Grecia mira para otro lado ante la tragedia migratoria del Jónico en vísperas de las elecciones
La muerte y desaparición de cientos de personas en presencia de las autoridades costeras apenas ha suscitado debate entre los candidatos
Un grupo de mujeres y hombres jóvenes, con camisetas negras, reparten octavillas en la céntrica plaza ateniense de Propilia. Son las siete de la tarde del jueves 22 de junio. Quedan pocas horas para que este domingo Grecia celebre sus segundas elecciones en poco más de un mes, en las que conservador Kyriakos Mitsotakis, líder de Nueva Democracia, parte como gran favorito. En las octavillas se dice que la muerte de cientos de personas en el naufragio del mar Jónico registrada el miércoles 14 de junio no fue un accidente, sino un “asesinato”. Los jóvenes han convocado una concentración. Pero solo acuden ellos, que rondan la veintena. Los coches y los turistas pasan indiferentes ante su pancarta, con insignia anarquista. Casi nadie se interesa por los papeles que reparten.
La migración apenas ha suscitado debate o intercambio de opiniones entre los candidatos a primer ministro. Alexis Tsipras, líder de la formación izquierdista Syriza, evocó el problema en el mitin de cierre de campaña, este jueves, en la plaza Sintagma de Atenas. El ex primer ministro alegó que durante su mandato (2015-2019) Grecia afrontó “la mayor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial” y el país se convirtió “en sinónimo de solidaridad”. Y advirtió: “No permitiremos que la conviertan en sinónimo de barbarie. Lo demostramos la semana pasada, durante el naufragio más mortal en la historia de nuestro país. Nos aconsejaron no hablar del tema porque [las víctimas] no eran ricos, porque estaban oprimidos, porque no eran griegos, porque ni siquiera eran turistas; eran refugiados. Pero nosotros no tomamos en cuenta el coste político cuando defendemos nuestros valores”.
Los temas que han copado la campaña son la carestía de vida, los escándalos urbanísticos en varias islas, las medidas económicas que pretende adoptar Mitsotakis y las llamadas de la izquierda para evitar otros cuatro años de “gobierno autoritario de la derecha”. Los cinco candidatos que lograron representación en la anterior votación del 21 de mayo —el socialista Nikos Androulakis, el comunista Dimitris Kutsumbas y el ultranacionalista Kyriakos Velopoulos, además de Mitsotakis y Tsipras— tenían previsto celebrar un debate el jueves 15 de junio, un día después del naufragio. Pero el Gobierno en funciones decretó tres días de duelo y el debate se canceló.
En las elecciones de mayo, Mitsotakis quedó por delante de Tsipras, con la mayor diferencia de votos entre el primer y el segundo partido desde 1974, tras el fin de la dictadura. Sin embargo, el primer ministro saliente no quiso gobernar en coalición, ante la perspectiva de obtener una mayoría absoluta en los comicios de este domingo, en virtud de una nueva ley electoral que favorece al partido ganador. Desde entonces, los esfuerzos de Tsipras se han centrado en levantar la moral de la izquierda. El desafío que plantea la inmigración irregular solo adquirió cierta relevancia en su agenda a partir del naufragio. Este viernes, ningún medio griego recogía en titulares las palabras del líder izquierdista.
La periodista iraní Aora Helm, de 35 años, y el trabajador social Errico Rossi, italiano de 32, se encuentran entre la veintena de asistentes a la convocatoria del jueves en protesta por “el asesinato” del naufragio. No ocultan su decepción ante la escasa asistencia: “En la asamblea para convocar las movilizaciones de esta semana había 150 personas, hoy aquí somos menos”, señala Rossi. Helm matiza que, al día siguiente del naufragio, en Atenas se celebró la mayor manifestación por los derechos de los refugiados del último lustro, en la que participaron unas 10.000 personas. Y recuerda que al día siguiente 200 personas marcharon por el puerto de El Pireo hasta la sede de Frontex y la Guardia Costera. No obstante, a la periodista iraní no le sorprende que no haya una movilización masiva: “Grecia es la primera línea en el conflicto migratorio, la gente se ha acostumbrado a ver a los refugiados en situaciones terribles”.
Rossi lamenta que la opinión pública esté más preocupada por el submarino del Titanic que por la tragedia en el Jónico: “La misma gente que culpa a los migrantes por viajar en condiciones peligrosas no dice que los multimillonarios aceptaron el riesgo”.
Un funcionario de un país europeo con gran conocimiento de la política helena, que solicita el anonimato, se muestra sorprendido ante la “frialdad” de la sociedad frente al naufragio. “¿Qué hubiera ocurrido en otro país europeo si se hunde un barco ante las narices de los agentes de Frontex y de las autoridades costeras? Creo que, como mínimo, se habría hecho examen de conciencia. Aquí, el Gobierno se ha limitado a decir: ‘Esta gente iba a Italia y se ha ahogado’. Las pocas cuentas que está dando el Gobierno griego en funciones han venido tras las informaciones de medios internacionales como la BBC, que cuestionan el papel de la Guardia Costera. Es verdad que ahora mismo solo hay un Gobierno en funciones. Y es verdad que la sociedad griega está cansada de la insolidaridad de Europa. Pero, aun así, hay mucha frialdad. Y en las redes sociales, mucho peor. Encuentras mensajes de una crueldad pasmosa”, reflexiona.
“Las expulsiones en caliente se han vuelto rutinarias”
Siavash Shahabi, refugiado iraní de 37 años, cree que lo peor de Mitsotakis es que está “cumpliendo lo que prometió”. Arqueólogo de profesión que trabaja en Atenas como analista de datos, Shahabi afirma que, con el primer ministro conservador, las expulsiones en caliente y la brutalidad de la policía se han vuelto rutinarias. “Durante el Gobierno de Syriza la situación de los refugiados tampoco era buena, pero ahora es mucho peor”, esgrime.
Shahabi relata que en julio de 2019, solo dos días después de que Mitsotakis ganara las elecciones, le retiraron la tarjeta sanitaria y solo se la devolvieron 10 meses más tarde. Y atestigua que, tanto para él como para sus amigos, el centro de Atenas se ha convertido en un lugar peligroso en el que la policía realiza continuamente controles de identidad basados en el color de la piel. “Mi piel no llama la atención, pero tengo otros amigos a los que la policía los suele parar y los llevan a comisaría, aunque tengan todos los documentos en regla. Es un hostigamiento constante”.
Lorraine Lette, abogada que lleva seis años al frente del Legal Center Lesvos, colectivo jurídico de referencia en la defensa de los derechos de migrantes y refugiados, constata que la política migratoria de Mitsotakis se caracteriza por su dureza, pero cree que “la involución” comenzó antes de que Nueva Democracia llegara al poder, en 2019. Esta abogada estadounidense asegura que Mitsotakis ha restringido el derecho de asilo y convertido los campos de refugiados en “instituciones cerradas que limitan la libertad de movimiento de los solicitantes de protección internacional”.
La letrada considera que el derecho al asilo de las personas que llegan desde Turquía se ha reducido paulatinamente desde el acuerdo migratorio firmado entre la Unión Europea y Turquía en 2016. Lette cree que no solo ha habido una erosión de los derechos de los migrantes “en las políticas oficiales” sino, especialmente, “en las prácticas informales como las devoluciones en caliente, que se han convertido en sistemáticas durante el mandato de Mitsotakis”.
Lette sostiene que, aunque “la vulneración de derechos” se haya acentuado con los conservadores, “las políticas y la financiación son europeas, no las decide solo Grecia”. Además, critica la “criminalización de la solidaridad”, en alusión a los juicios a trabajadores humanitarios acusados de tráfico de personas por participar en rescates y la estigmatización de la propia inmigración mediante la persecución penal de los solicitantes de asilo encarcelados por pilotar las lanchas en las que llegaron a Grecia.
La abogada se pregunta si Grecia y la Unión Europea están probando hasta qué punto pueden endurecer las políticas migratorias con el beneplácito de la población: “Militarizaron las fronteras en las islas griegas, después se forzó a la gente a vivir en campos de refugiados, se les quitaron los derechos poco a poco y hemos llegado a un punto en el que apenas hay reacción de la sociedad civil”, razona.
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