Reconectar con las raíces
Voy a pasar unos meses viviendo Madrid desde la webcam, desde las quedadas de palique en Zoom. Un Madrid en baja resolución
“¿Qué tal está la situación por allá?”, me pregunta E. con la voz entrecortada por la mala señal del wifi. Tan solo llevaba una semana de cuarentena en la antigua casa de mi abuela y ya extrañaba la fibra óptica de mi apartamento de Madrid. Eso y la Papizza después de salir de fiesta. La última vez que miré, el número de casos confirmados en Taiwán no llegaba a los 500. “Un poco mejor que allá, pero vamos”.
La mayoría de los electrodomésticos de la casa no funcionaban y servían como mucho de atrezzo. El apartamento podría dar lugar a un reality malo donde se evidenciarían los problemas del primer mundo, donde los concursantes tendrían que pasar dos semanas encerrados en una casa sin aire acondicionado (considerad la humedad y el calor que hace en Taiwán), sin lavadora y con un wifi cuestionablemente estable. Mi único pasatiempo en este momento como niño rata dependiente al wifi y a las redes sociales como condicionante de mi bienestar, mi autoestima y mi felicidad era mirar lo que ocurría fuera de la ventana de mi salón, que da a una calle donde apenas concurren personas. Aunque, la semana que decidí de manera impulsiva volver a Taiwán coincidí con el séptimo mes lunar, cuando se celebra el Gui Yue, que se traduce a algo así como el mes de los espíritus, que comienza con la apertura de la puerta de “las puertas del infierno” y permanece abierto durante un mes entero para que los espíritus puedan deambular por el mundo de los mortales en busca de comida, entretenimiento, o dinero. Esa tarde entraba un olor a incienso fuerte desde la ventana. Venía desde el portal de un pequeño negocio de zapatos, donde se había colocado una mesa llena de ofrendas a los espíritus: vino de arroz, frutas, incienso, y zhǐqián, también conocido como “dinero para los espíritus”, que se hace tradicionalmente con papel de bambú grueso, o con papel de arroz, cortado en cuadrados o rectángulos individuales.
“Va a sonarte como un cliché”, le dije a E. mientras le aburría con explicaciones del Gui Yue (¿Cómo me aguanta? No tengo ni idea). “Pero por esto he querido volver”.
-¿Por el Gui Yue?
-No no, por reconectar con mis raíces. Piénsalo así: soy una especie de Julia Roberts en Come, Reza, Ama a la inversa sin la parte problemática; vuelvo a mi país de origen para reconectar con mis raíces.
Me acuerdo de la película de Emily Ting, Go Back To China en la que Sasha Li, una mujer racializada asiática de L.A., vuelve a Shenzhen para reconectar con su familia y sus orígenes. “¿Y qué pasa con tu vida en Madrid?”, me pregunta E.
-Creo que es el mejor momento, todo está parado, estoy en el proceso de escribir mi segundo LP, siempre he querido volver durante una temporada. Hasta entonces, viviré Madrid desde la webcam, desde las conferencias en Skype, desde las quedadas de palique en Zoom, un Madrid en baja resolución.
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