Marta Luisa de Noruega, la princesa esoterista que lucha contra el racismo, cumple 50 años

La primogénita de Harold y Sonia ha vivido una existencia libre donde ha elegido su destino, sus parejas y sus reivindicaciones, en una actitud que hoy transmite a sus tres hijas

La princesa Marta Luisa de Noruega, en una imagen de noviembre de 2019.Beatrice Lundborg/Dn/Tt (ZUMAPRESS.com / Cordon Press)
Madrid -

Marta Luisa de Noruega nunca quiso ser reina, pero lo fue. O lo más parecido a una reina que se puede ser. Ocurrió durante unas pocas semanas, en enero de 2004, por una curiosa conjunción astral. Su padre, el verdadero rey, Harald, se recuperaba de una infección hospitalaria tras ser intervenido, en diciembre anterior, de un cáncer. Su hermano ...

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Marta Luisa de Noruega nunca quiso ser reina, pero lo fue. O lo más parecido a una reina que se puede ser. Ocurrió durante unas pocas semanas, en enero de 2004, por una curiosa conjunción astral. Su padre, el verdadero rey, Harald, se recuperaba de una infección hospitalaria tras ser intervenido, en diciembre anterior, de un cáncer. Su hermano Haakon, quien debía ser regente, estaba de baja de paternidad tras el nacimiento de su primogénita, Ingrid Alexandra. Y, durante apenas un mes, Marta Luisa fue regente, casi reina, de su país. Hasta ahí su experiencia. No le interesaba profundizar más. Nunca quiso ser soberana, pese a que tuvo la oportunidad. Porque ella siempre ha sido diferente.

Este 22 de septiembre, Marta Luisa, la primogénita de los reyes Harald y Sonia de Noruega, cumple 50 años. Con la firme convicción de seguir su camino sin cortapisas y de mantenerse firme en su propósito de libertad personal, algo que le inculca también a sus tres hijas pequeñas, Maud Angélica, de 18 años, Leah, de 16, y Emma, de 12, que, aún más libres de ataduras todavía que su propia madre, están definiendo por sí mismas sus aún cortas vidas.

Marta Luisa y Ari Behn, el día de su boda, celebrada en Trondheim, Noruega, el 24 de mayo de 2002. Lise Aserud (EFE)

Podría haber sido Marta Luisa una princesa con trono, al ser la primogénita. Aunque tenía un hermano pequeño al que le correspondía por ley reinar (una norma que cambió sin retroactividad en 1990), ella fue consciente en su adolescencia de que se quedaba atrás solo por ser mujer. Sus padres le preguntaron si quería abrir esa puerta, discutir la posibilidad de un cambio legal en la Constitución para poder ser soberana. Pero ella prefirió renunciar en su hermano menor, Haakon. Y ya sin trono también podía ser una aristócrata sin pretensiones ni ocupaciones, viviendo una vida de feliz mujer casada a las afueras de Oslo, o haciendo a sus hijas crecer bilingües en una gran capital europea de su elección. Y también lo fue. Tras casarse con Ari Behn en mayo de 2002, pasó una temporada en la zona de Baerum; después vivieron en Londres. Pero entre tanto tuvo sus propios negocios, escribió libros infantiles y, afirmaba ella, desarrolló unas supuestas dotes curativas e incluso hablaba con los ángeles.

Porque la cuestión es que en la existencia de la princesa hay muchas vidas, y ninguna convencional. Si no lo fue en su juventud, menos ahora que alcanza el medio siglo de vida. Estudió Fisioterapia en Oslo y Maastricht (Países Bajos) —jamás ejerció— y se casó con 30 años con un escritor nada ortodoxo con el que llevaba saliendo dos años y cuya relación nadie pensaba que fuera a prosperar. Un matrimonio donde su madrina fue una amiga y en el que nunca quiso adoptar el apellido de su esposo. Y al que, por cierto, llegó embarazada de cuatro meses.

Si las familias reales escandinavas se caracterizan por su discreción, tan alejadas del ruido mediático de otras casas como la británica, la primogénita noruega nunca dudó en salirse del tiesto marcado por tiaras y protocolos. Ha sido una de las pocas integrantes de la realeza europea —con permiso de la infanta Elena— en romper su unión matrimonial, tanto civil como religiosa, algo que hizo en agosto de 2016. Un divorcio que se oficializó en 2017 y que dejó a su exesposo sumido en una grave depresión de la que, aunque él pensó que la había superado, nunca pudo salir.

El chamán Durek Verrett y la princesa Marta Luisa, en Oslo en mayo de 2019.SplashNews.com (GTRESONLINE)

Dos años después, Marta Luisa terminó de romper con todos los cánones. Con redes sociales propias y muy personales, y viviendo largas temporadas en Los Ángeles (California), hizo público su amor por un chamán llamado Derek Verrett que afirmaba haber sido rey en otra vida y también haber vivido en el Antiguo Egipto, y con quien dio una gira de conferencias. Las críticas no tardaron en llegar, incluidos los rumores de renuncia a sus derechos dinásticos (también cuestionados por su hermano y heredero) e incluso el abandono de su título a la hora de realizar sus actividades comerciales juntos. Ella siempre se ha plantado ante las opiniones externas: “No elijo a mi hombre para satisfacer a ninguno de vosotros, ni tampoco a las normas”, declaró.

Que sus relaciones hayan sido elegidas de forma consciente y reafirmadas en público no ha eliminado dificultades ni sufrimiento para la princesa, pero sí ha hecho que se alce en altavoz de causas que han afectado a sus dos parejas más conocidas. En el caso del chamán Durek —como se hace llamar él a sí mismo— ha sido por el racismo. Él mismo afirmó que resultaba “muy duro para alguien negro entrar en la familia real”, más aún “cuando es la mujer la que se enamora del hombre”. “La gente se siente incómoda cuando una mujer blanca escoge a un hombre de piel negra, que es chamán, que es su alma gemela sexual. Agita las conciencias. [...] No podemos enfadarnos por ello. Es un momento de evolución. La gente está en una constante caza de brujas, no tiene nada que ver conmigo o con Marta Luisa. Tiene que ver con ellos mismos”, dijo Verrett en julio de 2019.

La princesa Marta Luisa de Noruega con sus tres hijas Maud Angelica, Leah Isadora y Emma Tallulah, en el funeral de Ari Behn, en Oslo, el 3 de enero. ALBERT NIEBOER (GTRESONLINE)

Las palabras del chamán parecieron materializarse y el límite se sobrepasó. Tanto, que en verano de 2020 la princesa denunció acoso mediático y amenazas de muerte racistas contra su pareja y contra ella. “El racismo no es solo lo obvio (que era lo que yo pensaba): la abierta discriminación, el maltrato y el asesinato de personas negras. Lo obvio y lo fácil es ir en contra de todo ello. Pero el racismo está también en los detalles (cosa que no tenía idea de que aún existía). Está en la forma en que la gente rehúye a Durek. Por ejemplo, en cómo los amigos dan por hecho que miente sobre todo. Que es malo por ser amable. Las palabras que murmuran por lo bajo, dejándole perfectamente claro que no tiene un lugar natural en la mesa. Gente en cargos importantes diciendo: ‘¿Cómo te atreves a pensar que voy a tocarte la mano?’, cuando la extiende para desear buenas noches”, escribía en un largo post de Instagram.

Pero si en algo ha ayudado a visibilizar la princesa es en la cuestión de la salud mental. Su exmarido, Ari Behn, se suicidó el día de Navidad de 2019. Y tanto ella como sus hijas han afrontado la cuestión de forma transparente, una actitud poco habitual en las casas reales, menos aún cuando se trata de un tema tan doloroso y personal. En el funeral de Behn en la catedral de Oslo su primogénita, Maud, afirmó ante los asistentes que la muerte de su padre no era “culpa de nadie” y alzó un ruego con “corazón y alma” para que quienes sufrieran problemas psíquicos pidieran ayuda, rompiendo tabúes. Maud acaba de escribir un libro sobre su experiencia, que lanzará el 20 de octubre.

Cuando se cumplió el primer aniversario de la muerte del escritor, Marta Luisa escribió en sus redes sociales. “Escribo para todos los que estáis luchando durante estas fiestas. Debéis saber que sois amados, que sois necesarios. Sabed que toda la ayuda que podáis obtener valdrá la pena. Por favor, pedid ayuda. Por favor, expresad cómo estáis. Sois amados”. También su hija mediana, Leah, escribía entonces: “Quería decir que hoy hace un año que mi padre se suicidó y realmente ha sido uno de los años más difíciles de mi vida. Pero si estás solo y/o así te sientes, quiero que sepas que no lo estás. [...] En estos tiempos difíciles, la salud física y mental son muy importantes Y si estás pasando por dificultades; si estás solo, si te sientes agotado, deprimido, roto, pasas por una pérdida o incluso simplemente estás intentando aguantar, quiero decirte que todo irá bien”, indicaba, junto a una lista de teléfonos contra el suicidio en varios países. Leah, de entonces solo 15 años, se ha convertido en una microinfluencer de Instagram con sus 56.000 seguidores, que parece saber usar tan bien como ha usado su madre el altavoz público a lo largo de este medio siglo de vida. Y sin ninguna intención de ponerse una corona en la cabeza.


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