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Todo el mundo lo usa: ¿Qué tiene WhatsApp de bueno?

Es la tercera red más usada del planeta. Y nos hace la vida más fácil

Una mujer sostiene un teléfono móvil ante un logo de WhatsApp, en enero de 2021, en Edmonton, Canadá.
Una mujer sostiene un teléfono móvil ante un logo de WhatsApp, en enero de 2021, en Edmonton, Canadá.Artur Widak (NurPhoto via Getty Images)
Jordi Pérez Colomé

WhatsApp tiene más de 2.000 millones de usuarios. Fue fundado en 2009 y Facebook lo compró en 2014. Para entender esa cifra, desde su aparición hasta mayo de 2022, cada día de media han llegado a Whats­App más de 400.000 usuarios. Diariamente, desde 2009 una ciudad como Palma de Mallorca entera se ha descargado WhatsApp. Es la tercera red más usada del mundo, tras Facebook y YouTube.

Después del propio teléfono móvil e internet, nada ha tenido más importancia que estas redes. Nunca antes en la historia se han visto cifras así. Cubre una necesidad que convierte la vida en más fácil. Este dato sirve para entender su importancia, pero no es el único. Hay al menos cinco puntos positivos más.

1. Es original. WhatsApp nació como el primer sustituto gratis del sms. Ese fue su éxito inicial, sobre todo si tenías contactos en varios países. “Si usaste WhatsApp al principio, recordarás lo que lo hacía especial: la comunicación internacional”, escribió hace unos días su jefe financiero en aquellos años, Neeraj Arora. “Era un modo de estar conectados sin pagar sms de larga distancia o llamadas”, añade. Este detalle cambió nuestras vidas para siempre. Uno de los motivos por los que WhatsApp es hoy de Meta es que en 2013 pagar 1 euro al año por una app nos parecía una locura. Hubo que buscar otras fórmulas.

2. Es fiable. Meta ha convertido WhatsApp en un servicio central de su compañía. Como toda empresa grande, intenta rascar todos los beneficios posibles de la app sin perder usuarios. La defensa de Meta es que WhatsApp conserva su valor con un añadido: es infalible. “Vamos a pasarnos a WhatsApp” es una frase repetida cuando alguien debe usar chats de otras aplicaciones: Twitter, Tinder, Zoom. Los mensajes de WhatsApp no se pierden, no se quedan colgados, los audios funcionan bien, se puede reenviar, hay gifs. Cumple su función de manera impecable y es gratis. Parece algo natural, pero no lo es: mantenerlo es caro. De ahí el drama que se creó cuando se cayó unas horas en octubre.

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3. Es protocolario. Todo el mundo tiene Whats­App. Es una ventaja que Signal de momento no ofrece. En España, durante el confinamiento, el uso de Whats­App creció un 76%, una cifra asombrosa, y siguió funcionando. Su novedad y ubicuidad genera nuevos problemas. La centralidad de WhatsApp en nuestras vidas y su vínculo a algo considerado privado como el número de teléfono hacen necesario que se desarrollen normas no escritas de cortesía: te contesto cuando quiero (o nunca), no agobies, trabajo solo en horas laborales, si no me conoces no me escribas, deja de mirar si estoy conectado. Hay gente que no las cumple. WhatsApp tiene herramientas para limitar esa pesadez y bloquear.

4. Es cifrado. Meta ve toda la información que no son mensajes. Es mucha: con quién hablamos, a quién conocemos, cómo se llaman nuestros grupos, la foto del avatar. Pero la empresa adoptó el cifrado de los mensajes. Los pantallazos se pueden hacer igual, eso sí. No todo puede ser culpa de WhatsApp.

5. Es temporal. El mejor argumento para defender el éxito de WhatsApp es que la mensajería móvil seguirá existiendo, con este nombre u otro. Quizá no se llame así o quizá no sea de Facebook. En otros países dominan variantes de esta fórmula: iMessage, WeChat. Pero los humanos de 2022 queremos comunicarnos por escrito con un protocolo ligero y desenfadado que incluso permite broncas. El e-mail lo permitía, pero cuajó para otros fines. Para todo lo demás, WhatsApp. Aunque quieras huir.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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