Lucy Cooke, zoóloga: “La presión cultural quiere que el género sea binario. Y no es verdad”
La divulgadora británica publica un ensayo que desbarata la visión victoriana de las hembras. Dice que todos tenemos un sesgo y que asumirlo es un paso hacia el progreso
Lucy Cooke (Hastings, 54 años) desafía a todo aquel que siga convencido de que, en el mundo animal, los machos son la parte promiscua, agresiva, dominante y grande y anima a vérselas con las leonas, que tienen relaciones sexuales con todos los leones de la manada para proteger a sus cachorros; o con las suricatas, que asesinan a sus competidoras y sus crías; o con el pez anémona o pez payaso —sí, el de Buscando a Nemo—, que cambia de inmediato su sexo cuando muere la hembra dominante, y enseguida pasa a tener relaciones con el hijo. O con las hembras de los bonobos, que mantienen relaci...
Lucy Cooke (Hastings, 54 años) desafía a todo aquel que siga convencido de que, en el mundo animal, los machos son la parte promiscua, agresiva, dominante y grande y anima a vérselas con las leonas, que tienen relaciones sexuales con todos los leones de la manada para proteger a sus cachorros; o con las suricatas, que asesinan a sus competidoras y sus crías; o con el pez anémona o pez payaso —sí, el de Buscando a Nemo—, que cambia de inmediato su sexo cuando muere la hembra dominante, y enseguida pasa a tener relaciones con el hijo. O con las hembras de los bonobos, que mantienen relaciones lésbicas y construyen una complicidad indestructible. O con las orcas posmenopáusicas, cuya sabiduría las convierte en líderes de la manada…
Cooke, que estudió Zoología en Cambridge bajo la tutela del reconocido divulgador Richard Dawkins es, así mismo, una firma presente en los medios británicos, además de una premiada documentalista. En su tercer ensayo, Hembras (Ed. Anagrama), desbarata la concepción victoriana del mundo animal, que ha condicionado durante décadas la visión de los científicos, y firma un canto desacomplejado a favor de la diversidad. En una taberna del barrio londinense de Peckham Rye disfruta de unas anchoas del Cantábrico y una copa de tinto español de garnacha, defiende apasionadamente la plasticidad sexual de la naturaleza, provoca a su interlocutor al cuestionar su capacidad de producir esperma y defiende la necesidad de aplicar un barniz radical de feminismo a la visión darwinista del mundo.
Pregunta. No tiene problema en manifestar su admiración por Darwin, pero a la vez señala su gran problema: observar el mundo desde una mirilla victoriana.
Respuesta. Darwin era un científico increíblemente meticuloso. Tardó siete años en publicar El origen de las especies porque pensó que primero necesitaba convertirse en un experto en percebes. Era muy metódico. Por eso resulta tan sorprendente que estuviera tan equivocado respecto a las hembras de las especies. Y la razón reside en la opinión cultural de la época, según la cual la hembra debía ser pasiva, coqueta y sumisa. Así es como las veía él.
P. Pero usted tampoco tiene problema en admitir su sesgo feminista.
R. Todos debemos reconocer que, por mucho que queramos que la ciencia sea objetiva, los científicos son seres humanos. Todos tenemos un sesgo. Pero si lo admites abiertamente, si eres humilde al respecto y reconoces que no eres inmune a ese sesgo cultural, es un primer paso hacia el progreso.
P. Orcas posmenopáusicas que lideran a la manada, leonas promiscuas o hembras de chimpancés pigmeos, los bonobos, que disfrutan del sexo lésbico y dominan a los hombres. ¿Qué conclusión ha sacado?
R. Creo que lo más importante que ilustra mi libro es la diversidad. Cuando contemplas todas las opciones que existen en la sexualidad, en la identidad de género, en el sexo, en los papeles sexuales que existen en el reino animal, entiendes la razón de esa diversidad. Y por eso cuando ves esa misma diversidad en nuestra especie, comprendes que es algo normal. Es precisamente el motor que hace avanzar la evolución. Si no tuviéramos esa diversidad, no cambiaríamos, no evolucionaríamos.
El sexo es también un vehículo maravilloso para crear vínculos poderosos. Es algo más que pura reproducción”
P. Es un planteamiento muy oportuno ante la llegada de un Donald Trump que ha declarado la guerra a las identidades de género y las ha reducido a dos.
R. La presión cultural quiere que el género sea binario. Porque así ha sido siempre en la cultura occidental. En Polinesia, por ejemplo, hay siete géneros. La declaración de Donald Trump, en su discurso inaugural, me parece un retroceso escandaloso. No es verdad. La expresión del género es algo terriblemente complejo, y lo sabemos.
P. Queremos orden en el caos de la naturaleza. Lo binario nos reconforta.
R. Una de las grandes revelaciones que tuve al trabajar en este libro fue la plasticidad del sexo. Para nosotros, los humanos, parece algo fijo. En el caso de los varones, producen esperma y ahí acaba todo. Pero en otras criaturas, el sexo es enormemente flexible. Y tiene sentido para muchas especies desde un punto de vista evolutivo.
P. Como el pez payaso, que se transforma de varón a hembra. O el topo común…
R. El topo común o topo de jardín tiene lo que se llama ovotestis [una gónada con aspecto testicular y ovárico]. Sus ovarios tienen en parte tejido testicular. Durante la temporada de reproducción, sus ovarios producen óvulos. Y por eso es hembra. Pero fuera de esa temporada, parte de su gónada se encoge, y los tejidos testiculares se hinchan. Produce un montón de testosterona, y puede excavar muy profundo para proteger su despensa de gusanos e intrusos saqueadores
“Los machos no son siempre más grandes que las hembras, en el 45% de los mamíferos miden lo mismo”
P. ¿Todo debe cuestionarse? ¿O abusa de las excepciones para cuestionar la regla?
R. La teoría de la selección sexual de Darwin es brillante, y puede aplicarse a muchas especies. Pero está incompleta. Lo apasionante del periodo que vivimos es que nos obliga a abrir nuestras mentes y contemplar el mundo de un modo diferente. Pone en duda definiciones antiguas sobre el poder.
P. Por ejemplo…
R. Piensa en el tamaño. La idea de que los machos son siempre de mayor tamaño que las hembras, especialmente en los mamíferos, ya no es tan definitiva. Un estudio reciente señala que solo ocurre en el 45% de los mamíferos. La mayoría de las especies son monomórficos. Macho y hembra miden lo mismo. Y en un 15% de los casos, las hembras tienen mayor tamaño.
P. O la homosexualidad, para buscar placer y construir vínculos.
R. Desde el prisma victoriano, la idea de la homosexualidad en el mundo animal no tenía ningún sentido. Era un despilfarro de energía. Pero el sexo es también un vehículo maravilloso para crear vínculos muy poderosos. Genera mucha oxitocina, la hormona que crea lazos. No solo con miembros del sexo opuesto. Los monos capuchinos machos tienen un montón de sexo entre ellos. Como entre las hembras de los bonobos. Forjan una relación entre ellas que las ayuda a dominar a los machos. Es evidente que el sexo es algo más que pura reproducción.
P. ¿Qué reacciones han provocado sus descubrimientos?
R. Me he encontrado a padres con niños trans, o a personas trans, que han venido a mis conferencias y me han dado las gracias por escribir el libro. No perseguía ninguna agenda política. De hecho, soy una mujer heterosexual. Pero tengo la mente muy abierta y un montón de amigos con sexualidades y géneros diferentes. Si he sido capaz de aportar algo de conocimiento científico respecto a la gloriosa importancia que la diversidad tiene para nuestra propia evolución, con eso me considero feliz.