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Reportaje:

Un vuelo con destino al infierno

Un ingenerio canadiense acusa a EE UU de haberle deportado sin motivo a Siria, donde fue torturado durante 10 meses

Maher Arar, un ingeniero canadiense de origen árabe de 35 años, ha demandado al Gobierno de Estados Unidos por secuestro y tortura. Según su propio relato, fue secuestrado por las autoridades estadounidenses cuando se disponía a tomar un avión de regreso a Canadá en el aeropuerto de Nueva York en el año 2002. Sin explicar el motivo de su arresto, los agentes federales le embarcaron en otro vuelo con destino a Siria, donde fue recluido durante 10 meses en una minúscula celda oscura, llena de humedades y sin ventilación. Allí fue sometido a brutales torturas, entre ellas largas sesiones de latigazos con un cable de metal, informa el diario The New York Times, que ha tenido acceso a los registros de los vuelos civiles durante ese año que parecen corroborar la versión de lo sucedido ofrecida por la víctima.

En su estremecedor relato de los hechos, Arar explica cómo fue atado con cadenas a su asiento en un lujoso avión que le trasladó por sorpresa a Siria, mientras varios agentes estadounidenses veían películas e ignoraban sus protestas.

La historia de Arar, objeto de una exhaustiva investigación de un año por parte del Gobierno canadiense, es quizás el caso mejor documentado de los muchos protagonizados por personas que han acusado a Estados Unidos de violación de derechos humanos tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha reconocido que Arar fue deportado a Siria, pero que nunca fue torturado. Su traslado al país árabe, según Washington, se decidió en base a informaciones secretas que aseguraban que era un miembro de Al Qaeda, una acusación que él siempre ha rechazado ante el tribunal que investiga su caso en EE UU.

Los registros dan la razón a Arar

Pero los registros de la Agencia Federal de Aviación estadounidense parecen ahora dar la razón a los argumentos empleados por Arar desde que fue liberado en el año 2003. Estos archivos dejan constancia de que el 8 de octubre de 2002, un día después de que se firmara la deportación de Arar, partió un jet Gulfstream III de Nueva Jersey a un aeropuerto cercano a Washington; y de allí, haciendo escala en Roma, a un destino desconocido. Después de ver una fotografía del avión y de que le fuera descrita la ruta del mismo, Arar, en conversación telefónica con The New York Times, ha dicho: "Creo que habéis encontrado el avión que me llevó a Siria". Y ha añadido: "Encontrar este avión me va a ayudar mucho. Aunque me recuerde al doloroso viaje que sufrí, debería hacer entender a la gente que esto ocurrió de verdad y que todo pasó tal cual yo lo he descrito. Confío en que la gente se pare un momento y piense acerca de la moralidad de hacer una cosa así".

Los registros del jet que supuestamente trasladó a este ingeniero canadiense a Siria también revelan otro viaje, en diciembre de 2003, a la base militar estadounidense de Guantánamo (Cuba) donde permanecen recluidos cientos de detenidos -la mayoría de ellos apresados durante la campaña en Afganistán- por su supuesta implicación en actividades terroristas, lo que incrementa las sospechas de que ese aparato fue usado por el Gobierno estadounidense en al menos otra ocasión.

El infierno vivido por Arar terminó en octubre de 2003, cuando las autoridades sirias le liberaron al constatar que no había prueba alguna que le vinculara con la red que dirige el terrorista saudí Bin Laden. El embajador sirio en Estados Unidos definió la excarcelación como "un gesto de buena voluntad hacia Canadá".

Maher Arar, durante una rueda de prensa en enero de 2004.
Maher Arar, durante una rueda de prensa en enero de 2004.AP

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