‘El aplauso infinito’

El informático Juan Avilés refleja en el Oso y el Madroño el homenaje de los balcones a los sanitarios como símbolo de la solidaridad

No hubo mayor gesto de solidaridad en la pandemia que el aplauso. Eso creyó el madrileño Juan Avilés, de 53 años, el día que se presentó al concurso ¡Muchas gracias, Madrid! Tal y como proponía el certamen, debía versionar la icónica escultura del Oso y el Madroño de la capital para dar las gracias a los héroes que lucharon en primera línea. Al principio caviló un poco sobre a quién dedicarlo, pero pronto lo tuvo claro: “Se me ocurrió representar el aplauso a los sanitarios porque todos lo hicimos a las ocho, sin importar de dónde venía la idea. Los sanitarios fueron las personas más expuestas, ni siquiera tenían medios al principio y, encima, nos salvaban la vida. El aplauso, simplemente, se convirtió en un símbolo”.

La obra de Avilés, que fue una de las 40 ganadoras del concurso, se expone ahora en las calles de Madrid. “La llamé ‘El aplauso infinito’ para rendirle homenaje a los que lo dieron todo por nosotros”, dice hoy. La intención de Avilés desde un inicio fue aprovechar el hueco que dejaba la estatua y jugar con su morfología. “La idea es que no solo se contemplara la escultura, sino que la gente se visualizara dentro de ella, asomando cabeza y brazos por el hueco de la escultura, para continuar con el aplauso a los sanitarios y a los trabajadores esenciales en ese trampantojo de balcón”.

Dice Avilés que la pandemia, al menos, le ha devuelto su afición por la pintura. Hacía años que había dejado este pequeño pasatiempo encerrado en un cajón, pero el confinamiento fue la excusa para recuperarlo. Una tableta gráfica que se compró al inicio de la crisis sanitaria le sirvió para recuperar la creatividad en un momento complejo. “Nunca olvidaré uno de los primeros días del confinamiento, cuando fui a comprar a un supermercado en plena plaza de Callao y, de repente, el centro de Madrid completamente vacío. Era como una escena de ciencia ficción de las películas apocalípticas que había visto toda mi vida, yo estaba viviendo una y parecía imposible”, recuerda ahora.

Hoy la experiencia de estos dos años le ha dejado unas cuantas enseñanzas: “Hay que aprovechar el tiempo, disfrutar de la familia y hacer lo que de verdad nos gusta”. Después de todo, se sorprende de la rapidez del plan de vacunación en España y visualiza, o eso espera, el final de la pandemia: “La ciencia nos ha salvado. Tengo la esperanza en el 2022″.

El símbolo del oso y el madroño de Madrid

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