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Un atentado contra un autobús militar marca el fin de la tregua del virus en Siria

El Ejército mata 13 civiles en un bombardeo de artillería contra el reducto rebelde de Idlib poco después del ataque con explosivos de Damasco, que ha causado 14 muertos

Miembros del Ejército sirio observan un autobús atacado con artefactos explosivos en Damasco, Siria, este miércoles.
Miembros del Ejército sirio observan un autobús atacado con artefactos explosivos en Damasco, Siria, este miércoles.FIRAS MAKDESI (Reuters)
Juan Carlos Sanz

Las bombas han sacado a Siria del letargo de la tregua de la pandemia en la jornada más letal en más de año y medio en dos episodios violentos. Al menos 14 personas han muerto este miércoles en un atentado con explosivos contra un autobús militar en el corazón de Damasco. Pocas horas después de que la capital sufriera el mayor ataque en cuatro años, el Ejército bombardeó con su artillería un mercado de la ciudad de Ariha, en el reducto rebelde de Idlib (noroeste). Al menos 13 civiles, entre ellos cuatro niños, perdieron la vida en la acción armada más mortífera contra el enclave insurgente desde el alto el fuego acordado en marzo de 2020.

En medio de cadáveres extraídos por los servicios de emergencia, las imágenes de la televisión estatal siria mostraban los restos del vehículo militar calcinado en Damasco, en el área del puente de Hafez el Asad quien gobernó el país con mano de hierro durante tres décadas antes de legar el poder a su hijo, Bachar el Asad, hace 20 años. Dos artefactos explosivos adheridos al autobús estallaron cuando circulaba por esa zona reservada al transporte público, según informó la agencia oficial de noticias SANA. Una tercera bomba fue desactivada por artificieros militares. Las autoridades calificaron las explosiones de “atentado terrorista”. “Perseguiremos a los autores donde quiera que estén”, advirtió el ministro del Interior, Mohamed al Rahman, citado por Reuters.

El atentado lleva el sello de los ataques de la milicia yihadista del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés), que en 2017 desencadenó una oleada de acciones suicidas contra edificios oficiales en la capital siria, la más grave de las cuales se cobró 30 vidas en la sede de un tribunal. En lo que va de año se han producido algunos ataques contra vehículos militares en el desértico este de Siria, que han reivindicado por combatientes del ISIS. Pero desde 2018, cuando las fuerzas leales al presidente Bachar el Asad tomaron el control de las posiciones rebeldes en torno a la Damasco, apenas se habían registrado atentados en la capital.

Como entidad territorial, el Estado Islámico fue derrotado en su último bastión, Baguz (provincia oriental de Deir Ezzor), en marzo de 2019, pero aún mantiene presencia de sus grupos armados en el país árabe y el vecino Irak, así como cierta capacidad operativa para cometer atentados a través de las denominadas células durmientes. No obstante, ningún grupo ha asumido la autoría del ataque, cometido después de que el mediador de la ONU para Siria, Geir Pedersen, anunciara en Ginebra el domingo que representantes del Gobierno y de la oposición de Siria se iban a reunir en los próximos días para comenzar a redactar el borrador de una nueva Constitución.

Un socorrista traslada a una víctima del ataque del Ejército sirio, el miércoles en Ariha (Idlib).
Un socorrista traslada a una víctima del ataque del Ejército sirio, el miércoles en Ariha (Idlib).AP

También este miércoles, al menos 13 personas murieron –entre ellas cuatro niños, según Unicef– y otras 30 resultaron heridas –varias en estado muy grave, de acuerdo con fuentes sanitarias– por disparos de artillería efectuados por las fuerzas gubernamentales en Idlib, informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El ataque se produjo a primera hora de la mañana, poco después del atentado de Damasco, en la localidad de Ariha “mientras los niños se dirigían a la escuela y los adultos al trabajo”, aseguró en un comunicado la ONG. Horas después se registró también un ataque con drones de origen desconocido sobre una base estadounidense en Tanf, cerca de la frontera con Irak. EE UU aseguró que no hubo bajas en sus filas.

Apuntalado desde 2015 por un amplio despliegue militar de Rusia y respaldado por milicias chiíes proiraníes, el régimen de El Asad controla más de las dos terceras partes del país y las principales ciudades tras más de 10 años de guerra civil. La provincia de Idlib, en el extremo noroccidental, se halla en manos de Hayat Tahrir al Sham, heredero de Al Qaeda en la región. Las milicias kurdas sirias controlan reductos situados al suroeste de Alepo y grandes extensiones en el noreste, donde se concentran los principales yacimientos de petróleo. Turquía ocupa también sectores de Siria en la frontera común y Estados Unidos cuenta con una base aérea en territorio sirio fronterizo con Jordania.

Con cientos de miles de muertos en una década y la mitad de la población desplazada de sus hogares (una cuarta parte –cinco millones– de sirios se ha visto forzada al exilio), la amenaza de un recrudecimiento del conflicto en el país árabe cuestiona el discurso oficial de retorno a la estabilidad esgrimido por el régimen de Damasco para intentar salir del aislamiento internacional. También pone en entredicho, como se ha encargado de recordar este mismo miércoles la ONG estadounidense Human Rights Watch (HRW), los planes de gobiernos occidentales y de países vecinos para incentivar el regreso de los refugiados sirios tras la aparente calma vivida durante la pandemia. “Los relatos sobre torturas, desapariciones y malos tratos (recogidos por HRW)”, enfatizó la investigadora de la ONG Nadia Hartman, ”muestran con claridad que Siria no es un país seguro”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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