La generación de electores novatos que quiere dedicar su primer voto a Lula
Más de dos millones de adolescentes de entre 16 y 18 años se registraron para votar pese a no estar obligados. Según las encuestas, la mayoría optará por el líder de izquierda
Fotografías: Leonardo Carrato Texto: Joan Royo Gual
Río de Janeiro -
Richard da Silva tiene 16 años, estudia en un instituto público del centro de Río de Janeiro y sueña con estudiar “algo de psicología”. Cuando nació, en 2006, otro Da Silva algo más famoso, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, terminaba su primer mandato. El Da Silva estudiante apenas tiene recuerdos del Lula mandatario, pero está decidido a votarle en las elecciones del domingo: “Es una salida para el desgobierno que estamos viviendo. Necesitamos a un presidente que conozca al pueblo brasileño”, dice al teléfono totalmente convencido.
Da Silva es uno de los dos millones de jóvenes de entre 16 y 18 años que hace unos meses se registraron para poder votar en los comicios de octubre. Brasil es uno de los pocos países del mundo que permite votar a los adolescentes, que a diferencia de los mayores de 18 años, no están obligados a hacerlo. En abril de este año, una campaña de concienciación en las redes sociales, en parte espontánea, en parte encabezada por artistas y celebridades, consiguió movilizar a una generación en general bastante alejada de la política institucional. El resultado fue inédito e “impresionante”, en palabras de las autoridades electorales. El número de jóvenes dispuestos a votar aumentó 47% con respecto a las elecciones de 2018.
“Yo obviamente no me acuerdo de los gobiernos de Lula, pero lo veo muy presente en mi familia, en primos y tíos que consiguieron cambiar de vida de forma muy drástica durante esos años”, dice. Cita el ejemplo de su prima Elza, que consiguió estudiar pedagogía gracias a los programas de financiación de aquella época. Ahora es profesora. Para él, tiene todo el sentido que la campaña de Lula se haya volcado en la saudade (nostalgia) del pasado y en la promesa de un Brasil otra vez feliz.
Algo parecido cuenta Inês de Jesús Cassoma, de 21 años y residente en Nova Iguaçú, en la periferia de Río. Ella sí que podría haber votado antes, pero no lo hizo. Ahora se confiesa nerviosa. “Ni te imaginas lo ansiosa que estoy. Mi voto, como el de otros jóvenes puede ser y será determinante para el futuro de Brasil”, dice. Aunque valora que lo ideal sería poder colocar a una mujer negra en la Presidencia, “como Marielle Franco” (la concejala y activista asesinada en 2018), Cassoma se identifica con Lula sobre todo por las políticas que implementó en favor de la educación pública. Ella es hija de refugiados angoleños que llegaron a Brasil huyendo de la guerra, y su padre pudo estudiar Sociología en la universidad gracias a un programa de ayudas a refugiados e inmigrantes de los años lulistas. “Eso hizo que cambiara todo. Yo no sería la misma sin la educación que recibí de mis padres”, comenta.
Cassoma lamenta haber vivido años convulsos: recortes, huelgas de profesores y una pandemia que evidenció que la enseñanza remota en los hogares más pobres es ciencia ficción. “Antes de Bolsonaro las escuelas públicas ya estaban abandonadas, pero eso se ha fortalecido. La desigualdad entre las escuelas públicas y privadas de Brasil se mantiene, hay un desamparo total por parte del Gobierno”, critica. Con la llegada de la pandemia debió aplazar sus planes de estudiar Derecho o quizá Historia de África. En lugar de eso, montó Cassoma Beauty, una marca de cosmética especializada en belleza negra, pero no descarta retomar los planes de estudiar.
Estos jóvenes consideran que Lula, a pesar de ser un señor de 76 años, está al tanto de lo que se debate en el mundo en cuestiones de derechos LGTBIQIA+, antirracismo o cambio climático, por ejemplo, pero sobre todo valoran las políticas en favor del acceso de los más pobres a la universidad pública implementadas durante los años en el poder del Partido de los Trabajadores (PT). Las cuotas raciales, por ejemplo, cambiaron para siempre las facultades otrora elitistas y mayoritariamente blancas. Es algo de lo que Lula suele alardear en mítines y entrevistas que le conecta con este electorado.
Para estos jóvenes, esa especie de legado pesa mucho más que los años en que el líder de izquierdas protagonizó portadas y telediarios por las tramas de corrupción destapadas con la Operación Lava Jato y su entrada en la cárcel. Sus condenas por corrupción fueron anuladas. “Siempre pensé que todos esos escándalos fueron un golpe, una estrategia para machacarle. No creo que le hayan afectado mucho”, dice Da Silva, el joven. De alguna forma, prevalece la idea de que Lula fue víctima de una persecución judicial y política que buscaba apartarle del poder a toda costa. Otros destacan especialmente su rechazo a las críticas que Jair Bolsonaro lanzó contra la transparencia del sistema de urnas electrónicas que rige en Brasil desde hace 25 años. Las consideran una estrategia para no reconocer una eventual derrota.
Según una encuesta del instituto Datafolha del 22 de septiembre, la franja de edad donde Lula tiene más ventaja frente a Bolsonaro es la que va de los 16 a los 24 años. El 54% apuesta por él, 30 puntos más que los que prefieren al líder ultraderechista. Otra medición de finales de julio señalaba que el 70% de los jóvenes brasileños no votaría a Bolsonaro bajo ninguna circunstancia.