Alarma por el elevado número de ahogados en Alicante días antes de comenzar el verano
Los socorristas reclaman más autoridad, formación, financiación y sanciones tras un inicio de temporada trágico con 12 víctimas en 10 días
El viento de Levante que agitó el Mediterráneo frente a las costas de Alicante, aunque sin levantar demasiado oleaje, ya ha amainado. Pero el rastro de naufragios que dejó al inicio de este mes de junio no se borrará fácilmente. “El día de hoy ha sido muy duro”, confesaba el coordinador de playas de Guardamar del Segura, José Luis Oliva, el pasado día 7, cuando, junto con un compañero que, como él, tampoco estaba de servicio, logró rescatar a seis personas del mar, aunque no pudo evitar la muerte de otras dos. El turístico municipio del sur de la provincia suma hasta cuatro víctimas, tres de ellas en la misma playa, del total de 12 que perdieron la vida mientras luchaban contra las corrientes de resaca en apenas diez días. “Hace falta un plan nacional como el de la Dirección General de Tráfico (DGT)”, con “concienciación de la ciudadanía, sanciones para quien se meta en el agua con bandera roja y señalización de puntos negros”, plantea Antonio Zamora, coordinador de Salvamento y Socorrismo de las playas de Benidorm. “Y sentido común” entre los bañistas, añade, consciente de que “el riesgo cero no existe”.
Los ahogamientos fueron sucediéndose mientras azotaba el viento y el Mediterráneo disimulaba el peligro. “El Levante genera corrientes de retorno, las resacas, que forman pequeños ríos que se adentran en el mar y no son perceptibles a primera vista”, explicaba Oliva. Un bañista en Benissa (día 1 de junio), tres más en La Marina (Elche), Calpe y Orihuela Costa (día 3), una mujer en Torrevieja (día 4), otro varón en Guardamar (día 6), localidad en la que fallecieron dos personas que intentaban salvar a dos jóvenes en peligro (día 7), en la misma playa en la que se produjo un ahogamiento más (día 8). Un joven que no pudo salir de una cala de Benidorm (día 9) y un hombre y una mujer de nacionalidad alemana en la playa ilicitana de Arenales del Sol (día 10). Son las víctimas del terrible registro de la primera quincena del mes. A los ahogamientos en la provincia de Alicante hay que sumar el fallecimiento ayer de un niño de ocho años en Benicàssim (Castellón) y el cuerpo de otro menor de 11 encontrado el viernes en la orilla del río Júcar a su paso por Alzira (Valencia).
Los ahogamientos en Alicante sucedieron con vigilantes y sin ellos, con banderas rojas y sin ellas. Zamora coordina a más de 80 socorristas en temporada alta, y 25 en la baja, en las playas de Benidorm, que “desde 2002, es la única ciudad de la península con servicio permanente de socorrismo, todo el año”, al igual que pasa en Canarias. Asegura que en el caso del joven fallecido en la cala de l’Almadrava, “se había instalado un aviso rojo de peligro” y el bañista llegó a recibir “pitidos de los socorristas”. “En muchas ocasiones no se nos hace caso”, lamenta, “porque no se nos considera autoridad”, como a un policía. “Ni se nos cataloga como unidad especializada”, como a los bomberos. “En España no hay nada reglado en el ámbito del socorrismo”, continúa, que “llegó a ser un grado medio de Formación Profesional, pero desapareció”.
Por este motivo solicita un plan nacional de prevención. “Necesitamos una normativa que mapee las playas peligrosas, las incidencias que se producen y en qué fechas lo hacen”, solicita Zamora. Los servicios de socorrismo son de competencia municipal, “pero deberían cofinanciarse por diputaciones, comunidades autónomas o Gobierno central”, prosigue. “No hay ni una ley que especifique que debe haber socorristas”, afirma. “Solo con las banderas azules”, los distintivos que premian la calidad de cada segmento del litoral o de playas de interior, “que establecen que tiene que apostarse un socorrista cada 500 metros”. Las cuentas no le salen. “En una playa como la de Levante”, en Benidorm, de dos kilómetros, “basta con cuatro personas, según este baremo”, cantidad “insuficiente” cuando la capital turística alicantina se llena hasta los topes de visitantes.
En el caso de Guardamar, el municipio más castigado por el engañoso Levante, el servicio comenzó este 15 de junio. “La licitación finalizó en 2023″, explica el alcalde, José Luis Sáez (PSOE). “Este curso es excepcional”, prosigue, “hicimos un contrato menor de ocho días para la Semana Santa y abrimos un periodo de licitación para este año que no habría llegado el 1 de junio”. Por ese motivo, “y porque pensamos en alargar el verano por el final, hasta el 15 de octubre, porque los niños están escolarizados hasta el 23 de junio”, licitaron el socorrismo “por 504.000 euros por cuatro meses a Cruz Roja”. La mayor parte de los vigilantes están “en las tres playas urbanas”. Las otras, naturales y sin apenas intervención urbanística, que completan los 11 kilómetros de litoral guardamarenco, “cuentan con menos visitantes” y, por tanto, con “menor presencia de socorristas”. “En 2025, la licitación será íntegra para Semana Santa y verano, entre el 1 de junio y el 15 de octubre”, adelanta Sáez, “y durará cuatro años”.
Los profesionales piden sentido común a los bañistas. Pero los humanos no siempre controlamos nuestra “percepción del riesgo”, según José Pedro Espada, catedrático del departamento de Psicología de la Salud de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche. “Tomamos decisiones y actuamos”, indica, “dependiendo de la información, de nuestra valoración de esa información y de la actitud a favor o contraria a ese comportamiento”. Pero todo puede fallar y entonces emprendemos una conducta temeraria. “Generalmente no valoramos correctamente en estos casos que el riesgo puede llevar a perder la vida”, afirma. “Hay infraestimación del peligro, porque no nos parece tan agitado el mar, o fallos en la información, como desconocer que las corrientes submarinas son más peligrosas que el oleaje”. A esto se pueden sumar “factores personales”, porque “hay individuos cuya naturaleza encaja asumir mucho riesgo y otros que son más precavidos”. “El miedo en estos casos es un factor protector”, advierte.
La mayor parte de las muertes fue de personas de edad madura o avanzada, a pesar de que los especialistas parecen tener claro que “la edad y el sexo pueden influir en esta toma de decisiones arriesgadas”. Los jóvenes tienden a la temeridad, “se sienten invulnerables”. Pero en el caso de los mayores, “existen otros factores personales”, como la frustración por perderse el baño de las vacaciones o los fallos “en la percepción de la amenaza”, que pueden influir en una decisión arriesgada. Finalmente, en el caso de los dos fallecidos que trataban de salvar a bañistas en peligro, Espada sostiene que “las conductas altruistas hacen que proporcionemos ayuda desinteresadamente a otros”. “Son comportamientos que pueden parecer heroicos, si bien la prudencia y la necesidad de ayudar conviene dirigirlas a pedir ayuda cualificada y eficaz”, recomienda.
“Lo ideal es comprobar el estado de la mar, atender a las banderas, si las hay y si es posible, tumbarse en la arena cerca de la silla del socorrista”, enumera Zamora, como recomendaciones. “Y avisar a los servicios de emergencia ante cualquier incidencia”. Las resacas se pueden evitar “porque se aprecia algo de vacío y un agua más movida”. Pero si la finalmente la corriente nos atrapa, “hay que dejarse llevar hacia adentro y, a unos 50 metros de la costa, el mar te deja libre”, asevera. Después, hay que tratar de buscar una zona de oleaje que nos ayudará a volver a la orilla.
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