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política
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

20 años del Pacto del Tinell

La situación política actual se parece mucho a la de entonces. Un Gobierno socialista asediado por el PP, grandes desafíos sociales y el reto de alumbrar un nuevo pacto territorial en España

Milagros Pérez Oliva
De izquierda a derecha, Joan Saura (ICV), Pasqual Maragall y Josep Lluis Carod-Rovira firman el Pacto del Tinell en 2003.
De izquierda a derecha, Joan Saura (ICV), Pasqual Maragall y Josep Lluis Carod-Rovira firman el Pacto del Tinell en 2003.Carles Ribas

Han ocurrido tantas cosas y tan intensas en los 20 años transcurridos desde la firma del Pacto del Tinell, el 14 de diciembre de 2003, que parece que haya pasado un siglo. Y sin embargo, como se recordó en el acto organizado por la Fundación Cataluña Europa para conmemorarlo, fue uno de esos momentos disruptivos que alumbran grandes cambios. El sistema político catalán, hasta entonces marcado por un bipartidismo dominante, cambió radicalmente. Se consolidaba una pluralidad de partidos que luego se extendería al resto de España.

Era la primera vez que se producía una alternancia en el poder. Después de 23 años de gobierno, el pujolismo estaba agotado y llevaba al país a lo que muchos consideraban una inercia decadente de la que había que salir. Tres fuerzas políticas —PSC, ERC e Iniciativa per Catalunya— acordaron formar el primer Gobierno de izquierdas y catalanista. Era la primera coalición de gobierno propiamente dicha. Su presidente, Pasqual Maragall, que como alcalde había impulsado la gran transformación de Barcelona, llegaba a la Generalitat con la ambición de transformar también el país. Concebía la política como una herramienta de transformación y llevaba cuatro años en la oposición preparando un ambicioso programa de gobierno.

La acción de gobierno está bien explicada en el libro Maragall i el govern de la Generalitat: les polítiques del canvi (RBA Libros, 2021): se trataba de combinar políticas sociales fuertes, destinadas a cambiar la vida de la gente, con la búsqueda de consensos sectoriales que permitieran dinamizar la economía del país. Visto desde la distancia, sorprende la cantidad de innovación y de iniciativa política que tuvieron aquellos gobiernos, pese al ruido mediático que trataba de ocultarla. La lista es larga.

Pero para poder transformar era preciso disponer de capacidad de autogobierno, y esta no solo era limitada, sino que estaba claramente amenazada. Veníamos de una etapa en que el dominio político del PP en España era abrumador y había emprendido una ofensiva recentralizadora. Para conjurar el peligro de involución, Maragall y el Gobierno tripartito se impusieron una reforma del Estatut que implicaba una evolución del modelo territorial español. Cataluña quería esa transformación. España, no tanto. Y el PP convirtió la batalla contra el Estatut en su caballo de Troya contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero.

La rivalidad entre ERC y CiU por capitalizar la reforma del Estatut desestabilizó al tripartito y situó el eje identitario en el centro de la política. A pesar de todo, se logró aprobar un Estatut con una sólida mayoría, tanto en el Parlamento catalán como en el español. Pero el PP no se resignó y maniobró para que el Tribunal Constitucional echara por tierra lo que tanto esfuerzo había costado. El resto ya lo conocen: una sentencia y 10 años de procés convulsos y traumáticos, en los que Cataluña ha ido perdiendo trenes y oportunidades.

Al acto de la Fundación Cataluña Europa asistió una nutrida representación de las tres fuerzas políticas, entre la que se contaban 13 consejeros de aquellos gobiernos y el presidente José Montilla. La situación política actual se parece mucho a la de entonces. Un Gobierno socialista asediado por el PP, grandes desafíos sociales y el reto de alumbrar un nuevo pacto territorial en España. En el ambiente flota una pregunta: si entonces fue posible el entendimiento de las fuerzas de izquierda, ¿por qué no ha de serlo ahora?

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