El efecto Tolstoi o la maravilla de aprender a montar en bici
Muchos padres pensarán que la cosa se solventa con ruedines o con el método tradicional de deslomarse empujando hasta que el niño aprende o se estrella, pero hay cursos en los que de paso les enseñan seguridad vial
―¿Quién de vosotros monta sin pedales?
Y varios niños, casco en cabeza, levantan el brazo, algunos tímidamente y otros, como un resorte y acompañado de un entusiasta “yo, yo, yo”.
—Los que montáis sin pedales, aquí.
Y la monitora hace una filita, con tu niño, el mayor de los entusiastas, colocado el primero. Y entonces ves cómo la simpática y serena monitora, una joven pelirroja con una camiseta de Wonder Woman, le da unas instrucciones mágicas que no alcanzas a escuchar mientras contemplas la escena desde el burladero. El niño, de cuatro años, se arranca a pedalear bastante decidido y en línea más o menos recta. “Madre mía, y así de fácil era”, piensas mientras la cosa se tuerce y tu hijo se desvía del carril de conos y gritas “frena, frena”, cosa que hace en el último segundo antes de estamparse contra una pared portentosa.
Pues no, tan fácil tan fácil no es, porque otro niño se queda toda la clase clavado en el sitio a pesar de las palabras mágicas, presa del pánico. Pero la mayoría acaba dando sus primeras rodadas o al menos intentándolo, mientras la monitora enseña a mantener el equilibrio a los nenes de la segunda fila.
Aunque pueda parecer sencillo, enseñar a un niño a montar en bici, máxime si tú nunca fuiste de la pandilla de Verano Azul y tu última bici data de 1985, tiene su aquel, porque hay retoños que parecen haber nacido subidos a una, mientras que a otros su sola su visión les aterra. Para esos hijos que no acaban de soltarse, la empresa Mobeo organiza cursos de aprendizaje en Matadero Madrid y Alcobendas y, en breve, en Alcobendas, Alcalá de Henares y Boadilla. El próximo año, esperan tener sede en Getafe.
“Cuando abrí hace ocho años, estaba de brazos cruzados porque poca gente conocía Matadero. Pero había una escena que se repetía, señoras jubiladas que preguntaban si enseñaba a montar en bici, así que me decidí a montar una bici escuela”, cuenta el dueño, Álvaro Ventura, venezolano de 41 años de origen español y que lleva nueve afincado en Madrid. “Nuestro método es el programa de entrenamiento bikeability anglosajón y de los países nórdicos, que se aprende en la escuela, adaptado y acelerado”, explica, para aclarar que aprender “no tiene edad”, aunque por cuestiones de altura y de psicomotricidad recomiendan hacerlo a partir de los 3 años, “ideal con 4″ y las aseguradoras no le dejan enseñar más allá de los 70.
“Educo a los monitores a entrenar el ojo, a observar esos pequeños detalles que te dicen en qué punto está el niño o el adulto y qué le tienes que decir para que termine de arrancar o si tienes que esperar a que practique las habilidades que le permitirán hacerlo”, detalla Ventura, que calcula haber enseñado ya a más de 7.000 personas, ya sea desde cero o para adquirir mayor seguridad en la bici, que él entiende y defiende como medio de transporte.
Su público es un 60% niños y un 40% adultos, sobre todo mujeres de más de 50 años. “Hay un componente sociológico importante, el machismo hizo que muchas mujeres se quedaran sin aprender porque si había una sola bici, era para el varón, si la mujer no sabía daba igual, pero en el caso de los hombres era una tragedia”, lamenta. “Ahora ya está más normalizado, pero cuando abrimos las señoras entraban como lo hacían los adolescentes en una farmacia a comprar preservativos, en secreto. Esperaban a que estuviera el local vacío y se interesaban por el curso pidiendo disculpas, con vergüenza y tras una larga introducción”, recuerda Ventura, que también da clases particulares en las que un padre o una madre pueden aprender a la par que sus retoños. Porque ojo, el último barómetro, de 2019, revela que el 11% de la población española no es capaz de darle a las dos ruedas.
Desterrar los ruedines
“De promedio, los niños arrancan entre la segunda y la tercera sesión y dedicamos la cuarta a ganar confianza, al frenado seguro, a la señalización de las maniobras, a la seguridad vial, a voltear la cara en ruta...”, detalla. Ventura llama a los padres a desterrar los “contraproducentes” ruedines, a animar a los niños a entrenarse con el correpasillos y a quitarle los pedales a la primera bici, hasta que logren mantener el equilibrio. “El método tradicional de empujar al niño y luego soltarlo no es buena idea, porque lo más probable es que se caiga y le coja miedo”, advierte. “Nosotros les decimos que pongan un pie pegado con pegamento a un pedal y que se impulsen varias veces con el otro y luego lo mantengan en el aire hasta que vean que pueden pedalear”, revela las palabras mágicas. “Es un error hacerlos pedalear de una vez sin aprender el equilibrio primero, porque el cerebro les jugará una mala pasada, al no conocer cómo funciona la mecánica piensa que el pedal puede estar en cualquier lado. Al tener pegado uno, ayudamos a la cabeza a entender que no hace falta bajarla para ver dónde anda. El truco es ir enseñando al cerebro paso a paso a conectar las habilidades que necesita”.
También enseñan a niños y a adultos que ya saben montar “habilidades de ciclismo urbano, cambios de marchas en subidas y bajadas, a señalizar”. Para Ventura, lo más enriquecedor es ver cómo lo logran niños que van “autoconvencidos de que no pueden”, conclusión a la que han llegado en parte gracias a la inestimable ayuda de sus padres, que lo primero que dicen al apuntarlos es que sus hijos “son muy torpes”, y cómo luego esa misma familia vuelve a las dos o tres semanas a alquilar bicis y le cuentan que los nenes ya no pueden parar de montar y han tenido “un subidón de autoestima que se ha notado a todos los niveles, incluso en su rendimiento académico”.
Esto ocurre también en los adultos, que “una vez que se lanzan no hay quien los pare” y es el llamado efecto Tolstoi. “Aprendió a los 67 años y este hecho tuvo un importante impacto en su producción literaria”, recuerda el empresario, que ha adaptado su método a niños con neurodiversidad y ha entrenado ya a más de 50 menores. “Enseñamos a niños de grado dos y tres de autismo mediante pictogramas y con un reloj que les informa de cuánto les queda de clase”, cuenta, para destacar “la herramienta formidable que es la bici para su integración social”.
Dónde: en Matadero (paseo de la Chopera 14) o Alcobendas (parque Arroyo de la Vega, avenida Olímpica). Horario: de martes a viernes a las 18.30, 19.30 y 20.30 y los fines de semana también por la mañana. Precio: bono de cuatro clases grupales de una hora (10 minutos de preparación y 50 de ejercicios, circuitos, correcciones y repeticiones), 39 euros. Los grupos de niños son de un máximo cinco y los de adultos, de seis. Clases particulares, una 29 euros y bono de tres, 69. Clase suelta, 12 euros. Incluye préstamos de bici ―todas con marchas a partir de las 20 pulgadas―, casco y monitor.
Cursos gratis, en las asociaciones de ciclistas
Muchas asociaciones de ciclistas organizan cursos gratis con ayuda de voluntarios. Una de ellas es Pedalibre, con 40 años de que desde hace uno imparte clases los sábados dos veces al mes “por amor al arte y para fomentar el uso de la bici desde la base”, cuenta Pedro Díaz, miembro de la su junta directiva de Pedalibre. Los cursos, para todas las edades, están enfocados a circular en bici en ciudad y son para un máximo de cuatro personas. Duran una hora y media y se celebran en la calle de Colomer (distrito de Salamanca). Los siguientes son el 7 y el 24 de agosto. Esta asociación, que nació en un grupo de amigos que quería recorrer el Camino del Santiago o el valle del Loira, tiene dos almas, la reivindicativa y el cicloturimo.
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