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Los Jabalíes Salvajes, un equipo unido por su amor al deporte rey

Todavía se desconoce con exactitud por qué los niños tailandeses decidieron entrar en la cueva

Algunos de los niños atrapados, en una imagen de la Armada tailandesa del pasado miércoles.Foto: atlas
Macarena Vidal Liy

Cuatro de los miembros de los Jabalíes Salvajes, el equipo de fútbol infantil extraviado en la cueva tailandesa de Tham Luang, se encuentran ya fuera de la cueva y a salvo, en un hospital y acompañados de sus familias. Los otros nueve —incluido el entrenador— esperan para salir a partir del lunes. Las noticias sobre el grupo han dado la vuelta al mundo. Pero todavía se desconoce con exactitud qué fue, exactamente, lo que les llevó a la gruta al terminar un entrenamiento el 23 de junio, el día en que les sorprendió una tormenta que acabó inundando la cueva.

La gruta, la cuarta más larga de Tailandia y a pocos kilómetros de la frontera con Laos y Birmania, se encuentra en una montaña de piedra caliza, muy porosa. Su interior se inunda habitualmente durante las fuertes lluvias del monzón, entre mayo y octubre. Un cartel en el exterior prohibía la entrada a la que es, en la temporada seca, una importante atracción turística local.

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El sábado, en una visita a los voluntarios en la zona de la cueva, el ministro de Turismo tailandés, Weerasat Kowsurat, subrayaba que el suceso ha servido para tomar conciencia sobre la necesidad de mejorar este tipo de señalizaciones en todo el país. “Queremos tomar medidas para evitar que puedan repetirse estos incidentes”, declaraba a los periodistas.

Quizá decidieron entrar por necesidad de protegerse de la propia lluvia. Quizá, por el deseo de celebrar el cumpleaños de uno de los niños, Pipat Bodhi, ese día, pese a que sus padres le habían organizado una fiesta en casa. Era un lugar que visitaban con frecuencia: otras fotos que circularon de ellos tras encontrarles el pasado lunes, después de nueve días desaparecidos, les muestran sonrientes en el interior de la caverna.

En esta ocasión les acompañaba el entrenador adjunto, Ekaphol Chantawong, de 26 años y apodado “Aek”. Huérfano desde niño y ordenado como monje budista cuando era más joven, había dejado el monasterio para cuidar de su abuela. En una carta a los padres de los niños, parte de las que el grupo ha enviado a través de los buzos internacionales, “Aek” ha pedido perdón, y ha prometido cuidar de los niños “con todas mis fuerzas”.

Los padres le han enviado también una misiva en la que le aseguraban que no le culpaban de lo sucedido. “Has cuidado muy bien de nuestros hijos. Solo queremos que sepas que esto no es culpa tuya. Nadie aquí te responsabiliza, y queremos que tampoco te culpes a ti mismo. Entendemos lo que ha pasado y te apoyamos”, se lee en la carta.

Los niños, entre los 11 y los 16 años, asisten a distintas escuelas de la zona, y les une su amor al deporte rey. El equipo se formó hace tres años y participaba en competiciones regionales.

Precisamente, Pipat Bodhi es el único del grupo que no pertenecía al club. Se había sumado al resto para compartir el día de su cumpleaños con su amigo del alma, el portero del equipo, Ekkarat Wongsookchan, de 14 años y apodado Bew.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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