_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La autoridad perdida del patriarca nacionalista

Jordi Pujol, que regresa al autonomismo en sus últimas memorias, desfila en su ostracismo como un penitente arrepentido ante la opinión que le había admirado

Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat de Cataluña.
Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat de Cataluña.EFE
Lluís Bassets

Jordi Pujol acaba de publicar un nuevo volumen memorialístico, el cuarto desde que dejó la presidencia de la Generalitat en 2003, y el primero desde que se halla según sus propias palabras en una especie de ostracismo físico, social, político e incluso moral, iniciado aquel 27 de julio de 2014 en que emitió un comunicado en el que confesaba la ocultación delictiva de una cuenta bancarias en el extranjero.

De momento, ha sido bastante limitada la atención que ha recibido esta entrega, en la que limita su reflexión biográfica a los últimos siete años, coincidiendo con el momento álgido del procés , la desaparición de su partido, Convergència Democràtica de Catalunya, y la apertura de las causas judiciales que le encartan a él y a toda su familia. Y tiene una explicación: pese a la persistencia de una extensa sociología de simpatías pujolistas, expectante ante lo que pudiera pensar su líder caído sobre la torturada evolución de la historia catalana reciente, la palabra de Jordi Pujol quedó devaluada después de aquella confesión y sin autoridad para seguir sermoneando a la sociedad catalana como había sido habitual hasta entonces.

”¿Por qué en este país nadie dice la verdad?”, escribía Josep Pla en una carta a Jaume Vicens Vives, una pregunta que Jordi Amat ha utilizado muy pertinentemente como cita para encabezar El hijo del chófer (Tusquets), su indagación sobre la turbia historia del periodista feminicida Alfons Quintà, elegido precisamente por Pujol para fundar y dirigir TV-3. Toda memoria es selectiva en uno u otro grado, pero la de Pujol lo es en el grado más sofisticado posible. Lo fue ya en los tres volúmenes dictados al periodista ya fallecido, Manuel Cuyàs, pero lo es todavía de forma más explícita en este nuevo volumen, en el que a diferencia de los anteriores, el formato dialogado permite comprobar la complacencia y la complicidad de su interlocutor, Vicenç Villatoro, entrevistador que evita sistemáticamente los escollos más incómodos y profundiza, con insistencia militante, en la confirmación de los tópicos y la narrativa más oficialista del nacionalismo independentista.

El desprestigio de la palabra de Pujol tiene su origen concreto en la conexión de la confesión con las palabras pronunciadas desde el balcón del Palau de la Generalitat el 30 de mayo de 1984, tras la querella de la Fiscalía por el caso Banca Catalana: “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna. En adelante, de ética y moral hablaremos nosotros. No ellos”. Del mismo modo, la impunidad de que ha gozado desde aquella lejana fecha, difícilmente se puede desconectar de la sospechosa exculpación conseguida por parte de la Audiencia Territorial de Barcelona en 1986, en una decisión judicial de alto contenido político, hasta el punto de que el biógrafo de Pujol y actual director del digital independentista El Nacional, José Antich, escribió en su libro El virrey que “la corona no tuvo otro remedio que intervenir en este asunto”, porque “si no se recompone la situación, Cataluña puede deslizarse inevitablemente hacia la independencia”.

Estos episodios del primer pujolismo en el poder no existen en la nueva incursión memorialística de Pujol, e incluso se hace abstracción de ellos como si ya hubieran quedado fijados benévolamente en la historia oficial —sin atender a las aportaciones más recientes, como la del propio Jordi Amat—, aunque sean fundamentales para entender la devaluación de su palabra y el limitado grado de credibilidad que tienen sus explicaciones sobre la confesión e incluso sobre su aparente arrepentimiento.

Entre el dolor i l’esperança (Proa/Enciclopèdia) , que tal es el enfático título del libro, al igual que los tres textos memorialísticos anteriores, se define más por lo que calla que por lo que dice. Otro destacado observador del mundo pujolista como es el columnista de La Vanguardia Francesc-Marc Álvaro, ha señalado el tabú de los hijos, todos ellos procesados, como “la ausencia elocuente” de estas memorias. El patriarca caído se exhibe bajo la ceniza de la penitencia como si quisiera convertirse en el chivo expiatorio de los pecados de su entera familia, hasta el punto de pretender resolver con sus muestras de dolor y de arrepentimiento sus responsabilidades políticas en el aprovechamiento familiar durante 23 años de su condición como presidente de la región más rica de España y en la financiación ilegal de su partido.

Tal como ha explicado Manel Pérez en La Vanguardia ( La confesión de Pujol, 6 de junio de 2021), la pretensión de Pujol con la invención de la deixa del abuelo Florenci para sus nietos era establecer una línea de defensa penal mediante “un alambicado culebrón”, que ni siquiera significaba la comisión de un delito, y le permitiera “mantener viva la esperanza de una futura reconciliación con la sociedad, la parte de Cataluña de la que Pujol fue siempre referencia”. Este nuevo volumen de memorias significa que “el expresidente ya ve llegado el momento de darse por perdonado y recuperar la autoridad en sociedad. De decirle, otra vez, qué puede y debe pensar”.

Como sucedió con la confesión de 2014, esta penitencia de 2021 nada aporta a la credibilidad de su autor. Todo lo que Pujol pueda decirnos sobre su vida, su confesión, su actual reconocimiento de que incluso la propia confesión pudo ser un error y también su exhibición penitencial, suenan a hueco tratándose de alguien que ha demostrado en su larga trayectoria una enorme maestría en el arte de confundir y emborronar. Es un pena, porque en estas memorias exhibe también un interesante retorno al realismo político, al reformismo constitucional e incluso a la reivindicación de la Transición y de sus héroes, especialmente de Josep Tarradellas, que merecen ser acogidos con la misma incredulidad que aquella súbita erupción independentista que le acometió en los inicios de la crisis catalana, poco antes de que estallara el escándalo con la confesión.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_