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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La mejor política frente a la pandemia

En una Cataluña independiente, ¿tendríamos políticos de gran calidad, capaces de generar grandes consensos de país en la lucha contra una pandemia o en lo que se tercie? Existen razones para dudarlo

Manifestación en el día del trabajador en Lisboa, el pasado viernes.
Manifestación en el día del trabajador en Lisboa, el pasado viernes.EFE/EPA/ANTONIO COTRIM
Albert Branchadell

Uno de los legados que dejará el paso del coronavirus por tierras catalanas será la afirmación de la consejera Meritxell Budó según la cual en una Cataluña independiente no habría habido tantos muertos ni tantos infectados. Para cierto independentismo, la hipótesis de esta dirigente revelación está más allá de cualquier duda: si España es “muerte” y Cataluña “vida”, no hay más que discutir. En cambio, para los no independentistas (pero también para muchos independentistas pragmáticos) la hipótesis de Budó solo merece un severo reproche.

Los que ponemos la curiosidad científica por delante del partidismo solo podemos decir que la hipótesis de Budó es interesante desde el punto de vista politológico. El problema es que es indemostrable: no podemos comparar el desempeño de la Cataluña autonómica con la actuación de una República catalana independiente. El mérito de Budó, en todo caso, es haber apuntado, sin quererlo, a una cuestión más amplia: la relación entre factores políticos y la eficacia en la lucha contra el coronavirus. A esa relación vale la pena dedicar unos apuntes.

La predisposición de la oposición portuguesa contrasta con la polarización que preside la crisis en España
La predisposición de la oposición portuguesa contrasta con la polarización que preside la crisis en España

Una primera cuestión es si las democracias están siendo más eficaces que otros regímenes políticos. Los datos no permiten alcanzar una conclusión clara: algunos de los estados más solventes (como los países nórdicos, Alemania, Austria o Portugal) son democracias “plenas” (en el sentido de The Economist) pero otros estados igualmente resolutivos son democracias “defectuosas” (Corea del Sur, Singapur, Taiwán) o directamente regímenes autoritarios (China).

Otra posible cuestión es si los estados federales han registrado mejores resultados que otros tipos de estados. La evidencia tampoco es conclusiva en este punto. Austria y Alemania son estados federales con un desempeño notable, pero Portugal —uno de los países más centralistas del mundo— no lo es, por no citar otros estados unitarios que no pertenecen al elenco de las democracias plenas. Por otro lado, Estados Unidos —uno de los estados federales por antonomasia— está gestionando la crisis mucho peor que los estados unitarios del norte de Europa.

Una tercera hipótesis podría referirse al tamaño de los estados. ¿Los estados pequeños luchan mejor contra el coronavirus que los grandes? Dinamarca o Portugal favorecen la hipótesis de la pequeñez. Alemania la desmiente.

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Uno de los factores clave para una buena gestión de la crisis podría ser el consenso y la cooperación política
Uno de los factores clave para una buena gestión de la crisis podría ser el consenso y la cooperación</CW><CW-21> política

En las redes ha circulado una foto de las dirigentes de Alemania, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda y Taiwán en la que se invita al observador a sacar conclusiones sobre quién está gestionando mejor la pandemia del coronavirus. La hipótesis implícita también tiene contraejemplos. En Portugal, tanto el primer ministro como el presidente son hombres, lo mismo que en Austria.

Si no es el modelo de estado, el tipo de organización territorial, el tamaño ni el sexo de sus dirigentes, ¿hay algún factor explicativo del éxito en la lucha contra la pandemia? Aquí nos atrevemos a aventurar que uno de los factores clave podría ser el consenso y la cooperación. La actitud de la oposición portuguesa respecto al Gobierno portugués contrasta con la polarización que preside desde el primer día la crisis del coronavirus en España. En el caso de Alemania es muy recomendable la lectura del discurso que la canciller federal, Angela Merkel, pronunció el pasado 23 de abril en el Bundestag: los aplausos la interrumpieron nada más y nada menos que 20 veces. Y esos aplausos no vinieron exclusivamente de los miembros de los grupos que dan apoyo a su gobierno (CDU/CSU y SPD). Gracias al detallismo de las actas del Bundestag, sabemos que en más de una ocasión Merkel recibió el aplauso de esos grupos y de la oposición entera. Sobre todo no desdeñen el consejo: el discurso de Merkel puede pasar a los anales de la historia, como otros discursos de estadistas célebres. La canciller alemana habló con la cortante sinceridad de un Churchill —“A nadie le gusta oírlo pero es la verdad: no estamos viviendo la fase final de la pandemia, sino todavía el principio”— y el juicioso multilateralismo de un Roosevelt —“un virus que se propaga en casi todos los estados solo puede ser contenido y vencido con la cooperación de todos los estados”—.

La hipótesis de Budó se podría reformular como pregunta en los términos de esta breve especulación. En una Cataluña independiente, ¿tendríamos políticos de gran calidad, capaces de generar grandes consensos de país (en la lucha contra una pandemia o en lo que se tercie)? Si atendemos a la evidencia empírica disponible, que muestra una doble confrontación entre políticos independentistas y “unionistas” y entre independentistas radicales y pragmáticos, existen razones para dudar que la respuesta sea afirmativa.

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