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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Miedo a la verdad

El caso Merlos enlaza corazón y política además de convertir un triángulo amoroso en un sainete

Jorge Javier Vázquez, presentador de Mediaset.
Jorge Javier Vázquez, presentador de Mediaset.Diego Puerta
Boris Izaguirre

Llevo el confinamiento mejor que muchos de mis amigos y se debe a que me he enganchado a Mercado Central, uno de los culebrones vespertinos de Televisión Española. Su estilo de neorrealismo mediterráneo con el que enlaza los sentimientos y secretos de sus personajes me hace pasar la hora de la siesta con un agradable sabor socialdemócrata. Hasta que esta semana la telerrealidad volvió a ganar a la ficción con el estallido del caso Merlos y la comparecencia de una de las protagonistas del escándalo, Marta López, en Sálvame.

El apasionado y apasionante caso Merlos tiene varias aristas. Enlaza corazón y política pero no se ventila en la prensa más establecida de esos ámbitos. ¡HOLA! no le presta atención a la noticia, Semana y Lecturas la llevan en su portada. Sus implicados colaboran en distintas áreas de Telecinco, incrementando las audiencias desde el fenomenal estallido del escándalo y es a través de esos programas donde podemos seguir la gestión del mismo al minuto. Una gestión mucho más coherente en su manejo del suspense que la de los políticos ante la pandemia. Paso a paso, prórroga a prórroga, van convirtiendo un triángulo amoroso en un gran sainete sobre los modos y costumbres de la recién estrenada extrema derecha española S.L., bajo la que operan de una forma u otra sus protagonistas. Alfonso Merlos es un colaborador televisivo engominado, apuesto y murciano, vinculado a Vox. Su novia “oficial” es la famosa Marta López (querida excompañera de Crónicas Marcianas) y una incipiente reportera de celebrities, Alexia Rivas, la chica, la joven. Merlos también es responsable de comunicación del Colegio de Abogados de Madrid (muy bien pagado según afirmaron en Sálvame).

Merlos se encontraba teletransmitiendo una rutinaria arenga antigubernamental, desde su casa, cuando detrás de él se vio pasar, en ropa interior, a la joven Alexia Rivas. Nadie recuerda el blablablá de Merlos pero de la indumentaria de Rivas se dice de todo. Marta López, fiel a su avispado personaje mediático, agitó el avispero: “Sé quién es ella”. Era una amiga suya. Después de Alexia muchos hicieron el chiste fácil que su nombre suena igual que el asistente personal virtual de Amazon. ¡El escándalo de la cuarentena!, tituló la revista Diez Minutos. Merlos, López y Rivas estarían dejando al descubierto que lo que esa nueva derecha acusa, fustiga y señala, se practica en sus casas y, además, con señales de saltarse el confinamiento.

Sálvame, más alerta y rápida que ninguna institución del Estado, invitó a López a su confesionario Deluxe para un test. Antes, una estadística confirmaba que se había disparado la venta de lencería para estar en casa. López estuvo soberbia en su aparición, tan bronceada como Lana Turner cuando acudió a declarar por el homicidio de su amante en el Hollywood de los años cincuenta. “Tienen miedo, Jorge Javier”, declaró López, melodramática. “¿De qué?”, preguntó Jorge Javier, el presentador con nombre compuesto, tan de telenovela. “Tienen miedo a la verdad”, zanjó López y el share y yo nos subimos al techo.

Nuestro Merlosplace, como han rebautizado en Sálvame al caso, con su moral provisional nos lleva a pensar si no será más confortable y divertida de lo que creíamos la vida en la extrema derecha S.L. Me hubiera gustado interrumpir a Marta López mientras contaba que Merlos siempre guarda un rosario cerca, pese a acumular casi tantas novias como Avemarías, para preguntarle si Alfonso duerme con el pelo tan engominado como aparece en pantalla. Asumo, sin culpa, que no sabría dormir con tanta caspa y tanta laca encima.

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