Un iceberg navarro inspirado en el Peñón de Gibraltar lleva la tragedia del ‘Titanic’ a Australia
Una empresa de Navarra diseña una maqueta dotada de un mecanismo de congelación e inspirada en los testimonios de los sobrevivientes del histórico naufragio
La tragedia del Titanic se escribió durante la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912. El guion de la historia es de sobra conocido: el transatlántico chocó con un iceberg durante su viaje inaugural y se hundió en apenas unas horas. El barco no llevaba suficientes botes salvavidas para todos los pasajeros y centenares de ellos murieron congelados en las frías aguas del océano Atlántico. El gigantesco pedazo de hielo tuvo un papel protagonista y ahora es una de las piezas clave en la exposición que la empresa vasca Musealia organiza en Washington. Lo va a ser también en la muestra que abrirá este verano en Australia. Hasta allí viajará próximamente, también por barco, la maqueta de un iceberg de cuatro metros de largo por dos de alto construida por la compañía navarra Galván Frío Industrial. Es una réplica a escala del obstáculo que hundió el Titanic, creada a partir de los testimonios de los supervivientes de la tragedia. Funciona como una pista de hielo. Sobre su superficie se acumula agua congelada con el fin de que quienes acudan a la exposición puedan tocarla y sentir el frío que atenazó a quienes perecieron en el hundimiento.
La idea partió de Musealia, detalla Luis Ferreiro (San Sebastián, 41 años), CEO de la empresa. Llevan 25 años trabajando en diversas exposiciones por todo el mundo con las que pretenden “contar historias complejas haciéndolas accesibles a través de una audioguía y una museografía concreta”. Ya tienen una réplica del iceberg en la exposición de Washington, pero querían ir más allá, lograr que los visitantes pudieran sentir, al tocarla, “el frío alrededor del cuerpo porque la mayoría de las víctimas de Titanic no murieron ahogadas, sino congeladas”. Por ello, encargaron a la empresa navarra la construcción de una maqueta tridimensional que pudiera trasladarse de un lugar a otro con facilidad y adaptarse a los voltajes y sistemas eléctricos de los diferentes países. Su CEO, Santiago Galván (Pamplona, 48 años), no esconde que la propuesta les sorprendió, pero se pusieron manos a la obra: “Técnicamente podíamos hacerlo, pero artísticamente no sabíamos cómo”.
Contaron para su elaboración con una empresa especializada, pero el proceso no ha sido sencillo. Fundamentalmente porque no hay imágenes reales del iceberg verdadero, detalla Ferreiro. Sí que hay fotografías de algunos bloques de hielo que se tomaron varias horas antes y después, pero “nadie puede saber a ciencia cierta si eran esos o no”. Así que se han basado, sobre todo, en testimonios de supervivientes. “Era de noche y desde que vieron el iceberg hasta que chocaron con él, transcurren 40 segundos. Después lo dejan atrás y se pierde en la oscuridad. Siempre hay que tomar un poco con pinzas estas descripciones, pero sí que hay algunos dibujos y los testimonios de la comisión de investigación”, explica. Esas declaraciones apuntan a que esa gran mole era muy similar al Peñón de Gibraltar. “Son dos montículos y uno un poco más alto que el otro”, señala Ferreiro. Desde la empresa frigorista se han inspirado también en el islote de Perejil, algo más plano, para diseñar la forma. Tras aprobar los planos, llegó lo más complicado: crear un sistema capaz de generar hielo en ambientes muy diversos, adaptándose a los condicionantes eléctricos y tecnológicos de los diferentes países que va a recorrer la muestra.
Galván apostó por el mecanismo de una pista de hielo, que funciona gracias a que “una máquina, una enfriadora, por la que baja una corriente continua de agua a unos diez grados bajo cero”: “Esa agua la transportamos a través de unas tuberías insertadas en el corazón del iceberg. La humedad relativa del ambiente dentro del museo permite que esa humedad se quede adherida encima de la maqueta y poco a poco vaya creciendo el hielo”. Calculan que crece entre dos y tres centímetros diarios y es lo que hace que la maqueta alcance un tamaño final de 4x2 metros, explica. Son dimensiones relevantes porque “tenía que ser lo más grande posible”, pero, al mismo tiempo, “tenía que encajar dentro de unas medidas determinadas, tanto para ponerlo encima de unos palets como para meterlo dentro de los contenedores marítimos”. El proceso tuvo altibajos. “Nos lo encargaron en marzo y teníamos un plazo de entre tres y cuatro meses, pero a mitad del proyecto lo tiramos todo abajo porque no nos gustaba, así que hemos tardado cuatro o cinco meses. En un principio iban a estar dos o tres personas en el equipo de trabajo y han sido ocho finalmente”, detalla.
En estos momentos, la maqueta está preparada para embarcarse rumbo a Australia donde está previsto que la exposición itinerante sobre el Titanic abra sus puertas en verano. Podrán verse entre 150 y 200 objetos originales de los pasajeros y de la tripulación, avanza Ferreiro. “Hay anillos, postales, cartas, chalecos salvavidas, zapatos... Hemos intentado seleccionar los objetos conociendo a qué pasajero o tripulante pertenecieron. La idea es contar la historia desde un enfoque humano, conocer quiénes eran los que viajaban y los que perecieron”.
A través de esos objetos buscan también que los visitantes comprendan la sociedad de la época, que sepan qué motivó a aquellas personas a emprender un viaje tan largo y, de paso, ayudar a destruir algunos mitos que cobraron fuerza con la película de James Cameron, protagonizada por Leonardo Dicaprio y Kate Winslet. Por ejemplo, que los de tercera clase eran pobres. “Esto es falso. Un viaje en tercera clase podía costar el equivalente al alquiler de un piso de un obrero de clase baja-media durante todo un año. En 1912, si eras pobre, no viajabas y menos en el Titanic”, apunta Ferreiro. “Tampoco está demostrado que existieran verjas que separaran a los pasajeros en función de la clase en la que viajaran, si bien, se sabe que debían estar separados, entre otras cosas, para que, en caso de enfermedades o infecciones, pudieran controlar la propagación”. En la exposición también se hará justicia a la historia del oficial William McMaster Murdoch. “En la película aparece siendo sobornado y matando a un pasajero. Eso es falso. Murdoch era consciente de que el barco se hundía, de que no tenía capacidad ni para la mitad de los pasajeros que llevaba y llena los botes de niños y mujeres y luego de hombres. De hecho, el 80% de los hombres que se salvan le deben su vida a Murdoch”, revela Ferreiro. Y se despide con otra incógnita, ¿realmente se salvaron más mujeres y niños que hombres? Por ahora, la respuesta viaja camino de Australia, primera parada de esta nueva exposición.
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