El peligro de las ‘kdds’: fiestas poligoneras entre coches, carreras y alcohol
Los encuentros masivos de aficionados al motor crecen exponencialmente desde la pandemia. Un joven murió y una menor resultó herida de gravedad el fin de semana pasado en dos reuniones en Terrassa y Sagunto
Un joven se coloca entre dos coches en paralelo. Centenares de personas lo miran, con los móviles desenfundados, listos para grabar. Cuando el chaval baja los brazos, los vehículos aceleran, quemando rueda y retumbando. Quien llegue antes gana la lanzada: una carrera de 150 o 200 metros a todo gas. La escena se repite una y otra vez en las redes sociales. Es la atracción estrella de las kdds o macrorreuniones nocturnas de aficionados al motor en polígonos industriales, en auge desde la pandemia. La policía y algunos de sus asistentes advierten de que se han convertido en un peligro. Un joven de 19 años murió arrollado en Terrassa (Barcelona) y una menor se encuentra grave por un accidente en Sagunto (Valencia) el pasado fin de semana.
Las quedadas, con la grafía kdds, nacen, crecen y se difunden por las redes sociales, y se celebran de noche, los fines de semana, en polígonos industriales de toda España. Reúnen a aficionados tradicionales del motor, el tuneo y el racing o las carreras, con otros a la caza de “un espectáculo, un show, liarla”, lamenta Dani Trazer, de 28 años, que conoce en profundidad este tipo de encuentros. Las kkds, dice, hace años que existen, pero la “cuarentena” —en referencia al confinamiento por la covid y el cierre del ocio nocturno— las ha convertido en encuentros masivos, donde se junta un “cóctel peligroso de alcohol, drogas y coches”. Si antes eran “20 o 30 coches” ahora son “100, 300 o 500″. De un grupo de amigos se amplió a los amigos de los amigos, y de ahí a la masa, hasta perder el control.
Telegram es la red social de referencia, donde, mediante grupos cerrados, un martes o un miércoles ya se anuncia que habrá una kdd. Los viernes, con media hora de antelación, se publica una ubicación, aunque puede ir cambiando durante la noche. “Detectar estas concentraciones previamente es muy complicado”, lamenta el sargento Rafael Aguilar, jefe del área central de investigación de accidentes de tráfico de los Mossos d’Esquadra. Una vez ya están en marcha, los vecinos suelen avisar a la policía, que interviene a reacción.
El sargento Aguilar defiende que las kdds en sí, “que han crecido de forma exponencial con la pandemia”, confirma, no son un problema. Pero sí las carreras o lanzadas, los derrapes temerarios rodeados de centenares de personas, beber y ponerse al volante, conducir sin puntos… “Nunca dos coches pueden competir sin autorización”, repite. Y recuerda que en ocasiones el tuneo acaba también en multa: luces, tubos de escape trucados, alerones… “Muchas modificaciones que hacen son ilegales, pero lo saben. El día que tienen que pasar la ITV las desmontan todas”, afirma.
Tras los accidentes, los organizadores de los eventos están en el punto de mira. “No sabemos quiénes son”, admite Aguilar, que en todo caso resta importancia al papel de los convocantes porque, asegura, “nadie obliga a la gente a ir a una kdd”. Trazer insiste en que los convocantes son los menores interesados en las lanzadas y los derrapes y el éxito inaudito de las kdds. “Lo hacen por al amor al motor, no ganan nada”, defiende. También los desvincula de cosas como bajar la bandera a los coches que compiten: “Muchas veces el organizador ni está en la kdd. Eso son espontáneos, que se ponen en medio, por ego, o por alcohol, y se quedan ahí dando salidas a todo el mundo”.
Los Mossos no han detectado hasta el momento que las lanzadas muevan dinero en Cataluña. “Lo que no quiere decir que no pase”, advierte Aguilar. Trazer es taxativo: “El perfil de edad es de 16 a 24 años. ¿La gente de esas edades tiene capital para eso? Qué va, se dice para criminalizarlo, para llamar más la atención”, critica. Y repite que lo único que hay ahora con las kdds es “un problema: el que asiste asume un riesgo, al que le gusta el motor no puede disfrutar y el que lo organiza tiene miedo”.
El sargento Aguilar asegura que los organizadores “tienen un plan a, un plan b y un plan c”, en referencia al posible recorrido en una misma noche de una kdd. Afirma también que no suelen encararse con la policía. “Cuando los localizamos, y montamos controles a la salida, lo que hacen es rezar para que no los pillemos bebidos o sin carné”, indica. En su presencia, no practican los temerarios espectáculos que se ven luego en las redes sociales. “Es un peligro concreto y directo a los asistentes. Si en un derrape, en medio de una rotonda, como hacen, se le va el coche, no se lleva ni a una ni a dos personas, se lleva a decenas”, advierte el oficial.
El peor accidente en los últimos años se vivió en Terrassa el pasado fin de semana, en el polígono Colom II. Dos coches de una kdd circulaban, uno se saltó un ceda al paso, chocaron, y arrollaron a un joven de 19 años, que murió. “Es la primera vez que se da una situación tan grave”, admite Jordi Vilar, presidente de la agrupación de polígonos industriales de Terrassa. Hasta ahora, la consecuencia era sobre todo rastros de suciedad y algunos daños materiales. Reclama cámaras al Ayuntamiento “con las que poder reconocer matrículas y actuar si fuese necesario”.
¿Cuál es el origen de estas reuniones de coches tuneados? Fast & Furious, señalan sin dudar fuentes policiales, sobre la popular saga cinematográfica de carreras callejeras de coches, con más de dos décadas de vida (2001). Trazer lo ubica más lejos, en el videojuego Need for Speed, cuya primera versión data de 1994. Desde entonces, cuenta, se ha pasado de la pasión por tunear los coches, que se perdió porque “se veía de garrulos”, a la moda actual del racing, con modificaciones más complejas. En todo ese tiempo, explica Trazer, los aficionados al motor han quedado, han conducido por rutas y algunos han participado en carreras, también con trágicos accidentes.
El problema con la pandemia, dice el joven conocedor de estos encuentros, es que ha nacido “la moda de los coches”. “Hay quien se compra uno, le pone tres pegatinas y se va a las kdds”. Y señala a esas personas como las protagonistas de las lanzadas, los derrapes y demás imprudencias, sazonadas con “alcohol, frustración, adrenalina...”. En su opinión, la solución pasa por los eventos autorizados, con permisos municipales y medidas de seguridad
Tras la muerte del joven en Terrassa, muchos de los grupos de Telegram de kdds han desaparecido, cuentan fuentes policiales. Y las pocas cuentas de Instagram no son públicas. Solo en TikTok se encuentran todavía vídeos de las noches de fiesta poligonera y de coches. Pero son viejos. “Habrá un tiempo de parón. La gente se asusta”, vaticina Trazer, sobre futuros encuentros. Pero no duda de que las kdds regresarán. “Y seguirá habiendo accidentes porque es mucha gente, gente con adrenalina, gente que bebe, gente que se le va. Mil personas en la calle no son controlables”. Hasta que un día “termine la moda, la gente que no tienen nada que ver con el motor deje de ir y vuelva la normalidad”.
Apuestas de entre 10.000 y 20.000 euros en Andalucía
En Andalucía, varios accidentes hicieron saltar la alarma en primavera por una carrera ilegal de coches conducidos por jóvenes británicos que emulaban un videojuego y buscan ponerlo en práctica al volante. En Sevilla y Marbella fueron detenidos dos conductores tras huir de la policía a toda velocidad y durante varios kilómetros, por suerte sin causar víctimas mortales. “Era un reto en el que participaban 10 personas en España con apuestas de entre 10.000 y 20.000 euros, en función de la huida, tiempo, kilómetros y resultado”, explican fuentes de la Policía Local sevillana.
En mayo, un joven protagonizó una arriesgada huida por varias avenidas de la capital andaluza, a contramano y por zonas peatonales a más de 180 kilómetros por hora, hasta que se estrelló contra un quitamiedos tras derribar un semáforo. Las carreras tienen detrás apuestas ilegales en las que participan jóvenes de alto poder adquisitivo para acumular kilómetros y situaciones de riesgo mientras los persiguen las fuerzas de seguridad, según detallan fuentes policiales. Tras prestar declaración ante el juez, el conductor y su acompañante detenidos quedaron en libertad con cargos.
Todos alquilaban el mismo modelo de coche para participar en las carreras, un Audi RS6 con 600 caballos de potencia y matriculado este año. Unos días antes de este accidente en Sevilla, la Policía Local siguió a otro coche que circulaba a gran velocidad, pero le perdió el rastro sin poder detenerlo. En cambio, en Marbella el 15 de mayo ocurrió otra persecución con otro coche a la fuga, a más de 150 kilómetros por hora, y que embistió a un patrullero de la Policía Nacional e hirió a dos agentes por el golpe.
Al margen de estas apuestas entre jóvenes británicos, las carreras ilegales de coches se repiten de manera habitual en la capital hispalense. “Tenemos dos puntos ilegales de carreras ilegales ahora en Sevilla: uno en la zona del supermercado Cosco, donde hacen sus carreritas, tienen exhibiciones de coches y se concentran con la música para sus botellonas en una explanada cercana. La otra zona es donde está la universidad de Ingeniería en Cartuja, que es más complicada de correr, pero allí se hacen sus circuitos entre el estadio olímpico y la universidad, con varias rotondas donde se acumula la gente por los laterales”, detallan fuentes de la Policía Local sevillana.
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