Ir al contenido
_
_
_
_

Los misterios de la Mezquita Roja

Sabemos muy poco ahora y me temo que sabremos también muy poco en el futuro sobre este asalto que puede resultar crucial para Musharraf y quien sabe incluso si para Pakistán. Tengo la impresión de que todo se ha hecho muy tarde y muy mal, cuando los terroristas habían acumulado inexplicablemente una gran cantidad de armamento en la mezquita y ya no cabía realizar una detención limpia, sin asalto militar y decenas o incluso centenares de muertos. Es muy probable que existan muchas complicidades en el Gobierno y muchas negociaciones extrañas y ocultas, y que al final lo que se ha hecho es dar una patada en el hormiguero. Ahora ya está: no hay hormiguero, pero las hormigas están por todas partes y no dejarán pasar ni un minuto sin intentar reproducir sus infinitas galerías bajo tierra.

El complejo religioso de la Mezquita Roja, perteneciente a los llamados deobandi, no es un elemento marginal en la sociedad paquistaní. Según Christophe Jaffrelot, en ‘Le Pakistán’ (Fayard, 2000) esta corriente es “la escuela de ulemas sunnitas más importante de Paquistán”. Y explica: “En reacción a la presencia colonial, los ulemas de Deoband (ciudad situada al norte de Deli de donde sale la secta) aunque se inspiraron en los métodos de instrucción británicos, excluyeron del programa de enseñanza el inglés y las ciencias ‘occidentales’ y promovieron en su lugar el estudio del Corán, los hadices, la ley y las ciencias islámicas”.

Hay todavía sectas más extremistas, pero ésta también lo es y tiene relación con Al Qaeda, incluso en su propia concepción como una especie de universidad del jihadismo antioccidental. Su influencia se extiende sobre toda la zona pashtún de Paquistán y de Afganistán y ha tenido siempre gran entrada en Kabul. Los servicios secretos paquistaníes han mantenido una relación muy estrecha con esta red de madrazas desde los tiempos de la guerra de Afganistán, cuando se reclutó, con dinero y ayuda saudí y nortamericana, a los mujaidines que vencieron a los soviéticos. La continuación de aquella estrategia fue el apoyo al régimen de los talibanes, que proporcionaba profundidad estratégica a Paquistán y se observaba desde el islamismo radical como un contrafuerte frente a India.

El actual ministro de asuntos religiosos, Mohamed Zia ul-Haq, hijo del dictador militar del mismo nombre apellido en una accidente de avión en 1988, tenía una relación muy estrecha con la mezquita y con sus dirigentes, los hermanos Abdul Rashid Ghazi, muerto en el asalto, y Abdul Aziz, que fue detenido cuandos escapaba ocultado en un burka. Las complicidades son de tal calibre que el entierro de Abdul Rashid ayer fue oficiado por Abdul Aziz, que acudió con permiso del Gobierno y vigilado por la policía. No hay nada extraño en este tipo de comportamientos: este brillante ministro de Musharraf declaró el pasado junio, a propósito del título de sir concedido por la Reina de Inglaterra a Salman Rushdie, que constituía una justificación para los atentados suicidas por lo que el Reino Unido debía pedir excusas a los musulmanes y retirarle el título.

Aunque se atribuyen el general y dictador Musharraf ambiciones paralelas a las de Ataturk en cuanto a la creación de un Estado laico, lo cierto es que su comportamiento ha sido siempre muy ambiguo y en el fondo estrechamente vinculado a su apego al poder. Todas las iniciativas que ha tomado, a veces llegando muy lejos en su acción antiterrorista, han sido bajo la presión de sus aliados occidentales y sobre todo de Estados Unidos.

Cabe recordar que el propio Musharraf ha explicado que el subsecretario de Estado americano, Richard Armitage, le amenazó con devolver a Paquistán a la edad de piedra si no accedía a colaborar con Washington en la casa de los terroristas del 11-S y en el derrocamiento de los talibanes afganos. (Bush tuvo que desmentirlo en la Casa Blanca en una rueda de prensa conjunta). También son bien conocidas las presiones sobre Musharraf para que pusiera fuera de circulación al científico nuclear y padre de la bomba atómica paquistaní, Abdul Qadeer Khan, considerado como el mayor proliferador nuclear de nuestros tiempos, y actualmente bajo arresto domiciliario.

Washington no ha cejado en su presión para que Musharraf ayude a despejar de talibanes toda la zona fronteriza con Afganistán, donde se sospecha incluso que se esconden Osama bin Laden y Ayman Al Zwahiri. El presidente paquistaní, en cambio, ha pasado varios pactos y acuerdos con tribus vinculadas a los talibanes, en una exhibición de un estilo político confuso en el que siempre es difícil discernir quién es amigo o aliado y quién está preparando un ataque por la espalda. El soborno y la traición, la duplicidad de alianzas y de lenguaje, los apaciguamientos y las complicidades secretas son las prácticas habituales. Pero Musharraf no abandona su papel y su figura de principal y más fiable aliado norteamericano en la zona.

Todo esto se me antoja a mí especialmente inquietante. En primer lugar, por la centralidad de Paquistán en la región y su inluencia en todo el mundo islámico. En segundo lugar, porque los europeos estamos comprometidos en Afganistán en la ISAF, la fuerza de asistencia de la OTAN con mandato de Naciones Unidas. (España cuenta con casi 700 soldados). Sabemos lo que hacemos allí, y es importante nuestra presencia, pero no participamos en la elaboración estratégica sobre la región y en la negociación con Paquistán, todo ello en manos de Washington.

Es evidente que Estados Unidos ha utilizado a la OTAN para descargar tareas y soldados de Afganistán, donde sus tropas se concentran en la persecución y combate contra Al Qaeda, y dedicar los mayores esfuerzos a Irak: a la larga éste puede haber sido el mayor error de todos. Y es evidente que, si se produjera allí un fracaso como el que se está configurando en Irak, la primera víctima podría ser la propia OTAN, algo que pagaríamos todos muy caro. De ahí que sea obligado interesarnos desde Europa y desde España por los misterios de la Mezquita Roja: en ellos pueden estar algunos arcanos sobre el futuro, que afectan a la OTAN y a los soldados españoles.

Comentarios

Paso de prisa sin poder comentar etoy en un wireless y lo leeré en casa. Y de todas maneras siempre tengo la idea de que nunca se sabe todo nunca. Regresaré.
Musharraf,hace lo que puede a riesgo de que cualquier dia y en un atentado terminen con su vida. Ahora que España tiene desplegado militares por algunas partes ,nos damos cuenta del valor en vidas y dinero de mantener la paz en el mundo.El apoyar a Musharraf forma parte de esa realidad y de evitar que se vuelvan a repetir actos terroristas como los de Madrid y Londres
Muchos analistas lo advertían, la situación en Pakistán se está volviendo insostenible. Ya es tarde. Le han dado al avispero lo que en rugby se conoce como "patada a seguir". Una “patada a seguir” significa que se le da una patada a ese balón histérico que parece un platillo volante que ha engordado, y todo el mundo se pone a correr detrás. Lo malo de las "patadas a seguir" es que, dadas las formas del balón, mientras éste vuela se aleja claramente de nuestros dominios proporcionandonos un respiro -un alivio de presión- pero en cuanto toca suelo su bote es impredecible. Las consecuencias en Pakistán y por añadidura en Afganistán -donde tenemos tropas-son impredecibles. La advertencia no fue muy útil. Pero hay otras advertencias más cercanas, y también varias veces repetidas, que deberían también preocuparnos mucho. De ello reflexiono en: http://elalijar.blogspot.com/2007/07/advertencias-y-ms-advertencias.html Un saludo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_