De Rodrigo Brown a Gordon Rato
Rodrigo Rato pudo ser respecto a José María Aznar lo que Gordon Brown ha sido respecto a Tony Blair. El artífice de una política económica acertada se queda en un caso fuera de la sucesión, aparcado en el FMI, y en el otro se prepara para convertirse en el primer ministro e intentar la hazaña de dar a su partido, el Labour, su cuarta victoria en unas elecciones. El análisis comparativo da mucho de sí. Se trata, en cierta forma, de un comportamiento que podemos observar una y otra vez en las grandes maniobras de relevo generacional y de renovación política dentro de los partidos tradicionales. En todas ellas suele haber un grupo de jóvenes en ascenso que hacen suyo un ideario innovador y sitúan al frente de su proyecto al que consideran más capaz para llevarlo a cabo. Una vez realizado y coronado el proyecto viene, como siempre en la vida, el momento más difícil, que suele ser el de la renuncia y la sucesión. A veces, cuando el éxito del líder ha sido clamoroso, se convierte en una tarea imposible. En otros casos, el líder es capaz de acotar su poder y marcar fecha para su despedida, pero no hay forma de sacarse de encima su rastro y su capacidad de enredar e influenciar. En otras, hay un sucesor con tanta fuerza que el líder no tiene más remedio que someterse a su presión y partir. Cada uno pondrá nombres a estas situaciones.
También hay una situación más escabrosa, como es la que se puede producir en grandes estructuras partidista de cariz como mínimo autoritario: el líder entonces queda apartado de la primera línea visible del poder y situado en un lugar clave para seguir con las riendas en la mano. El caso paradigmático fue el de Deng Xiao-Ping, que siguió controlando el partido y el país desde la presidencia de la Comisión Militar del PC e incluso más tarde desde su casa como jubilado. Sospecho que Putin quiere organizar una sucesión del mismo tipo, y a veces pienso que Aznar también tiene en la cabeza este modelo, aunque en su caso creo que está ya definitivamente descalificado y me suena a un proyecto que precisamente impide al PP aspirar a recuperar la centralidad política y el Gobierno.
Todas estas consideraciones vienen al caso y me las suscita directamente el comentario que ha mandado ‘zymu’ a ‘La ceremonia de los adioses’ del 10 de mayo. Creo que es un excelente análisis a propósito de la despedida de Blair, y de ahí que, después de utilizarlo como punto de partida, lo reproduzca a continuación. No puedo seguir de forma continuada vuestros comentarios, e intento hacerlo de forma sistemática una vez al día. Pero debo decir que son del mayor interés para mí, que saco mucho provecho de ellos y que espero que sean también interesantes y provechosos para todos los lectores.
El liderazgo de Blair se inició antes de tiempo por un accidente del destino. Un infarto mató al entonces lider laborista Smith, y el terremoto fue aprovechada por el ala renovadora y joven del partido para tomar el poder. Brown era el cerebro, Blair la imagen, Cook el referente izquierdista y Mandelson el publicista. Había surgido el new labour.
Una gran campaña de imagen, un largo gobierno conservador con el honrado, pero poco excitante Major, y los deseos de cambio hicieron que estos jóvenes sobradamente preparados tomaran las riendas del gobierno británico, momento que quedó grabado en la retina de todos con la espectacular entrada del matrimonio Blair en Downing Street la mañana siguiente de las elecciones que gano aplastantemente.
A partir de ahí Blair se ha convertido en una estrella, un referente y un modelo, sobre todo para conservadores y moderados (la izquierda clásica europea nunca lo vio como parte de los suyos): reformas, crecimiento, y mucha imagen, éxitos concretos como el Ulster y los Juegos Olímpicos de 2012 (maldita sea, soy madrileño), con una implicación muy personal en ambos casos.
Pero de repente el 11-S e Irak: Blair un tipo con un olfato político único seguido en masa en todo lo que hacía, apoyaba una guerra injusta, innecesaria y sin matiz crítico por su parte (incluso Bush y él rezan juntos, religiosidad la de Blair que en su país provoca sorna), su partido se rebela, su popularidad cae, y su imagen empieza a ser una rémora.
Da la espalda a Europa, Cook le abandona (aunque poco después, él que podría haber sido otra alternativa a su poder, muere también de infarto; este Blair tiene suerte), Mandelson ya no está, y tan solo la no presencia de un candidato conservador consistente permiten a Blair seguir en el poder. Pero Brown no puede aguantar más, se siente más listo, más dotado, más capaz y el máximo responsable de los mayores éxitos del laborismo (vamos como Rato en el PP), y Blair hace lo que no ha hecho ningún político que yo conozca, no se aferra al poder, se va, y además presta su apoyo a su verdugo.
Quizás es el primero en entender que se lo debía, pero no por eso es normal. Con esta actitud blinda la estabilidad en su partido, y se va con la consagración de la paz en el Ulster, (eso sí, un poco miserable no invitar a Major a tan magnos acontecimientos, siendo él quien inició la senda), y un balance de gestión bastante positivo en general.
La verdad es que como profesional de la política un 10, siempre se ha defendido en campo abierto aguantando todo tipo de rebeliones e insultos allá por donde iba en los últimos años y da un relevo impecable a su compañero Brown en Gran Bretaña, y a su versión derechista, Sarkozy, en Francia (otro de sus admiradores).
Bye Bye Tony. Espero tus memorias con ansiedad, para ver si a diferencia de las de Aznar cuentas algo interesante, y nada, a hacer bolos con Clinton, y a vivir que aun eres joven. De hecho creo que lo que se tercia en tu caso es luchar contra el cambio climático y mediar en Oriente Próximo (aunque por supuesto esto no lo arregla ni tú ni nadie), mucho mejor que convertirse en un neocon al servicio de Murdoch o en un defensor de las buenas relaciones que hay entre el vino y la conducción, ya me entiendes.
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