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PARADA DE POSTAS
Columna
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Los mexicanos: individualistas y salvajes

El mexicano hoy es un individuo enojado con lo público, abandonado por sus gobiernos y centrado en vivir su privacidad

Gabriela Warkentin de la Mora

Los mexicanos siempre podremos encontrar refugio en la familia, la diversión y la comida. Yo añadiría: y cuando juega la selección mexicana de futbol. Más allá de ello somos unos liberales salvajes.

Preámbulo: en México tenemos una obsesión por revisarnos y pensarnos, por encontrar “nuestra excepcionalidad”. Aún recuerdo el fervor del profesor que impartía Pensamiento Filosófico del México Actual; lo hacía con redención soberanista. Luego entiendes que pensarnos es obligado para encontrar sentido a tanta realidad desbocada: la violencia que convive con la solidaridad que se debate con la democracia que aspira a futuro a sabiendas de vivir un presente eterno sin olvidar el pasado de glorias prehispánicas y protomodernas. O algo así, pero pensarnos pareciera tener vocación de urgencia reiterada.

Regreso a los liberales salvajes cuando reviso los resultados de un espléndido estudio sobre el mexicano hoy, coordinado por dos empresas de investigación (GAUSSC y LEXIA) y que contó con la asesoría de universidades y especialistas de diferentes entornos profesionales. Un estudio que es continuidad de otro muy similar (y, por lo tanto, comparable) llevado a cabo hace siete años, y que concluye con la descolocante afirmación de que el mexicano hoy es igual de liberal que hace siete años, pero más salvaje.

Vamos por partes.

¿Qué nos dice la palabra “México” y cómo la articulamos frente a un Estados Unidos acosador?

Según los resultados de este estudio, el mexicano hoy vive un profundo individualismo (creyendo más en sí mismo que en su país), con la confianza quebrada frente a un gobierno que lo abandonó, recela del otro (que puede ser desde el vecino hasta el colectivo que le es indiferente), se centra en su familia que es su verdadera patria (o matria) y reconoce que vivirá peor que sus abuelos y mejor que sus hijos (la principal preocupación es la precariedad laboral). Al mismo tiempo, este mexicano que se vive brutalmente individualista, presume del poder que tiene para cambiar sus propias circunstancias por sí mismo y reclama que México le ha quedado a deber a sus ciudadanos: es un país rico, muy rico, que no distribuye equitativamente lo que tiene. Aumentan en número también los que saben que han hecho lo que se les dijo: estudiar, cumplir, trabajar; mientras ni la sociedad y ni el país hacen lo que les corresponde.

El mexicano hoy es, entonces, un individuo enojado con lo público, abandonado por sus gobiernos y centrado en vivir su privacidad. ¿Cómo? Resuelve tu vida como puedas. El bienestar de tu familia (que es tu único colectivo) y el de tus inmediatos está antes que cualquier otra cosa. Somos liberales porque creemos en nuestra libertad extrema; somos salvajes porque buscamos la satisfacción a costa de todo y de todos. Así las cosas. Imaginemos ahora, en este contexto, negociar el sentido de lo nacional, por ejemplo, o solo de lo colectivo. Suena complicado, ¿no? Aunque, claro, siempre podremos encontrar refugio en la familia, la diversión y la comida. Y cuando juega la selección mexicana de futbol.

Fascinantes datos los que revela el estudio que comento para los tiempos que corren. ¿Qué México imaginamos y cómo lo espejeamos con los candidatos a todos los niveles de gobierno actualmente en juego? ¿Qué nos dice la palabra “México” y cómo la articulamos frente a un Estados Unidos acosador, una América Latina que dejamos de ver y un resto del mundo que también nos considera solo en su propio “resto del mundo”? ¿Cómo entender momentos de abierta solidaridad colectiva a pesar del salvaje individualismo ya tan enraizado?

El pasado 19 de septiembre, mientras un sismo azotaba una parte importante del país, los mexicanos salimos a la calle y dejamos, por un rato, de ser individuos para integrarnos en un nosotros colectivo. Ayudamos, nos encontramos, nos tocamos, fuimos solidarios. Ahí estuvimos, al pie del cañón. Luego esa flama se volvió a apagar. Volvimos a refugiarnos en un nosotros privado. Queda para un siguiente estudio entender qué hace que, a veces, los mexicanos dejemos de ser individuos y nos olvidemos de ser salvajes. Pero, por mientras, revisen éste que aquí reseño. Y formulen sus propias preguntas. Vale la pena. @warkentin 

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