Por qué Arabia Saudí dio 65 millones a Juan Carlos I: el misterio que aún está por aclarar
Tres años de pesquisas en Suiza y España no despejan por qué el rey emérito recibió esa fortuna que acabó en manos de Corinna Larsen
Dos investigaciones diferentes en Suiza y en España que han durado más de tres años no han logrado probar que el rey emérito cobrara una comisión millonaria por las obras del AVE a La Meca, una infraestructura que construyó un consorcio de empresas españolas. Pero tampoco han desvelado el enigma principal de sus pesquisas: por qué el Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí transfirió el 8 de agosto de 2008 los 100 millones de dólares (65 millones de euros) a la cuenta secreta que Juan Carlos I, entonces jefe del Estado, tenía en el banco Mirabaud & Cie a nombre de la sociedad panameña Lucum.
Los fiscales suizos y españoles tampoco han aclarado el “regalo” de 1,9 millones de dólares (1,6 millones de euros) del rey de Baréin que Juan Carlos I entregó en una maleta repleta de billetes en Ginebra, en abril de 2010, a su gestor ginebrino Arturo Fasana. Ni las transferencias de cinco y de dos millones de dólares (6,1 millones de euros) desde el Banco Nacional de Kuwait y desde Baréin que recibió Corinna Larsen en sus cinco cuentas en el mismo banco suizo. Estas últimas fueron días después de que el jefe del Estado visitara ambos países. Ella afirma que responden al cobro de sus trabajos de consultoría.
El miércoles, la Fiscalía del Tribunal Supremo confirmó que no se va a querellar contra quien fuera jefe del Estado entre 1975 y 2014, y el fiscal jefe de Anticorrupción, Alejandro Luzón, ha firmado ya el decreto de archivo de las tres diligencias que mantenía abiertas el ministerio público.
El cuestionario del banco (”Know your client”, en inglés) que rellenó Fasana, el gestor que administraba la cuenta del rey emérito, es el único documento que los investigadores han obtenido en sus pesquisas sobre el motivo por el que recibió los 65 millones. Allí, este gestor de fortunas españolas en Suiza reflejó que el dinero era un “regalo” del rey de Arabia Saudí, Abdalá bin Abdelaziz. Pero ni en Ginebra ni en Madrid se ha logrado hallar el contrato de esta donación. Tampoco lo hay de la donación del rey de Baréin.
Donación sin documentar
La única explicación sobre por qué el hoy rey emérito recibió ambos pagos la han dado Fasana y Dante Canónica, el abogado y administrador de la fundación Lucum, ya que Juan Carlos I no ha sido llamado a declarar en ninguna de las dos causas. Tampoco lo ha hecho ningún representante de Arabia Saudí.
”¿Pidió el banco Mirabaud que se le presentase el contrato de donación entre el rey de Arabia Saudí y Juan Carlos I?”, preguntó el fiscal suizo Yves Bertossa a Fasana durante su declaración como imputado por un presunto delito de blanqueo de capitales.
”No, porque no hubo documentos oficiales respecto a esa donación. En ningún momento el banco nos preguntó si existía dicho contrato. Tampoco me pidieron un contrato sobre la donación de Baréin”, respondió el gestor.
Yves Mirabaud, presidente de la entidad, ha corroborado que no conoce la existencia de ningún documento que avale la donación. A la pregunta del fiscal suizo sobre si dicha transacción le pareció habitual respondió así: “Diría que se trataba de una transacción más bien poco frecuente”.
La cuenta de Juan Carlos I se guardó en una caja fuerte y solo los seis socios de la entidad conocían su existencia. Bertossa ha condenado a pagar una multa de 48.000 euros al Mirabaud & Cie por no haber informado al Money Laundering Reporting Office Switzerland (MROS), un organismo suizo que vigila las transacciones bancarias y persigue el blanqueo de capitales.
Silencio del testigo principal
Abdalá bin Abdelaziz, el entonces rey de Arabia Saudí, falleció en 2015 a los 90 años de edad, pero Abdel al Joubeir, su exministro de Asuntos Exteriores, es el hombre que podría desvelar el enigma. Ni el fiscal suizo ni sus colegas españoles, con Juan Ignacio Campos, recientemente fallecido, y Alejandro Luzón a la cabeza, han logrado su testimonio. Tampoco lo ha conseguido este diario, pese a las reiteradas llamadas al secretario de Al Joubeir en Riad (capital de Arabia Saudí) y a su móvil personal. “El envío de una comisión rogatoria a Arabia Saudí estaría condenado al fracaso”, explicó Bertossa en su auto de archivo en una clara alusión a la nula colaboración de ese país con la justicia europea.
Según el relato de Fasana, Juan Carlos I le anunció que iba a recibir una donación y pidió que se entrevistara con Al Joubeir en Washington (EE UU) donde entonces ejercía como embajador. “Le pregunté claramente si se trataba de un regalo a cambio de algún servicio que Juan Carlos I hubiese hecho para Arabia Saudí. Me respondió textualmente: ‘No, it is a pure gift to his brother’ (”No, es un puro regalo para su hermano”). Y yo le creí. Al Joubier me preguntó qué estructura se iba a crear para recibir el regalo previsto. Le contesté que todavía no lo sabía porque tenía que hablar con el banco. No obstante, me planteé crear una fundación [...] yo me imaginaba que sería un regalo entre 5 y 10 millones. Más adelante, en Basilea me indicó el montante de la donación y me pidió el IBAN para hacer la transferencia”, afirmó Fasana al fiscal Bertossa.
Canónica, el administrador de la sociedad panameña en la que recalaron los 65 millones, ratificó ante el fiscal la versión de Fasana. “Nos repitió [Juan Carlos I] varias veces que se trataba únicamente de una donación por parte del rey [saudí]”. “Cuando llegaron los fondos descubrimos el importe exacto. Pronunció [el entonces jefe del Estado] una frase como: ‘¡Oh, Dios mío, han sido muy generosos!’. Juan Carlos I estaba sorprendido, pero en ningún momento se sintió incómodo con el importe recibido. No es un tipo de hombre que se sienta incómodo”.
Proyecto de vida y ruptura
Una persona cercana al rey emérito relata a EL PAÍS la supuesta versión que recibió de Al Joubeir durante una comida en Washington después de que trascendiera la participación de este último en la entrega de los 65 millones. “Le pregunté y me dijo que Juan Carlos I había visitado Arabia Saudí con Corinna Larsen y que poco después le llamó el rey Abdalá y le dijo: ‘Quiero hacer un regalo a mi hermano’. Le pregunté si era normal y me dijo que no demasiado, pero que podía darse”.
El testimonio de Corinna Larsen, con la que Juan Carlos I estuvo unido sentimentalmente desde 2004, podría haber arrojado luz sobre la verdadera razón por la que se entregaron los 65 millones, pero no ha sido así. Mientras al comisario José Manuel Villarejo le confesó que era el pago de una comisión por las obras del AVE a La Meca, al fiscal Bertossa le aseguró que le hablaron de una donación. Larsen se negó a responder a ninguna pregunta sobre sus charlas con el hoy policía jubilado acusado de un largo rosario de delitos.
“En las conversaciones con el Banco Gonet o con Canónica se me explicó que [el dinero] venía de una donación del rey Abdalá a favor de Juan Carlos I. No me explicaron la razón de esa donación, pero se trata de una práctica corriente entre reyes, concretamente en Oriente Medio. Juan Carlos I no me había hablado de esto previamente. Era muy discreto con respecto al estado de sus finanzas”, afirmó la consultora alemana. Canónica declaró, en cambio, que esta sí “estaba al corriente” de la donación. Este letrado creó la mayoría de las 12 sociedades offshore [inscritas en paraísos fiscales] con las que operaba Larsen y donde ocultó más de 70 millones.
Los 65 millones terminaron siendo transferidos en 2012 por el entonces jefe del Estado español a una cuenta de Larsen en Nassau (Bahamas) cuando el banco suizo le obligó a cancelar su cuenta. En esta ocasión, la donación sí está documentada y es “irrevocable”. La entrega de este dinero abrió una sorda batalla entre la pareja cuando la relación sentimental se rompió y el rey emérito le reclamó el dinero.
“Ese dinero, no era una comisión. Fue un regalo del rey Abdalá a Juan Carlos I para su nuevo plan de vida con Corinna. Un plan que contemplaba su separación de la reina y la abdicación. Un proyecto que luego se truncó”, manifiesta a este diario una persona del círculo más íntimo del rey emérito.
El dinero a buen recaudo
¿Dónde está el dinero? Larsen lo usó a ritmo constante. Compró en 2015 una mansión señorial en el oeste de Inglaterra por seis millones de libras (siete millones de euros) e invirtió otros siete en su renovación. La propiedad figura a nombre de Jade Trust, una fundación panameña cuyo beneficiario es su hijo Alexander, de 20 años. Chyknell Hall Estate, tiene 200 acres (unas 81 hectáreas), 11 habitaciones, una biblioteca y campo de críquet.
A finales de 2016 y 2017, Corinna transfirió desde su cuenta en Nassau otros 42 millones de dólares (36,6 millones de euros) a una de sus cuentas personales en el Fieldpoint Private Bank de Nueva York (EE UU), donde un tal “señor Conway” gestiona su patrimonio. Otras cantidades relevantes de este dinero se enviaron a cuentas en Londres, ciudad en la que reside.
Larsen vive actualmente en Eaton Square, en una casa que costó cinco millones de libras (5,9 millones de euros), y en la que invirtió otros cuatro (4,7 millones de euros). Juan Carlos I participó en su compra con otra “donación” por encima de 1,5 millones de libras (1,7 millones de euros). Los fondos empleados para la compra provenían de Gulf Development (GDI), una sociedad de Larsen radicada en las islas Caimán, otro vidrioso paraíso fiscal.
Al igual que la Fiscalía española, la investigación suiza archivó el caso y levantó la imputación por blanqueo de Larsen, Fasana y Canónica. Sin embargo, Bertossa destacó en su auto el reiterado “ánimo de ocultación” de los 65 millones por parte de todos los actores, incluido Juan Carlos I, y la falta de documentación de las transferencias millonarias y de “las supuestas donaciones”.
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