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El libro de Juan Carlos I en diez titulares: de la muerte de su hermano a su relación con la reina Sofía

El rey emérito asegura que la transición a la democracia no respondió a un plan y que solo contaba con una brújula y su improvisación

“Cuando llegue mi hora, llegará. Después pueden hacer conmigo lo que quieran ¿Hay algo previsto para mi funeral? No lo sé“, reflexiona Juan Carlos I en Recónciliation (Stock, 2025), el libro de memorias publicado este miércoles en Francia, cuya publicación en español y en España se ha demorado hasta el 3 de diciembre para no eclipsar la conmemoración de los 50 años de la recuperación de la democracia. El hombre que ejerció la jefatura del Estado entre 1975 y 2014 dice que su futuro funeral ―independientemente de si fallece en el extranjero o en España― depende del Gobierno y desliza que aún no hay nada decidido ni organizado, aunque hace tiempo que ronda la cabeza de Juan Carlos I y preocupa a la Casa del Rey. A lo largo de 512 páginas, escritas mano a mano junto a la autora francesa Laurence Debray, el rey emérito pasa revista a sus 87 años de vida, desde su nacimiento en Roma, donde estaba exiliada la Familia Real española, hasta su exilio voluntario en Abu Dabi, tras destaparse sus escándalos sentimentales y financieros, con del objetivo expreso de reivindicar su legado y “explicar y defender sus decisiones”.

Esta es la versión de Juan Carlos I sobre algunos de los episodios más importantes de su trayectoria vital, que coinciden más de una vez con momentos críticos de la reciente historia de España:

La llegada a un país desconocido. En la primera parte del libro, el rey emérito cuenta su infancia en Roma, donde nació, y cómo llegó, con diez años, a ese país desconocido que era el suyo. “Mis padres me acompañaron a la estación de Lisboa (…) Escuchando sus palabras se me hizo un nudo en el estómago, ya estaba bastante inquieto por ir a un país que era el mío, pero que no conocía, cuya lengua hablaba mal y sin ningún miembro de mi familia”, relata. Narra su llegada a Madrid en 1948, su escolarización al principio complicada: “Nos dimos cuenta tarde de que era disléxico. Mi hermana Pilar decía que lo había compensado desarrollando mi instinto, ese famoso instinto que me ha guiado en la política y la vida”, dice. Se encontró una España “pobre, subdesarrollada, regida por la Iglesia y la Falange” y cuenta cómo fue su primer encuentro con Francisco Franco, en su despacho del Palacio del Pardo, apenas unas semanas después de haber llegado al país. “Tenía diez años y era la primera vez que me encontraba en el despacho de alguien tan importante. Se mostró muy cariñoso conmigo. Hay de él una imagen de hombre severo y frío, pero en la intimidad, al menos conmigo, siempre fue amable y locuaz (…) Esa reunión fue la primera de una larga serie, pero yo no lo sabía”.

La muerte que le marcó. Por primera vez, habla sobre “el drama” que marcó su vida: la muerte de su hermano pequeño, Alfonso de Borbón, en 1956 de un disparo. Toda la familia estaba reunida en Estoril para celebrar la Semana Santa. Juan Carlos tenía 18 años y su hermano, cuatro menos que él. “Mientras esperábamos la cena, subimos al cuarto de juegos. Jugábamos con una pistola calibre 22 que me había regalado un amigo teniente. Habíamos vaciado el cargador. No sabíamos que quedaba una bala. Se oyó un disparo, la bala rebotó e impactó en la frente de mi hermano”, escribe, sin detallar quién empuñaba el arma. Cuenta que aquello le marcó para siempre, que hubo “un antes y un después”. “Para mí aún hoy es difícil de hablar de ello pero pienso todos los días. Ese golpe unió más a la familia. Le echo de menos, perdí un confidente, dejó un vacío inmenso”. Tras los funerales, “esos momentos fueron terribles”, su padre le envió a la academia militar: “Había que seguir con la vida y había que hacerlo rápidamente (…) Nunca me recuperé de esa desgracia”.

La llamada de Franco. “¿He tenido una relación filial con Franco? Había 46 años de diferencia y él no tenía hijos. Quizá proyectaba en mí un sentimiento paternal”, dice de sus relaciones con el dictador. Cuenta que se veían regularmente, que tenían un buen diálogo. “Le respetaba y apreciaba su inteligencia y su sentido político”. Relata cuando le llamó para nombrarle sucesor a título de rey. “Un día me convocó en su despacho. Yo no sabía nada. Me lo dijo sin rodeos: “Te voy a nombrar sucesor como rey. ¿Aceptas?’ Me quedé estupefacto, pensé en mi padre. Pregunté si tenía tiempo para pensármelo, pero él esperaba mi respuesta rápidamente. Estaba entre la espada y la pared. Reinaba el silencio, solo escuchaba mi respiración. Acepté. Como un deber y una obligación. ¿Tenía otra opción?”. El 23 de julio de 1969, cinco días después, dio su primer discurso ante las Cortes, para jurar fidelidad a las leyes fundamentales del régimen: “Desgraciadamente, estaba obligado a los valores del Movimiento nacional. No tenía otra opción”.

La muerte del dictador. A finales de noviembre de 1975, Franco lleva ya días “totalmente inconsciente”. “Estoy convencido de que ni sus peores enemigos le habrían deseado tal agonía”, escribe. Finalmente, a demanda de su hija, se le dejó morir. Eran las 5.25 del día 20. Aunque Sofi, como llama a su esposa, le había propuesto rezar por el dictador, él se marchó a dormir. También se volvió a dormir “sin problema” después de que, a medianoche, el jefe de la Casa Militar de Franco, el general Castañón de Mena, le diera la noticia de su muerte. “¿A qué hora se me espera?“, le preguntó. Según Juan Carlos, en la última conversación que mantuvo con el dictador, ya en el hospital, este no le pidió que preservara su régimen ni los principios del Movimiento Nacional, sino solo que mantuviera la unidad de España, por lo que considera que ha cumplido su última voluntad.

El nombramiento de Suárez. La decisión de nombrar a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno fue una de las más importantes de su reinado. Juan Carlos I no oculta su mala relación con Carlos Arias Navarro, que había heredado de Franco, y de quien no pudo deshacerse hasta que presentó su dimisión, el 1 de julio de 1976. La operación para designar a su sucesor fue diseñada por Torcuato Fernández Miranda, su maestro y hombre de máxima confianza, a quien hizo presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, lo que le permitió armar la terna de candidatos entre los que el Rey elegiría al nuevo jefe del Gobierno. El tapado era un joven y desconocido Adolfo Suárez, “un puro producto del franquismo”, según sus palabras, con quien compartía su afán de modernidad y cambio y con quien desarrolló “una verdadera complicidad, una confianza, hasta el punto de entendernos sin hablar. Como director de RTVE, había contribuido a dar al Príncipe la visibilidad que los prebostes del franquismo le negaban y, como ministro del Movimiento, no levantaba las suspicacias de los inmovilistas.

El nacimiento de EL PAÍS. El rey emérito cuenta en sus memorias el nacimiento del diario EL PAÍS, “poco más de seis meses después de la muerte de Franco”, del que en mayo de 2026 se cumplirá medio siglo. “Yo mismo pensé en invertir una suma simbólica en su capital. Hubiera sido una manera de apoyar al primer medio socialdemócrata. [Pero] rápidamente renuncié a esta veleidad que sobrepasaba mi función”. Juan Carlos I asegura que España era entonces “un caballo al galope”. Su empeño, asegura, era evitar que se escorase demasiado a la derecha o a la izquierda, que cayera en un obstáculo, pero “no podía frenarlo”. Según revela en sus memorias, en el funeral de Franco, el dictador chileno, Augusto Pinochet, le había dicho que no cambiara nada; mientras que en su primer viaje a EE UU, en 1976, el secretario de Estado, Henry Kissinger, le había recomendado “ir despacio” para evitar que España cayera bajo influencia comunista, como Portugal tras el 25 de abril.

Una Transición sin hoja de ruta. Juan Carlos I zanja en sus memorias uno de los grandes debates de la Transición: ¿respondió esta a un plan minuciosamente diseñado o fue fruto de la improvisación? La respuesta es la segunda. Utilizando un símil naval, su gran afición, escribe: “Yo tenía una brújula, una dirección. No tenía un plan preestablecido. Es como navegar visualmente desde el puente de un barco en medio de la tempestad. Iba sobre las olas, el barco se balanceaba y yo intentaba mantener el rumbo, improvisando, apostando por una corriente, orientado la vela”.

Un regalo de 100 millones. Uno de los temas polémicos que aborda en el libro es el del dinero que recibió del rey Abdalá de Arabia Saudí, fallecido en 2015. Lo califica como “un acto de generosidad de una Monarquía hacia otra”, aunque admite que 100 millones de dólares “es una suma considerable, un regalo que no pude rechazar. Un grave error”. Sobre la investigación abierta en 2018 por la justicia suiza por una cuenta que tenía en el país, señala que “la justicia española siguió el ejemplo, el Gobierno lo convirtió en una caza de brujas, en un juicio moral, que afectó al conjunto de mi reinado y de mi acción política”.

Sofía y las relaciones con la reina Letizia. A la reina Sofía se refiere cariñosamente como Sofi en el capítulo que le dedica, en el que dice que “Sofi es una mujer excepcional, de justicia, bondad, rigor y amabilidad. Es la encarnación de la nobleza del alma. No le gusta que la califique de gran profesional, pero España no ha podido tener una reina más dedicada e irreprochable”. Y añade: “No ha habido nadie igual en mi vida y así permanecerá, aunque nuestros caminos se hayan separado desde que dejé España (…) Estoy convencido de que tendrá su lugar en la Historia contemporánea de España, un lugar merecido, como el que ocupa en mi vida: un lugar más elevado”. En cambio, solo dedica alguna frase a la reina Letizia, a la que reprocha que “no ayudó a la cohesión de las relaciones familiares. Le repetí; ‘las puertas de mi despacho están abiertas, ven cuando quieras’, pero nunca vino. Nuestro desacuerdo personal no podía reflejarse en la acción institucional”. Cuenta que en 2018, en Palma de Mallorca, se intentó mostrar “la unidad y la armonía de la familia”. Pero fue un fracaso. “Se convierte en una catástrofe. La reina Letizia, mi nuera, se enfada con Sofi delante de las cámaras, a la salida de la misa de Pascua”, rememora. En sus memorias, el Monarca pasa por encima de sus relaciones extramatrimoniales. A Corinna no la menciona explícitamente, pero califica el romance de “un error del que me arrepiento amargamente”. Sí dice que, aunque la prensa le ha atribuido “decenas de relaciones sentimentales, la mayoría son ficticias. Como si no pudiera existir una amistad entre un hombre y una mujer”, lamenta.

De la abdicación al destierro en Abu Dabi. Juan Carlos I confirma que fue tras la Pascua Militar de 2014, cuando en la que apenas podía leer el discurso a los militares, cuando empezó a pensar en abdicar. Niega, sin embargo, que sus problemas de aquel día se debieran a que había pasado la noche anterior en Londres con su examante Corina Larsen y culpa a la medicación que estaba tomando por sus múltiples problemas de salud. También atribuye a estos achaques su renuncia a la Corona, sin mencionar en ningún momento las investigaciones abiertas sobre sus fondos en paraísos fiscales. La última parte del libro se titula “mi diario de Abu Dabi”, donde cuenta su vida en la isla de Nurai, lejos de España, un país que dice añorar. En ese “destierro” ha vivido algunos eventos que dicen haberle marcado, como la muerte de la reina de Inglaterra, “me tocó mucho (..) partió dejando un vacío en mi vida”. Y reflexiona sobre su propio muerte: “Los entierros se suceden sin que yo esté obsesionado por la muerte. Pienso en ella con serenidad. A fuerza de ver a amigos irse. Cuando me llegue la hora, me llegará. Después podrán hacer conmigo lo que quieran ¿Seré yo el próximo? ¿Hay algo previsto para mi funeral? No sé nada y nadie me ha hablado de ello”, dice.

Relata con amargura el momento en que su hijo le retiró la asignación anual. “Entiendo que como rey tiene un puesto público y tiene que mostrarse firme, pero me hizo sufrir que se mostrara tan insensible”, se queja. Cuando se reunió Felipe VI le comunicó su decisión, él le dijo: “No olvides que heredas un sistema que yo he construido. Puedes excluirme en el plano personal y financiero, pero no puedes rechazar la herencia institucional en la que has crecido. Solo hay un paso entre ambas”. Los reproches del rey emérito incluyen también al Gobierno de Pedro Sánchez: “Cuando desacreditan mi persona, debilitan nuestra constitución, ponen en cuestión los logros de la transición democrática y nuestra reconciliación”. En otro capítulo insiste en que “los ministros pueden denigrar la Corona sin ninguna consecuencia. Al faltar al respeto al Estado, faltan al respeto a nuestro país”.

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