Inquietante y perturbador
La habilidad de rey mago de las finanzas hacía más carismático a Juan Carlos, tanto entre reyes de Oriente medio como entre damas europeas
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, juzgó de inquietantes las contundentes noticias sobre las finanzas de Juan Carlos I. Resultó inquietante que lo hiciera cerca de El Guernica de Picasso mientras ejercía de anfitrión con su homólogo italiano Giuseppe Conte. Un cuadro hermoso que representa la barbarie, siempre brutal, y el fracaso de una nación, siempre perturbador.
Si la justicia suiza no actúa de forma concreta, es probable que toda esta perturbación por la forma de hacer dinero del emérito quede en un mal recuerdo. En algo inquietante que generó eso, inquietud. Esto ya lo sugirió Carmen Calvo: se considera algo del pasado, perteneciente al reinado anterior. Esa misma táctica, la de arrinconar lo incómodo en el pasado, también la empleó el Partido Popular con el caso Gürtel. Y con la sentencia por ese proceso, Rajoy recibió una moción de censura como inquietante respuesta que elevó a Sánchez a la presidencia y bajó a Rajoy a mojar sus penas en un restaurante que cambió de nombre.
Inquieta, señora Calvo, lo fácil que es olvidar. Inquieta la interpretación y el cálculo. Y a mí me inquieta el criterio que emplea Corinna Larsen para fotografiarse con un bolso de Hermès o de Celine. Se podría pensar que no existen discrepancias entre una u otra opción, que ambos podrían camuflar con elegancia la misma cantidad de dinero y de amor. Pero sí, hay sustanciosas diferencias que además dicen algo sobre la persona que los usa. Un bolso de Hermès es algo aspiracional, por lo icónico pero también por la visibilidad. La maison francesa ha vestido tanto a princesas como a diosas del cine. Grace Kelly le dio su nombre a uno de sus bolsos más emblemáticos y Jane Birkin, cuyos jadeos provocaron una de las canciones más sublimes del pop europeo, el suyo a otro modelo, más flexible, más mórbido, más perturbador. Celine, la otra maison que Larsen favorece en sus contadas apariciones, es la casa donde se visten las chicas burguesas de toda la vida, buenas y formales. Las que podrían pero no quieren llamar la atención, ese ejercicio siempre inquietante. La Corinna que me mola es la que lleva Celine, porque ofrece todo eso que ya no puede ser: misteriosa, camuflada o sutil, alguien que podría llevar dentro del bolso una novela romántica o un millón de dólares. Cuando usa Hermès, entiendo un poquito más ese título de “examiga” con el que ahora se la señala sin ambages.
La habilidad de rey mago de las finanzas hacía más carismático a Juan Carlos, tanto entre reyes de Oriente medio como entre damas europeas pero, de todos los malos ejemplos del emérito, lo de reciclar regalos es, a mi criterio, el más decepcionante y poco ejemplar. Ese malentendido regalo que va pasando de mano en mano y termina en Bahamas. Si la justicia suiza no lo impide, es así como podría terminar el manoseado asunto de los millonarios fondos del emérito, en un malentendido.
Estas tardes imagino a la reina Letizia, delante de su desayuno rico en probióticos, ensayando qué cara poner en la siguiente parada de su gira. Sabiendo lo que están pensando sus súbditos sobre el padre de su marido, abuelo de sus hijas, exJefe del Estado que ahora ella representa. Y, quizás, haciéndose esa pregunta: ¿Por qué me metí en esto? Ahora entendemos aquel rifirrafe en Mallorca, cuando la Reina intentó evitar una foto de sus hijas con doña Sofía. Lo que estaba haciendo era ese cortafuegos sobre su familia que ahora un coro de voces vitorea: ¡El cortafuegos, el cortafuegos! No tuvimos sus mismos reflejos.
Resulta que no siempre sabemos cuándo un Jefe de Estado vela por nosotros o por sí mismo.
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