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Los 300 jóvenes migrantes convertidos en ‘okupas’ en París por la saturación del sistema de acogida

El grupo se ha refugiado en una escuela abandonada a la espera de que se determine si son menores de edad, ante la falta de plazas en los centros de urgencia

NGO Wilson the Hairdresser
La ONG El Peluquero Wilson corta el pelo a los residentes del colegio situado en la calle Erlanger de París.Yann Levy

De pie en el patio, Joseph, que prefiere no dar su apellido, observa callado lo que pasa a su alrededor. El joven guineano llegó a Francia tras un periplo que lo llevó a cruzar ocho países distintos y el mar Mediterráneo en patera. Desde hace más de una semana, duerme junto a más de 300 migrantes sin hogar en una escuela abandonada de la capital francesa, en el distrito adinerado de Passy. Todos se declaran menores, aunque no han sido reconocidos como tal por las autoridades locales. Y todos esperan ahora el veredicto del recurso que han presentado ante un juez. Un trámite que puede tardar hasta un año, período en el cual se quedarán en la calle, debido a la saturación de los centros de alojamiento de urgencia.

Varios informes elaborados por diferentes organismos de las instituciones han alertado de las deficiencias en los últimos años del sistema de acogida y de la saturación de los centros para alojarlos. Esto en una tendencia al alza en Francia. Según datos del ministerio de Justicia, en 2022,14.792 personas fueron reconocidas como menores no acompañados. En 2021, 11.315, y en 2020, 9.524.

La escuela ocupada, que lleva más de cuatro años abandonada, se encuentra a escasos cuatro kilómetros de la Torre Eiffel. Está en uno de los distritos más adinerados de la capital, el de Passy (el número 16), junto al estadio del Parque de los Príncipes y el de Roland Garros, y el Bois de Boulongne y en el que se ubican una decena de embajadas extranjeras. Varios edificios de viviendas la rodean y de vez en cuando, algún que otro vecino se asoma a su balcón a ver qué pasa. “Esta mañana, una mujer llamó a la policía”, cuenta Zelda Gayet, una de las voluntarias que los atienden. También relata la noche en que un grupo llegó frente a la reja de entrada con un cartel que decía: “Libérenos de la inmigración”. Otros vecinos, en cambio, han venido a ayudar, como una mujer florista que propuso una actividad de arreglos florales. Contra todo pronóstico, “tuvo bastante éxito”, se ríe.

Pero por lo general, hay tensión. Los voluntarios controlan el acceso al recinto y un grueso candado impide la entrada a personas externas. La junta municipal del distrito, gobernada por Los Republicanos (conservador), pide la expulsión de los migrantes. En un comunicado, denuncia que el lugar, que pertenece al Ayuntamiento, está en pésimo estado y podría suponer un peligro para los ocupantes. También critica que la mayoría de los migrantes “han sido evaluados como adultos” y “se encuentran en una situación irregular”. El partido es liderado por Éric Ciotti, que suscribe la teoría conspirativa de la gran sustitución y se opone al cordón sanitario con la ultraderecha de Marine Le Pen.

El Ayuntamiento, gobernado por la socialista Anne Hidalgo, rechaza, sin embargo, expulsarlos. Ian Brossat, teniente de alcalde responsable de la vivienda, el alojamiento de emergencia y la protección de los refugiados, ha indicado en Twitter que piden que se les proporcione un alojamiento. “También hemos propuesto al Estado un lugar que nos permita acoger dignamente a jóvenes que sostienen que son menores de edad y aumentar así nuestras capacidades de alojamiento”, ha defendido. Ni el Ayuntamiento ni la prefectura de policía han contestado a las solicitudes de este diario para tener más detalles.

“Ahí está mi casa blanca”, cuenta con media sonrisa Joseph, que asegura tener 15 años. Con su dedo, señala una de las pocas tiendas instaladas en una de las salas que componen el recinto. El lugar es húmedo e insalubre. Algunas partes del techo se han caído y los cristales de las ventanas están medio rotos. De “casa blanca” no tiene nada. En el suelo hay colchones sucios, cobijas, sacos de dormir y mantas térmicas de color dorado. También cartones.

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“Quiero irme de aquí, estoy constantemente estresado y no duermo bien”, relata el joven, que antes de llegar, solía pernoctar en la calle. De momento, no hay otra opción. La ocupación del lugar, apoyada por cuatro ONG que acompañan y defienden a los migrantes, empezó el 4 de abril y debía ser temporal. Nadie sabe cuánto durará. Las organizaciones reclaman mejores medidas de acogida a las autoridades y están en contacto con ellas, a la espera de una solución. No hay agua ni electricidad. Solo un generador que se apaga a las 21 horas. El Ayuntamiento, de momento, ha instalado cuatro sanitarios móviles.

Las ONG cuentan que cada día llegan más jóvenes, principalmente de países de África occidental. “La situación es complicada. La presión de la prefectura se ha intensificado. Cada vez que se instalan tiendas en un mismo lugar de París, llega la policía. Esto deja a más y más jóvenes deambulando, solos y desorientados”, ha denunciado Nicolai Pozner, portavoz de Utopia56. Su organización presta ayuda jurídica a los migrantes a los que se ha denegado su condición de menores y les proporciona material de supervivencia cuando se ven obligados a dormir a la intemperie.

Las ONG aseguran que más del 50% de los jóvenes son reconocidos como menores tras el recurso. No hay datos oficiales. Según un informe del Senado de 2021, el 55% de los jóvenes migrantes que se presentan a las autoridades francesas como menores no acompañados han sido considerados mayores. Un informe publicado en febrero por siete organizaciones – entre ellas Médicos del Mundo y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) – destaca que, en función de los departamentos [equivalente a las provincias en España], entre un 50% y un 80% de los jóvenes ven reconocida su condición de menor de edad a posteriori.

En el caso de Joseph, cuenta que le pidieron su acta de nacimiento, que no tenía. Desde entonces, trata de comunicarse con su madre para que se lo mande. La última vez que habló con su familia, fue en Italia, donde llegó tras pasar tres días en alta mar. Salió de Túnez con su primo, que viajaba en otro barco. No ha sabido nada de él. “Lo único que esperamos es tener una vida menos dura”, manifiesta. “Me gustaría quedarme donde pueda”, continúa. Antes de agregar: “Mi sueño es ser enfermero”.

Undocumented teenagers sleep in an abandoned school. Paris, France
Un residente barre una de las aulas convertidas en dormitorio. Yann Levy

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