Cómo hay que conmemorar el 11-S
El secretario de Seguridad Interior de Estados Unidos, Michael Chertoff, ha advertido contra el nimbismo de los norteamericanos justo cuando se acerca el aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Not in my backyard (nimb) es la frase de donde sale la palabra que designa esta actitud tan conocida en todas las latitudes por la que alguien favorable a las centrales nucleares se opone a la energía nuclear en cuanto alguien quiere instalar una cerca de su patio trasero. Chertoff, el zar de la seguridad interna de los norteamericanos, denuncia, por ejemplo, las actitudes poco colaboradoras de los propietarios de fincas en la frontera mexicana que se quejan de las expropiaciones de tierras para construir las vallas destinadas a impedir la entrada ilegal de inmigrantes. Lamenta también el caos burocrático que rodea a la identificación personal a través del carné de conducir: hay centenares de modelos distintos de permiso de conducción, fácilmente falsificables, en un país sin documento nacional de identidad. Protesta por el rechazo sindical al envío de cartas por parte de la Seguridad Social a millones de particulares advirtiéndoles sobre la ilegalidad del trabajo sin contrato a inmigrantes. O ataca a quienes protestan por la exigencia de pasaporte desde este 30 de septiembre a los norteamericanos que regresan de viajes al Caribe, México y Canadá.
Chertoff llama a no bajar la guardia y expresa su preocupación por lo que denomina ‘fatiga antiterrorista’. Y no es el más radical en cuestiones de seguridad. Ahora debe enfrentarse con una exigencia del Congreso de enorme coste económico y muy compleja realización y que fácilmente puede crear enormes problemas en el comercio de Estados Unidos con el resto del mundo. Se trata de revisar todos los containers que entran en el país por un sistema de escáner para evitar la entrada de armas o incluso de material nuclear para la fabricación de una bomba. Esta medida, que podría perjudicar a los países que exportan a Estados Unidos, se sumaría al endurecimiento que ya sufren los pasajeros aéreos en los aeropuertos norteamericanos, que deben dejar sus huellas digitales y su foto cada vez que entran el país, descalzarse y pasar los zapatos por rayos X y limitar la cantidad de líquidos que transportan, una medida que, gracias a los británicos, ha sido adoptada por toda la Unión Europea. (Por cierto, que en buena lógica la UE debiera seguir la doctrina de la reciprocidad en todo lo que se refiere a política de visados, registros y fichaje fotográfico y dactilar.)
La verdad es que el único resultado palpable frente al terrorismo que puede apuntarse la administración de Bush es que el territorio de Estados Unidos no ha sido golpeado de nuevo desde aquella fecha nefasta. Del resto del mundo mejor ni hablar, porque el terrorismo jihadista ha matado en estos seis años a placer y a gran escala en puntos dispersos del mundo: Bali, Londres, Casablanca, Madrid, Bombai, Argelia… y ha creado una gran factoría de la megamuerte alrededor de Irak, con ramificaciones que se extienden por todo el Oriente Próximo y con capacidad de pulsar la tecla del terror en todo el mundo o al menos hacerse acreedor de su protagonismo.
Chertoff se fija sólo en el nimbismo de sus conciudadanos, y sobre todo en lo que afecta a la inmigración, a la que, una vez más, se tiende a identificar subliminalmente con el terrorismo. Pero Estados Unidos ha perdido muchas cosas más y más importantes que las señala que Chertoff, que también preocupan mucho más a multitud de sus conciudadanos. Una política antiterrorista errónea e incluso monstruosa ha llevado a la realización de escuchas ilegales, a la legalización de la tortura, al secuestro y transporte clandestino de prisioneros a cárceles secretas en el extranjero, a escuchas e intervenciones telefónicas sin control judicial y lo que es más grave a una guerra y a la ocupación de un país, con efectos multiplicadores sobre el terrorismo internacional.
No he encontrado mejor forma de documentar este sexto aniversario, con su balance trágico y polémico, que dos cartas al director de The New York Times, en respuesta a una información titulada “Crece la polémica al acercarse el 11-S: ¿Hasta dónde debe llegar el homenaje?” (el acceso a la información, no a las cartas, es restringido a los suscriptores). La primera carta es de Sergio Stefan y dice: “Me parece ofensiva esta pregunta dirigida a todos los neoyorquinos, y en particular para las familias de quienes perecieron entonces. ¿Hasta dónde debe llegar el homenaje al Holocausto, a los armenios o a los kurdos, o a cualquier otra atrocidad en este mundo? ¿Son menos importantes los neoyorquinos? Yo rindo homenaje al 11-S cada día. Alzo la vista hacia el skyline de la ciudad y hacia este espacio vacío y deseo ver otra vez estas torres terribles y la sonrisa de los rostros de quienes trabajaban allí y a quienes ‘alguien’ parece querer olvidar como si nada hubiera ocurrido”. La segunda carta es de Stephen d’Agostino, y dice: “Creo que ya es hora de cambiar en la conmemoración del 11-S de forma pública. Éste fue ciertamente el día de una tragedia, especialmente para la gente que perdió a quienes amaban. Pero lo que ha ocurrido en este país desde el 11-S (la guerra de Irak, el espionaje doméstico, la legalización implícita de la tortura y la absoluta ausencia de preocupación por parte del gobierno de Estados Unidos por el ciudadano medio) es una tragedia mayor. ¿Cómo vamos a conmemorar estas pérdidas?”.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.