Un ‘Paraíso’ de adolescentes
El rodaje de la segunda temporada de la serie de Movistar+ sobre una historia fantástica e inquietante ambientada en los noventa utiliza las explanadas de Chinchón como uno de sus escenarios
Adolescentes disfrazados de Spiderman, de marinero, de piloto o de flamenca esperan por un camino de arena. Algunos se apoyan en coches antiguos, otros miran su teléfono, hay quien hasta coquetea. El final del sendero de Chinchón lleva a unas luces hipnotizantes y a un escenario que el equipo de la serie Paraíso ha montado para filmar una regresión a la icónica discoteca donde en su segundo capítulo desaparecen las tres amigas quinceañeras vestidas de Ana Torroja. Los figurantes ofrecen la sensación de bullicio y espontaneidad, y esa emoción de las primeras veces se mantiene intrínseca porque el peso de la trama se centra en Javi (Pau Gimeno), y su grupete de amigos del pueblo. Todos jóvenes intrépidos al estilo de Los Goonies o Stranger Things, pero con un lenguaje propio y una idiosincrasia española.
El director y creador, Fernando González Molina (Pamplona, 46 años), se prepara la noche del jueves para una larga velada de rodaje de esta segunda temporada, que traerá las aventuras de misterio, acción, fantasía y “giros locos”. “Las primeras partes presentan el universo, como en Harry Potter o Star Wars. La serie vivía mucho del secuestro de las chicas, arrastraba a los personajes a un lugar más oscuro. Ahora han pasado tres años, del 92 al 95, y están en otro lugar”, define sobre esta nueva creación producida por The Mediapro Studio y que podrá verse en Movistar+. La historia de chavales y fantasmas que luchan contra algo paranormal le ha valido para explorar aspectos trascendentales como la madurez, la paternidad, la identidad sexual. “Por ejemplo, Costa [Macarena García] está embarazada. Bea [María Romanillos] y Olivia [Patricia Iserte], que antes eran niñas, ahora son una la pibón del instituto y la otra una médium un poco siniestra”. El director de Los hombres de Paco o A tres metros sobre el cielo quiso contar con esas dos actrices y otros primerizos en el sector, entre otras cosas, “ese viaje” desde el anonimato a la fama. Recuerda con cariño que su crecimiento paralelo al de Mario Casas, por eso, ha sumado las incorporaciones de Álvaro Mel, Begoña Vargas y Carla Domínguez.
Horas antes de empezar a grabar, en las casetas-camerino, se escucha el eco de tres que chavales que bromean. Los barceloneses Gimeno y León Martinez, y la madrileña María Romanillos tienen 17 años y comenzaron con el proyecto hace un par. Se intuye su complicidad, no tardan en puntualizar lo fácil que les resulta compartir labores entre gente de su generación. Aunque ellos no hayan nacido entre la estética de cultura pop de la época en la que se ambientan los episodios, comparten con sus personajes las dudas universales de la edad. Estar juntos les ha facilitado acomodarse a las rarezas de trabajar durante la pandemia —ensayan con mascarilla y se hacen a diario test de antígenos—. Ellos se enfrentaron también al reto de no poder tocar ningún objeto de la escena, porque hacen de espíritus. “También pasó mucho tiempo sin tener el personaje presente. Eso ayudó a que acabásemos la ESO”, bromea Romanillos sobre las fechas, ya que empezaron a rodar en enero de 2020, tuvieron que parar en marzo y ya no retomaron hasta julio.
Para esta nueva entrega que acaban de concluir y comenzaron este mayo, consiguieron mantener en mente su trabajo gracias a la labor de Sara Márquez, su coach actoral, quien les ayudaba a dar forma a los personajes, a mantener las emociones, a llegar al tono. Les acompaña, con cariño, y valora sus esfuerzos. “Patricia Iserte, por ejemplo, despuntaba con su imaginación, es muy activa, siempre propone ideas y trata de mejorar. En general son muy generosos y agradecidos. Aprecian y aprovechan la oportunidad”, resume.
Hubo más de 2.000 pruebas para encontrar a unos personajes que fueran capaces de plasmar las fuertes emociones que aborda la trama. Irina Bravo (Barcelona, 25 años), Júlia Frigola (Blanes, 24 años) y Elena Gallardo (Madrid, 21 años) fueron las que tuvieron que ahondar en la desesperación de un encierro. Para su desarrollo, confinamiento les sirvió de inspiración, salvando las distancias. “Nos dio tiempo de pensar, leer, compartir reflexiones”, describe la madrileña, y las tres coinciden en que haber encajado genuinamente les hizo adaptarse a lo que consideran el leitmotiv de toda la serie: la amistad. Después del torbellino de entonces, Frigola —que hace de Sandra, la hermana del protagonista— percibe una clara evolución de su personaje: “Sale su capacidad de supervivencia y su soledad. Ella no sabe cómo encaminar su vida para combatir contra los miedos y acaba abducida por un lado más oscuro”.
Apagar pueblos y encender el cine fantástico
Tras unos 100 días de rodaje por espacios como Altea, Alicante, Benidorm vuelven a un Chinchón ocupado por el equipo de Wes Anderson. Ellos mantienen conquistado su propio terreno con focos y cámaras. Antes de que caiga el sol, conservan un silencio que solo rompe Macarena García, de un portazo en un vehículo. Su personaje, que era una Guardia Civil volcada en su profesión, lleva una enorme barriga que ha hecho que evolucione. Según reconoce, la maternidad hace que Costa esté “más serena”. “Siente que ha encontrado un lugar en el que estar, quería irse y ahora tiene raíces. Después de todo el dolor, se ha permitido vivir una relación”, añade la ganadora del Goya a mejor actriz revelación en 2013 por Blancanieves.
García también ha sido seducida por la alegría de los más jóvenes. “Hay una sensación de hacer algo muy especial”, admite, y más allá de sus compañeros se refiere al despliegue de medios de un equipo minucioso con los efectos especiales y con ser fiel a retratar aquellos años. El director fotográfico, Elías M. Félix, cuenta que se han preocupado por las localizaciones, el vestuario, los vehículos, incluso por nimiedades como cambiar todas las farolas porque entonces no eran de LED. “Hemos apagado paseos marítimos, avenidas de 600 metros, pueblos. Hemos mantenido esa luz de luna que genera una sensación de fantasía”, explica, y rememora que González buscaba a alguien sin límites, que fuera ambicioso dentro de los recursos que disponían, que supiera que nunca era suficiente. Félix se inspiró en Steven Spielberg, con una apuesta por una atmósfera más oscura. “Ni siquiera es tan parecida a Stranger Things. Es un honor que la comparen porque hay muchas diferencias económicas. Puede tener similitud visual porque el universo se desarrolla en una época similar, los noventa españoles son como los ochenta en EE UU”.
El director fotográfico no duda en señalar el esfuerzo que hay tras cada toma, y el ímpetu menos visible, el de apostar por un “proyecto de este calibre en España, donde el cine fantástico se crea a cuentagotas”. González tiene las esperanzas puestas en que haya más recorrido para Paraíso: “Yo creo que puede tener mucha más vida por la riqueza de personajes y universos. Pero somos esclavos del público, de lo que nos demanden”. Y, de momento, de las luces, las cámaras y la acción.
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